44 Poemas se publicó en 1969 conjuntamente con el libro 100 Poemas de Arturo Trías, en un volumen titulado 144 Poemas en 2 Libros, en una edición de autor. |
Selección de 44 POEMAS
Tiene la nada
el atractivo de la sencillez.
Yo sé las tardes grises
como claustros trapenses.
Tardes que son
sótanos inmensos.Tardes como zaguanes sin salida.
Tardes como rincones.Tardes ancladas, mohosas
en los muelles del cielo.Tardes,
en que el silencio afila los sonidos,
y perdura.Yo sé la eternidad de un instante,
desperdiciada.
Y he visto el tiempo
dormido
sobre los tejados.
La tarde se pudre.
Los edificios
espetan ángulos y filos
en su cuerpo muerto,
y perduran ...Pero la tarde se pudre,
y en cada gota de mi sangre
se aburre un universo.Descuartizada,
como res que cuelga
por los tendones,
mi alma
bosteza ...
Pasadía en la playa.
Caminamos.
Por el ruido del mar hablamos poco,
además, hace brisa.
Con la punta del pie surcas la arena
cada dos o tres pasos.
Y yo me voy llenando los bolsillos
de caracoles, conocidos todos,
pequeños, multiformes y vacíos.
Con tu mano derecha, a cada instante,
te apartas el cabello de los ojos.
Observo tu ademán, y te sonríes.A orillas de tus ojos
me inclino a recoger tus pensamientos.
Deliberadamente
me voy llenando el corazón con ellos.
Acaso, porque he visto
la luna y las estrellas
y sin poder dormir he estado alerta,
así aprendí a buscar, cómo el murciélago,
a gritos en la noche,
una meta sin ecos.
La ruta del hombre
se empequeñece,
se vuelve rutina:
insustantivo;
cotidianería intrascendente,
día, tras día, tras día ...
Ir,
y no dejar la huella
del pájaro en la nube.Ir y pasar,
siendo lo que no fue,
como un sueño.Morir,
como la palabra borrada.Ser error de algo:
un error, de otro error, de otro error,
de otro error ...
o coincidencia.Soy animal,
y ustedes,
hombres.
Esta casa vieja,
estática en su lento deterioro,
sobre el mismo solar, los mismos árboles
que ya no dan sus frutos como antes.
El suelo pedregoso y blanquecino
se ha comido la grama y las pabonas.
Al buscar los cimientos se hallaría
que el edificio entero
se ha hundido unas pulgadas.
La polilla se come las molduras
de todas las ventanas,
y bajo cada alero
centenares de arañas silenciosas
tejen sus redes en la sombra intacta.Esta casa grande aún conserva
en el atardecer, cierta elegancia,
y su ancho perfil en el crepúsculo
da una opulencia y solidez que engañan.
El mismo viento
que sopla en las ventanas, hoy me suena
distinto, al que soplaba
cuando era niño en esta misma casa.Es cierto que ahora he regresado
a vivirla de nuevo. Y no me extraña
(no obstante que dormimos
en el cuarto que era de mis padres)
porque una sensación, como un constante
de familiaridad me empapa el alma.Y en esta tarde
soleada, a principios de verano,
sentado a mi escritorio,
en el mismo lugar donde mi padre
al suyo se sentaba,
miro por la ventana hacia la calle,
al mismo árbol con sus flores lilas
meciéndose en la brisa
mansamente.Y comprendo que nunca
podré salir de aquí.
Y me da miedo.
Quiero pensar
que alguna vez pudiere
abrir la ostra hermética
donde mi alma duerme.
Rociarla
con el jugo agrio de la tarde.
Comérmela,
y sacar una perla de mi boca.
Era la idea
un puñado de arena,
y mi memoria
un puño cerrado.
El olvido era el mar.
Cansado
abrí la mano
y el mar se llevó la arena.
Ella se va, se acaba, como en sueño,
fluyendo en el azogue de sus piernas
hasta llegar al borde del abismo
para caer en él, sin darse cuenta.Ella se va, se pierde, como un ave
que vuela más y más en línea recta
hundiéndose en el cielo hasta volverse
un punto distanciado de la tierra.Ella se va, la apura la distancia.
A cada instante se hace menos ella,
dejándome las manos detenidasa mitad del dolor, palmas abiertas,
y el corazón trepándome en el pecho
como una rata ahogándose en su cueva.
(Nota de Enrique Laguerre en
tarjeta de navidad de 1969)
154-21-65 Ave.
Flushing, N.Y. 11367
a 15 de dice 1969
Mi querido amigo Hjalmar:
Recibí el poemario que compartes con
Trías. Gracias.
He notado que no incluyes alguno –o
algunos– de los poemas que yo conocía.
De todos modos, creo que hay fuerte
originalidad en tus versos: logras dramatizar, eficazmente, el tedio de la
ciudad. Parece paradójico, pero es cierto. Son versos que expresan, con tedio
sorprendido, el mal uso que damos a los “milagros” de la creación. Hay atmósfera
de contaminación oscura y densa. Quizá sea esto un hallazgo.
Quizá es por eso que surgen, una y
otra vez, los motivos de la tarde, del anochecer y de la noche. Y los bombillos
son, a veces, un insulto a esa creación.
Es notable la eficacia poética con
que tratas de concretar lo abstracto y, por momentos, reduces a cordiales
pequeñas ánimas sin forma.
Mi felicitación, con un abrazo de
(fdo)
Enrique A. Laguerre
P.D. Te doy esas impresiones, a vuelo de pluma, porque realmente me gusta tu
libro.