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Publicado en 1982 por Víctor Pozanco, Editor, Biblioteca Atlántida, Barcelona, 112 págs. |
Selección de TIEMPO ADVERSO
En verdad no han sido tantas
si no cuento las que no pude amar
porque no pude, o porque nunca
bajo el sol y en la tierra
coincidimos.Pero de las que han sido
toda mi vida en cierto modo es de ellas.Por eso hoy toda mi vida es tuya,
porque tú eres la última
y en cierto modo
la primera.
CARPE
Muero, ¿sabes?
Tú también.
Un año cede el paso cortésmente
y el año nuevo,
con mayor prontitud y con la misma
afable cortesía, cede el paso
al año que le sigue.
El tiempo
permite todo, menos
la falta de modales.
Nos morimos haciendo reverencias.
1.
Tú, complicada
para ti. Sencilla
desnuda para mí.
Pero tan frágil que pudiera
quebrarse como un rompecabezas
tu pericardio de cristal de roca
sobre mi sencillez, tan duramente
lograda.2.
A lo mejor me voy.
Me siento preso.
Quizás te dije: sufro claustrofobia.
Tal vez te has dado cuenta
cuánto me aprisiona
tu rechazo.3.
Caracol lento y delicado
tu casa pesa demasiado.4.
Tu corazón palpita y veo a un niño
con un ave pequeña entre las manos,
temerosa,
condenada.
Hoy
te suelto.5.
No me encuentres en las cosas
ni en los ruidos. Ni cuando
regresen las palabras. Las palabras
regresan por sí solas.
Ni cuando suene el timbre del teléfono,
la madera de tu puerta. Yo tocaba
para mi suerte sin ninguna clave.
No me encuentres.6.
En este juego a dos
tú jugabas al fin
y yo al comienzo.Ganaste.
7.
Para decir adiós
basta extender el brazo y con la mano
hacer como que borras la pizarra
donde escribías
mi nombre.
A una mujer desconocida,
porque su forma entre mis brazos tuve
y su boca besé y en su lengua
le dije cosas más allá de mis medios,
y su cuerpo besé y en su sexo
dejé mis apariencias, mis arbitrariedades.A una mujer desconocida,
porque su nombre y su apellido sé
y su rostro sé, desde sus orejas
hasta las plantas de sus pies pequeños sé,
todo de memoria. Nunca olvido
sus ojos peligrosos,
tan quietos debajo de sus párpados.A una mujer desconocida,
porque su voz, de todos los sonidos
que no quiero escuchar, me canta,
porque su olor llega al encéfalo
como una tromba de nostalgia,
porque no quiero saber dónde vive
ni con quien anda,
porque basta
que pasée por mis sueños sin detenerse
y sea la fantasía en mi cerebro.
No pregunto qué harás
lejos de junto a mí.Tampoco si será posible
volver a compartir la despedida.Ni tan siquiera el sitio
que en tu memoria ocupo.Sólo pregunto -¿Cómo estás?-
Espero que digas -Bien.-
Me preguntes -¿Y tú?-
Para decirte -Bien.-Besos y abrazos.
¿Qué tendrá de distinto
este encuentro en el tiempo y el espacio
que valga perdurar?¿Esto que escribo
por tu presencia instante
provocado?¿Qué tendrá de distinto
este frágil abrazo,o acaso más importa
cuanto más se parezca al amor?
Eres el presente
tantas veces presente,
la vera donde ensayo lejanías.
Por eso no entiendes lo sujeto en el tiempo
y yo
a penas
lo entiendo.
Te busco en todo.
Te encuentro en mí.
Hay cosas que se quedan siempre.
No cambia su presencia.
No tienen tamaño, ni sustancia,
ni explicación alguna.
El tiempo es una de esas cosas,
también el espacio.No te engañes porque el amor no tenga
explicación ni límites,
porque su presencia inmensa
te parezcas inalterable.Nosotros somos el amor.
He arriesgado la vida
debajo de plafones agrietados.He abierto las puertas más ocultas
y escuchado en los pasillos
el frágil ruido de mis pasos.He recorrido las calles más enrevesadas sin dudar
que cada tenue huella mía será
(si ya no ha sido)
borrada para siempre.Incontables veces he expuesto el cráneo
al golpe contundente de los meteoritos.Largos caminos tendidos de crepúsculos
me conducen a la última pisadaen falso,
ciego,
sabiéndome sobrevivido
por mis botas y mi chaqueta,
adivinando todavía
el punto de partida.
LA VUELTA POR LA IDA
1.
Partir es despegarse
de la tierra, de las cosas,
de las personas,
con maletas donde cargas
todas tus pertenencias
(las que dejaste atrás ya no son tuyas)
creyendo que al partir
te desapegas.
2.
No creas, viajero, aunque siempre
a la misma ciudad llegas cansado,
que todo será igual.
El tiempo pasa.
Si morir he, si cada paso
a nada lleva, que importan
Barcelona o Sarajevo, estas inmensas
dosis de soledad, siempre
la misma droga,
sea gótica o turca la envoltura.
Quedó Zagreb al otro
lado del río.
Se mueve el tren. Paisaje
ante mis ojos pasa. Lo cercano
rápidamente, lo distante
apenas.San Juan,
lo más distante.Sarajevo,
doblemente extraña.
El corazón es lo primero
que debe cuidarse
cumplidos ya los treintaicinco años.(Por eso corro todas tardes,
desesperadamente,
hasta cansarme,
quedar sin aliento,
jadeante,
sin poder
alcanzar
lo que se va
perdiendo
en cada rosado contraocaso,
poco a poco,
paso a paso.)
a Josefina Guarch
Tu ausencia es el eco de un recuerdo.
El reflejo de contadas tardes
en el patio florido de la casa.
El brillo de tus canas bien peinadas.
La transparente copa de cognac
en tu mano
frágil.
ESPEJISMO
Madre. También hoy
cerca de ti estoy sintiendo
todas las palabras que no hemos hablado,
y me dan ganas de creer en tu alma
como algo separado de tu cuerpo.
Porque después del día en que yo muera
ya nadie podrá ver sobre mi rostro
los reflejos del tuyo en ese espejo
que me sorprende
cuando aún no me he visto mirándome
y te veo.
Depresión
es el término siquiátrico
para decir desgano, pesimismo.
(Los más pedantes dicen:
sicosis maniaco-depresiva.)También es argot metereológico:
nubosidades, lluvia, poco viento.Los médicos patólogos lo emplean:
Depresión en el hueso occipital
causada por objeto contundente.Y por último es jerga de geólogo
que significa (más o menos)un hoyo en la tierra.
Por caminar cualquier camino es bueno,
pero el mejor es uno muchas veces andado
donde el pie de su propia inteligencia
evita tropezones, huecos, excrementos,
cuando no es conveniente llegar a ningún sitio
ni encontrarse con alguien para hablar un momento,
cuando sólo se busca caminar hacia afuera
para salir al fin de un pensamiento.
¿Qué busca, señora, en esas bolsas de basura?
¿Igualar las distancias?
¿Evitar el comercio? ¿Un pedazo
de tela para el frío?
¿Un bocadillo de chorizo?
¿Acaso una sortija de brillantes?
O, simplemente, cualquier cosa.Hace días que yo no encuentro nada.
Sólo hay basura en este basurero.
Hay que tomarse en serio
hasta embriagarse
de la propia esencia.
Padre nuestro que estás en la oficina,
reverenciado sea tu nombre.
Benefícianos en tu herencia.
Hágase tu voluntad en casa
como en el despacho.
Danos hoy el filete, las papas fritas
y el mantecado de chocolate.
Perdónanos las coles de Bruselas
y nosotros perdonaremos a la cocinera
si el filete le queda muy cocido
y las papitas mongas.
No nos tientes con promesas falsas.
Regálanos coches deportivos.
Ampáranos de la policía.
Excúsanos de servir en el ejército.
Pues tuyo es el país,
el poder y los pesos,
por los siglos de los siglos,
amén.
Y no he de mirar más a las muchachas
cuando camine por la calle,
ni sentado en las plazas,
ni mucho menos al viajar en metro.
Tampoco he de mirarlas
al deambular por los museos,
ni cuando esté tomando en los bares,
o comiendo en los restaurantes.
No. No las miraré ya más
en las antesalas de los cines,
ni en los intermedios de los teatros,
ni en las paradas de los autobuses.Mirar así es como fumar
demasiados cigarrillos.Perdone, señorita,
¿tiene fuego?
Desde que busco aMarte
sólo encuentro la guerra.
PRESENTACIÓN DE TIEMPO ADVERSO
NOTICIA DE HJALMAR FLAX
por Jorge Rodríguez Padrón
*
Mi conocimiento de la persona y la obra de Hjalmar Flax es muy reciente: hace escasamente un mes que nos vimos por primera vez (unas pocas horas y en circunstancias poco favorables) en Valencia. Hacía entonces muy poco que había tenido la oportunidad de leer algunos de sus poemas. No sé qué extraña corriente de confianza y afecto (pienso que mucho tuvieron que ver en ello los "demonios" insulares) se estableció entre nosotros. Cuando me invitó a ser testigo en esta presentación de su último libro, Tiempo Adverso, no me sorprendió en lo más mínimo, y aceptar no supuso compromiso alguno por mi parte, todo lo contrario: lo hice convencido de que tenía que ser así. Y esta coyuntura me ha deparado la oportunidad de leer toda su obra hasta el presente y conocer así con detalle (no diré que exhaustivamente porque reconozco mis limitaciones) los aspectos más singulares de su poesía. Por tanto, mi presencia aquí esta tarde quiere ser -de una parte- una afirmación pública de mi empeño por dialogar abiertamente, y en igualdad de condiciones, con la literatura del otro lado del Atlántico. Diálogo que entiendo imprescindible para un mejor conocimiento y para una más acertada determinación del futuro inmediato que la literatura hispánica debe cumplir, en este momento crucial de su historia, en relación con las otras literaturas de su área cultural. Pero mi presencia aquí se justifica también -y sobre todo- no sólo por el hecho de celebrar la aparición de un nuevo libro de poesía, sino porque quiero hablar de un escritor cuya trayectoria (lo ha demostrado con suficiencia) se ha ido afirmando de manera evidente, desde su primera publicación en 1969. Una trayectoria que -como trataré de explicar sumariamente a continuación- no se ha cumplido de forma dispersa o incoherente, sino que se ajusta a una inteligente evolución unitaria tanto temática como formal.
En 1969, como decía, publica Hjalmar Flax en Puerto Rico su primera entrega: 44 poemas. Un libro (porque lo era, apesar de publicarse en un volumen conjunto) que determinaba, creo yo que como tentativa, pues su palabra manifiesta allí cierto recelo, tal vez temor a explayarse como luego lo hará. Determinaba, digo, un encuentro iniciático con la experiencia rutinaria de una vida cualquiera, de un hombre cualquiera. Pero ese encuentro no se limitaba a señalar los aspectos aparenciales de tal circunstancia, sino que se ayudaba del lenguaje para introducirse en lo que podría haber tras esas apariencias, tras esas servidumbres cotidianas de la experiencia: el poeta se atrevía a interrogar implícitamente, pero de manera frontal, a todas esas formas que la vida adopta, como prótesis y como máscaras, inconscientemente asumidas por el individuo. Y esa interrogación queda siempre -en esos primeros poemas de Hjalmar Flax- detenida en la frontera que separa ambos territorios. Quizá su originalidad estriba en que, al llegar a ese límite, se resiste a transgredirlo: apunta sólo alguna inquietante sugerencia y deja al lector (como él también ha quedado) detenido, presa de una suerte de extraña perplejidad. De ahí que, casi siempre, los finales de poema se reduzcan a uno o dos versos que contienen esa implícita interrogación o que expresan una quiebra epifonemática en el desarrollo total del texto.
Esos cuarenticuatro poemas, escritos desde la primera persona, resumen los gestos -a veces meditados, a veces inconscientes- de un individuo que tiende hacia la realidad en busca de respuestas y sugestiones. Pero al final esa gestualidad se resume siempre en el vacío y en la soledad. El poema no es más que el signo del drama existencial, de la denodada voluntad con que se pretende iluminar y reconocer la propia identidad. El contexto en el cual se halla inscrito ese individuo resulta manifiestamente hostil: (la tarde cierra / sus portones opacos), calles y habitaciones vacías o cerradas (en esta sala de concreto y vidrio), construidas con materiales fríos y duros, negadores de cualquier temblor humano, por mínimo que sea. Hablo, pues, de una poesía de contactos iniciales, de descubrimientos primarios del contorno; pero es forzoso añadir que también se preocupa Hjalmar Flax (ya desde estos poemas primeros) por conjugar esa gestualidad iniciática con instantáneas reflexiones, con intencionadas réplicas intelectuales referidas a esos instantes, a esas situaciones reveladoras. Pero de esa forma el escritor no celebra su descubrimiento, o esa capacidad alumbradora que encuentra en su lenguaje, sino que radicaliza mucho más su dramático testimonio, como lo hace en este breve pero intenso poema que titula "Quaere":
¿De qué me escapo yo?
El pensamiento juega con jugarlo todo,
(el tiempo, etc.). Sobre un codo heroico
medito el no ganar.
Pero no temas,
no tengo vicios peligrosos.
La escritura se va ajustando perfectamente a esa intención; el orden del texto también produce, con su fragmentación y con su concentración estrófica, sorpresa o perplejidad: siempre inquietud. Los enlaces elididos y la valoración de los silencios contribuyen a crear una intencionada síncopa en la anécdota o una alteración irónica del discurso coloquial (incorporado, por otra parte, sin traumas al texto), y el lector se ve obligado por ello a mantener un estado de alerta constante y una predisposición interrogativa con respecto a todo lo que el poeta dice y -muy especialmente- a cómo lo dice.
Hasta 1978 no publica Hjalmar Flax su segundo libro: Los pequeños laberintos. Y el comienzo de este libro, una serie de poemas amorosos bajo el título significativamente irónico de Pas de deux , nos remite inmediatamente a algunos de los poemas finales de la entrega anterior: nos remite a aquellos textos donde el yo, tan radical y gesticulante entonces, se encuentra -en esa tentativa en pos de su identidad- frente al tú que le descubre el amor. Pero no el amor en tanto que sentimiento, sino como una imagen inquietante de una soledad compartida precisamente en aquella frontera abierta a la incertidumbre y al vacío. En consecuencia, Pas de deux será, como estadio siguiente de la evolución interna de la poesía de Hjalmar Flax, el testimonio de un nuevo conflicto descubierto entonces y desarrollado ahora: el dramático enfrentamiento entre amor y ausencia o entre solidaridad y soledad que tan oportunamente constituye el eje temático de este segundo libro. El amor es entonces una ficción, y por demás fugaz, de la perfecta realización deseada, de aquella plenitud buscada. No por casualidad, y como desarrollo complementario de esta idea, se recogen en Los pequeñas laberintos poemas dedicados (sólo en apariencia de forma circunstancial) a personajes marginales o vapuleados por la vida.
Pero en ese amor como ficción, como revelación fugaz, confirma implacable la monotonía y el cerco anuladores que la realidad exterior estrecha cada vez más en torno al escritor. Así se justifica el título de la segunda parte, En el acuario, y comprendemos cómo, dentro de esta cárcel cósmica / donde el espacio / apesta, el poema es una voz que pide ayuda o que trata de avisarnos del peligro, en una última pirueta gestual. Pero, ¿en qué deriva esta nueva actitud, más compleja sin duda? Pues en un explícito escepticismo: una vez que el poeta sabe, una vez que ha podido traspasar - siquiera parcialmente- aquella frontera, aquel deseo inicial se atempera y la ironía crece; también la capacidad agresiva de su palabra:
¿Tanto hay que decir?
¿Verdaderamente, hay tanto?
Lo dudo.
En consecuencia, su escritura se hace abierta desmitificación de lo sentimental, se convierte en una defensa irónica ante los embates de la experiencia, tan anuladora; y los poemas se construyen como unidades de dos caras que manifiestan el contraste, la inesperada contestación entre una y otra. Queda en evidencia entonces, sin ambages, una saludable falta de respeto hacia el lenguaje, una voluntad destructora del mismo que, en muchos casos, acentúa los rasgos irónicos para desembocar en un corrosivo humor: el lenguaje como óptica capaz de mostrar el revés de las cosas; el lenguaje como criatura que debe ser poseída placenteramente, que se entrega para ello. Por eso, el recurrente erotismo de la poesía de Hjalmar Flax no se detiene en las lindes de lo anecdótico, sino que la palabra, desnuda y ofrecida, llega a ser poseída en atrevidas posturas y con una explícita intención lúdica. Es ejemplar en este respecto el poema Octubre doce: recordando el descubrimiento:
Descubre tu américa,
tu nuevo mundo salvaje y selvático
como una pantera negra.
Déjame contemplar la cuenca de tu amazonas.
Enséñame el delta de tu orinoco.
Al menos tu quebrada. En inglés
"your creek".
En esta noche histórica.
Por otra parte, lo emotivo se contradice por medio de las características síncopas de la anécdota y el ritmo, por la recurrente fragmentación estrófica de los textos, o por la constante culminación del poema en unos pocos versos epifonemáticos que, ahora ya, tienden hacia una expresión más descarnada y explícita del desengaño, antes que a los sugestivos interrogantes de los poemas iniciales: un final inútil, cuya rigurosa expresión confirma la dramática sabiduría conseguida por el poeta en su obsesiva búsqueda: A pesar de todo / nada quedará. , reza el Último poema. Ya decía que la palabra se ha hecho más agresiva, que ha perdido la timidez, aquel recelo, iniciales; pero es que también se propone como un juego para el lector que pueda cambiar o violar, en una lectura participativa, la imagen propuesta por el poeta, y hasta los derroteros de su propio discurso.
Entre Los pequeños laberintos (1978) y este Tiempo adverso (1982) que hoy nos convoca existe también un nexo evidente que se adecúa a esta progresiva madurez alcanzada por la obra de Hjalmar Flax. Me refiero a los poemas reunidos, en el libro de 1978, bajo el epígrafe Miramar 709, que es el domicilio del escritor en Puerto Rico (Santurce). Poemas éstos que manifiestan un deseo urgente de comunicación consigo mismo y con su pasado, porque se reconoce la fugacidad, la instantaneidad de unos alumbramientos capaces de mitigar la radical soledad del individuo, tan intensamente padecida. Esa misma fugacidad, ese mismo sentimiento de pérdida consciente, de paso anulador del tiempo, constituyen el tema central de este último libro. Una obra que se carga así de mayor densidad y que expresa, de forma mucho más contundente por lo profunda, el desengaño ya visto en Los pequeños laberintos:
Sólo hay un tiempo.
No se repetirá
para nosotros.
Tiempo adverso es el libro de la sabiduría final; por eso sus poemas son menos precipitados, también menos frívolos; por eso, la ironía, que ya se ha establecido en la escritura de nuestro poeta como característica fundamental, resulta mucho más sutil, funciona ahora dejándonos ver el lado opuesto de la realidad, no para hacer explícito el contraste entre dos realidades. En cierto modo, el poeta ha llevado su proceso indagador hasta más allá de los límites que lo detenían en la interrogante perplejidad del principio. Su palabra se ha hecho, como digo, más sabia y se ofrece cargada de mayores recursos (he escrito varias veces "cargada" no por casualidad: quiero destacar ese sentido agresivo y peligroso que ha ido adquiriendo la palabra de Hjalmar Flax). El amor y la memoria personal; la existencia cotidiana y los encuentros habituales siguen siendo sus temas básicos; pero el amor ya no será encuentro o corroboración del drama presencia/ausencia, sino que se expresa como una soledad cíclica y reiterativa que gira imparable ante la incapacidad del individuo para detener su dramática carrera de desaste, muerte y renacimiento. La memoria personal se ofrece como especulación reflexiva, más meditada y contenida, porque también la seguridad del escritor es mayor: observa el mundo y el tiempo desde una perspectiva donde lo sentimental y lo próximo se han sustituido por una más cuidada objetivación textual de la experiencia. Veamos este poema, La hora del té, dedicado como Metafísica, en el libro anterior, a Josefina Guarch:
Tu ausencia es el eco de un recuerdo.
El reflejo de contadas tardes
en el patio florido de la casa.
El brillo de tus canas bien peinadas.
La transparente copa de cognac
en tu mano
frágil.
La existencia cotidiana y el contacto con los otros que no son el tú de la amada, se tiñen en este libro de conotaciones morales, se traduce en referencias existenciales que contribuyen a dilucidar la propia identidad del escritor.
En resumen: el yo se manifiesta como pasado e historia que ya no está, una vez consumidos por el tiempo eso otro lugar y esa otra imagen que se evocan obsesivamente; el tú representa una expectativa de futuro nuevo y liberador, pero se convierte en final inexorable: el amor -como se ha descubierto- no es más que un círculo vicioso donde la esperanza nunca se realiza de forma total y absoluta. ¿Qué queda, pues? El título mismo nos lo advierte: la palabra, el poema; los signos dispersos y fragmentarios de una escritura testimonial; los silencios tan llenos de significación como la palabra misma; la abierta predisposición del lenguaje poético para integrar lo emotivo y lo patético, lo irrisorio y lo vulgar, sin que por ello se resienta la eficacia alumbradora; la notable capacidad de síntesis para cargar de sensualidad a esta palabra esencialmente reflexiva:
Llegas y te confundes
con aquello que estaba donde estás
ahora. Beso
la diferencia.
Jorge Rodríguez Padrón
18 de marzo de 1983
Ateneo de Madrid
________________
*
Jorge
Rodríguez Padrón nació en 1943 en Las Palmas de Gran Canaria, donde ejerció de
catedrático de Lengua y Literatura Españolas. Fue periodista y redactor de la
revista de Gran Canarias, Fablas, y ha desempeñado una amplia labor
crítica en las principales revistas españolas e hispanoamericanas. Entre sus
libros publicados deben destacarse los de ensayo: Domingo Rivero, poeta del
cuerpo (Madrid, 1967), Tres poetas contemporáneos: Valery, Pavese, Paz
(Las Palmas, 1973), así como el de Poesía, Geografía e Historia (Las
Palmas, 1968); y también algunos de los ensayos publicados en
"Cuadernos
Hispanoamericanos":
Juan Carlos Onetti, desde el ámbito de la fábula (octubre-diciembre
1974), El tiempo hecho cuerpo repartido (enero-marzo 1979) Lectura en
tres tiempos (octubre-diciembre 1979), y Juan Ramón
Jiménez
-
Luis Cernuda: un diálogo crítico
(octubre-diciembre 1981).
PRESENTACIÓN DE TIEMPO ADVERSO
por Edgardo Rodríguez Juliá *
Tiempo Adverso es, antes que nada, un libro bien compuesto. A pesar de la división en cuatro partes, su unidad resulta paradigmática si reconocemos que la mayoría de los poetas concibe el poemario como una mera colección de poemas. Aquí el poeta sólo se siente obligado a la exploración de unos cuantos temas. Dentro de ese espacio limitado que es el libro, a través de pocas obsesiones, nos ofrece la gama de su registro, las distintas voces de su particular cosmovisión.
La primera parte, Círculos, explora el tema del amor con un lirismo nunca ajeno a la inteligencia. Ese equilibrio entre sentimiento y meditación establece el tono del libro. El amor se convierte en esa cantidad casi conocida que nos obliga a descifrar, en el espacio poemático, diminutas revelaciones sobre la condición humana. Si el neorromanticismo de Neruda concibió la poesía como mural, este intimismo de Hjalmar Flax concibe la poesía como miniatura que nos revela la infinita extrañeza del mundo. En el poema Carpe el tema del amor desemboca en una meditación sobre el paso del tiempo. Sorprende que en poemas tan breves, en espacios tan reducidos, el poeta pueda contener tanto. Es que estamos ante una poesía compuesta con rigor, ajena a los caprichos de la retórica o la inspiración, del código o la emotividad. Este cruce del amor y el tiempo nos coloca en una larga tradición que en nuestra época culminó con la poesía de Antonio Machado. La poesía, lo mismo que la narrativa, no está hecha de originalidades absolutas, sino más bien de esas pequeñas variaciones significativas que honran una tradición. La auténtica vocación literaria quizás comienza con esa ineludible modestia ante una tradición milenaria.
En Puntos de Partida, la segunda parte, el poeta acalla el amor para cuestionar la existencia con ironía cavafiana. En el poema La vuelta por la ida leemos: "No creas, viajero, aunque siempre / a la misma ciudad llegas cansado, / que todo será igual. / El tiempo pasa." En El Tren, para mi gusto un poema de una belleza singular, los versos trazan una delicada ecuación entre la permanencia y la fugacidad, entre la fugacidad y la extrañeza. El resultado de esa operación sutil es la revelación de otra paradoja: El recuerdo es más real que la experiencia; ésta es una alucinación que sólo se redime con el tiempo, que sólo alcanza realidad a través de la memoria. La ironía de Flax va unida a un gusto y regusto por el "pun", por el juego de palabras o la frase de antiguo sabor conceptista. Pero en Espejismo la ternura al fin derrota la ironía, estoy ante uno de los poemas más conmovedores que he leído sobre la maternidad.
En Circunstancias y atenuantes, tercera parte, las epifanías -esas pequeñas revelaciones que resultan anécdotas cuidadosamente calibradas por la meditación- cobran preeminencia. Esta parte comienza con un poema estupendo; me refiero a Poema Circunstancial. En No es lo mismo, el juego de palabras, el conceptismo, adquieren asombrosamente una urgencia aterradora. El poema Los pescadores reinaugura el olvidado tema de la amistad. Ésta es vista con una frescura a la vez anclada en la más antigua tradición. La recuperación de la amistad, por medio de la mirada tendida al mar, nos evoca El Contemplado de Pedro Salinas. Estas epifanías anhelan, siempre con ironía, un conocimiento absoluto. Tantas intenciones y voces quedan resumidas en estos versos mediante los cuales el poeta le pediría a Dios "que me diga en un verso el universo.". La conjunción de conceptismo y juego de palabras aquí resulta perfecta.
En Antídotos, la última parte, la ironía a veces se convierte en sarcasmo; llegamos a ese Hjalmar Flax irreverente y travieso de Los Pequeños Laberintos, el poemario anterior suyo donde prevalece el acercamiento lúdico. Aquí la llamada "antipoesía" logra esa precisión tierna y mordaz del Ernesto Cardenal de los Epigramas. Veamos estos dos versos que son, a la vez, un comentario sobre el amor y la naturaleza de las erratas: "Desde que busco a Marte / sólo encuentro la guerra". En Aforismo la confusión de dos refranes tropieza con un equívoco.
En fin, con Tiempo Adverso Hjalmar Flax inaugura senderos por bosques ya explorados; ¿qué más se le puede pedir a la buena literatura? Recomiendo la lectura de Tiempo Adverso con un entusiasmo que a estas alturas no me resulta fácil. Aprovecho para llamar la atención hacia los otros libros de Hjalmar Flax: Los Pequeños Laberintos y 144 Poemas en 2 Libros. Su obra ya alcanza una madurez que en Puerto Rico sólo es dable si aceptamos la soledad del nombre propio y renunciamos a esas cofradías donde el elogio es una variante de la vanidad. Hjalmar, felicitaciones por un libro donde comienzas a consagrar tu magnífico nombre. Lectores, no se lo pierdan, ya se darán cuenta de que los poemas del enigmático Hjalmar Flax también son una cantidad adictiva, reivindicación de un género tan tristemente mortificado en esta isla de muchos poetas y poca poesía.
Edgardo Rodríguez Juliá
En Río Piedras, a 4 de agosto de 1983
________________
*
Edgardo
Rodríguez Juliá
nació el 9 de octubre de 1946 en
Río Piedras, Puerto Rico. Es Catedrático Jubilado de la Universidad de Puerto
Rico. Ha publicado seis novelas y catorce libros de crónicas y ensayos. Esta
obra ha sido suficiente para situarlo entre los más sobresalientes escritores
puertorriqueños.
En 1974 publica su primera novela, La renuncia del héroe Baltasar.
Su segunda novela, La noche oscura del Niño Avilés,
apareció en 1984 y fue publicada en francés, por Ediciones Belfond de París, en
1991. Ha publicado los siguientes libros de crónicas y ensayos: Las
tribulaciones de Jonás, 1981; El entierro de Cortijo,
1983; Una noche con Iris Chacón, 1986; Campeche, o
los diablejos de la melancolía, 1986;
Puertorriqueños, 1988; El cruce de la Bahía de Guánica,
1987.
En 1986 recibió una Beca Guggenhein de Literatura. En 1992 fue primer finalista
del Premio Planeta-Joaquín Mortiz con su novela Cartagena.
En 1993 fue primer finalista del Concurso Internacional de Novela “Francisco
Herrera Luque” con El camino de Yyaloide, editada por
Grijalbo en 1994. En 1995 ganó dicho concurso con la novela Sol de
Medianoche, novela también galardonada con el Premio Bolívar Pagán
del Instituto de Literatura de Puerto Rico en el 2001.
Sus obras más recientes son Elogio de la fonda, 2000,
Caribeños, 2002 y Mapa de una pasión literaria
(2003). El entierro de Cortijo ha sido recién
traducido por Duke University Press con el título de Cortijo’s Wake
y al francés por Éditions L’Harmattan. El año próximo Wisconsin
University Press publicará en traducción de Andrew Hurley La noche
oscura del Niño Avilés y una guía literaria de San Juan,
publicada en 2005 y titulada, San Juan, ciudad soñada. Su
novela, Mujer con sombrero panamá de 2004, fue editada en
España por Mondadori y premiada por el Instituto de Literatura Puertorriqueña
como la mejor novela del año.
Desde 1999 Edgardo Rodríguez Juliá es miembro de número de la Real Academia
Española de la Lengua. En el 2006 fue nombrado Profesor Distinguido en el
Conservatorio de Música de Puerto Rico.
Desde 2007 es Escritor Residente de la Universidad del Turabo. También ha
dictado cátedra, como Profesor Visitante, en la Florida International
University. En esta universidad ha tenido a su cargo cursos de Composición
Literaria y un curso graduado sobre Literatura Antillana.
Actualmente dirige la Colección Antología Personal en La Editorial de la
Universidad de Puerto Rico y dirige la revista La Torre.
En 2009 publica con Beatriz Viterbo de Argentina su Antología Personal de
crónicas, titulada La nave del olvido. En 2010 publica con La
Editorial de la Universidad de Puerto Rico la novela
El espíritu de la luz.