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Publicado en 2015 por Mariana Editores, Cayey, Puerto Rico, 124 págs. La imagen en la portada es un políptico en lienzo de gran tamaño creado por la artista y calígrafa inglesa Rosella Garavaglia a partir de un poema del autor. |
Cuando trató
de alzar el vuelo
dio con sus huesos en el suelo
y ya no tuvo más
consuelo
que su desvelo.
Helo.
Va cada cual consigo mismo a cuestas
por las altas y bajas de su propia existencia
instado por el ritmo de los días
y las noches,
de semana en semana, de año
en año.
Por su pequeña
ruta,
tres o cuatro paradas, su rutina,
desperdiga su tiempo en poco, en nada.
Y sin embargo vive, como vive
todo ser su minúscula
existencia.
Tiene vida la vida que el vivo ser no
sabe,
y sin saber persiste: el cangrejo en su cueva,
el insecto en el árbol,
el percebe incrustado,
la lombriz en la tierra, el ave, el pez, el cabro...
Algo tiene la vida que le viene de entonces y de cuando.
Pero el hombre, encumbrado,
con su abultado ganglio que delira,
se cree distinto al ave, al pez, al cabro;
superior al percebe, la lombriz, el insecto,
más
libre que el cangrejo a la orilla del mar;
fantasea su existencia, rechaza su
futuro,
pero muere en su tiempo, como todos.
Pueda yo ver la esencia de cada cosa
inerte,
la especial maravilla de cada ser viviente
que comparte conmigo este espacio, este instante,
este aire, esta luz, este destino.
El HOMBRE
DETENIDO
(foto en blanco y negro)
Sobre la plataforma de madera,
a tres metros del suelo, está
de pie.
El cinturón
de cuero que lo ciñe
le sujeta los brazos a los lados.
Grilletes le coartan los tobillos.
Insólita
corbata, la ancha soga
le ajusta la capucha al cuello, casi
se distingue el contorno de su rostro.
Grueso le cuelga el nudo sobre el pecho.
No ve por la capucha, pero sabe
que está
parado sobre la compuerta.
(¿Acaso la sintió
ceder un poco?)
Hacia atrás,
en la sombra, un sacerdote
mira la Biblia con la boca abierta.
(¿Oyó
las preces, encontró
consuelo?)
Con la mano derecha en la palanca
mira el verdugo su muñeca
izquierda.
(¿Aguardará
que llegue el segundero
hasta el número
doce?)
Sin embargo aquí
todo sigue estático.
El segundero nunca llega al doce
La mano nunca mueve la palanca.
El cura nunca cierra ni el libro ni la boca.
Y el hombre encapuchado seguirá
parado en la compuerta, soga al cuello,
el vacío
debajo de sus pies.
Mi alma tiene piel de cocodrilo.
Está
tan adaptada a superar catástrofes
que soporta su historia como duras escamas.
Vagabundeaba mi alma por la tierra
desde antes que al inquieto alquimista primordial,
en las salobres miasmas de una ciénaga
tibia,
se le ocurriera unir carbono, hidrógeno,
oxígeno, nitrógeno y potasio
a ver qué
resultaba... Y resultamos.
Mi alma y la de todo ser que vive,
que mora y morirá,
surgió
en el estallido originario,
es parte de una sola que se hizo pedacitos
anticipando millones de milenios.
Por eso se entristece mi alma cuando
mira
el pobre simulacro de un fuego artificial,
y sus duras escamas se ablandecen,
y vuelve a recordar aquel instante
de posibilidades infinitas,
y vuelve a revivir su nacimiento
cuando tenía todo por delante.
Lavo mi cuerpo envejecido en este
mismo cuarto de aseo donde hace
tantos años que vengo recreando
la grata ceremonia del baño cotidiano.
Cual si fueran familia,
reconozco
las losetas del piso, el botiquín,
las luces fluorescentes que lo enmarcan,
los azulejos, la bañera, el inodoro,
los toalleros, el lavabo, todo...
todo salvo este cuerpo envejecido
que froto con jabón, enjuago con la ducha,
y me hace recordar tiempos mejores
perdidos en la estela nublosa de la vida.
Una vez más
me agrede silenciosa
la ingrata permanencia de las cosas.
De la muerte
él sabía lo que todos sabemos:
que nos apresa y sume en un silencio oscuro.
Mas cuando ella (no arrancada de su lado, no,
sino tan suavemente desprendida de sus ojos)
se encaminó
hacia sombras que él no conocía,
fue entonces (al sentir que allá
brillaba ahora,
cual luna en las praderas, su sonrisa de niña,
y allá
estaba su amable corazón generoso)
que conoció
a los muertos, cual si, por ella, él fuera
el pariente cercano de cada uno de ellos.
Dejó
hablar a los vivos, pero no nos creyó.
Y nombró
a aquel país
como el mejor situado,
eternamente dulce... y a tientas exploraba
buscando en los caminos las huellas de sus pies.
El buen cine te lleva de la mano
a sitios solitarios donde una vez amaste,
hasta la tumba llana donde el amor reposa
como un tierno vampiro esperando la noche.
Te recuerda aventuras que nunca acontecieron
y que tal vez pudiste haber vivido.
Te muestra los caminos que te negaste
a andar.
Te ilumina el instante de absoluto abandono:
la muerte de la madre, del padre, del hermano,
del amigo entrañable,
de la gran ilusión.
Te conduce al encierro, al horror, al abismo.
Te despega los párpados sonámbulos
y te obliga a fijar los ojos anegados
sobre tu corazón
incógnito que oculta
todo lo mencionado y mucho más.
Deambulo por calles descosidas
entre muertos que van pero no vienen,
reconociendo rostros que retienen
destellos de otros tiempos y otras vidas.
Junto a ciegos sonámbulos
suicidas
que gambetean pero no entretienen,
doy pasos suaves para que no suenen
por anchas y encharcadas avenidas.
Veteado muaré
levanta vuelo,
–triángulo
de tordo terciopelo–
una noctuela oculta en su reposo.
Cesa la lluvia, se dibuja el oso,
filo de cimitarra rasga el velo
y en otro suelo estoy, en otro cielo.
A veces un cuerpo es una rada
donde bajar el ancla; una dársena
donde amarrar el bote, pisar tierra
y tomarse una cerveza; un rescoldo
donde arrimar el corazón.
A veces un cuerpo es un recuerdo
que cambia con el tiempo;
un rimero de dudas;
un punto de partida desde donde
distanciar el corazón.
A veces un cuerpo es sólo
un cuerpo;
y basta.
En mi viaje hacia el vacío
llego a una edad en que descubro
las enormes verdades de las cosas trilladas,
los estrechos confines del pensamiento lógico,
la terrible tristeza tras las modas,
la irrelevancia de la gran historia,
y la enorme importancia de lo efímero.
Hasta este juego al que rendí
la vida
ya no entretiene tanto
como las voces y las risas de niñitos
pequeños.
"¡Son tan graciosos!" me decías...
y yo no comprendía.
Hoy sé
que no hay nada más
lleno de gracia
que los niños
pequeños.
Los amo a todos con tierna compasión.
En sus caritas transparentes brilla
lo que pudimos ser y nunca fuimos,
lo que pronto perderán
en la barbarie
que se llama humanidad.
A veces el poema es un narciso ciego
que sueña
con su imagen y no encuentra caminos.
Se pierde dando tumbos entre palabras huecas
y expira en los silencios de sordos desatinos.
A veces el poema es un narciso blanco
con un pequeño
sol en su centro amarillo
que ilumina las aguas del río
que es la vida
y transporta al lector por luminoso trillo.
Tensado tantas veces entre
esos dos extremos
está
el poeta, ¡pobre!, esclavo del misterio.
Transformado su oficio en potro de tortura,
atormentado vive su vida en cautiverio.
No obstante y sin quejarse, el poeta
persiste,
camina por las calles de la ciudad, almuerza
en fondas con amigos, o solo, y permanece,
y regresa a la orilla, y recomienza.
En mundo inmundo bebo puya y prieto
café
más que
la vida negro,
más que la noche negro y oscurece
y sucumbe la noche atumulada
bajo verbos, adverbios, adjetivos
y también
sustantivos, entretanto
preposiciones y posposiciones,
y el tiempo, tiempo sordo, tiempo ciego.
Tuviese cuatro cosas que decirte:
que estoy vacío
y giro sin cesar,
desamparado giro, y mis atributos
envejecen desequilibradamente;
que persisto en la idea que construyo
binómico irresuelto y redolido;
que sorbo a sorbos café
prieto y puya
y doy todo por bueno y me detengo
a contemplar un chango en su negrura
que se allega y desllega con sus plumas.
Yo no tengo más
día que mi día
ni más suelo que mi desconsuelo,
lo que mis suelas zapateras pisan
evitando la gracia de los perros.
Ayer café
tomaba puya y prieto
y un pichón
blanco con el pico azul
cagó
mi boina y me dejó
indefenso.
Luego de tanto quehacer,
hacer y rehacer y soportar
sobre la contundida espalda del espíritu
el peso enorme de la P O E S Í
A;
movido y conmovido
por ritmos, melodías,
peligrosas
palabras explosivas,
beligerantes versos sibilinos;
entregados los años
a golpear pedruscos chispeantes y sonoros,
a toda hora, a cualquier hora,
bajo influjos de soles o lunas; estrelladas
las alas temerarias en noches sin estrellas
(deforme somorgujo condenado
a zambullirse en oscuras aguas agitadas
para sobrevivir el litoral inhóspito,
la sorda y chata literalidad);
proyectada la vida
como sombra de saguaro centenario;
miro el resto de mi sol ya casi puesto
y dejo esto...
sin de verdad saber si de algo valga,
porque desde hace un tiempo
sólo puedo leer lo que yo escribo.
Comentario de Félix Rivera Guzmán
Email: 19/6/2015
Hjalmar,
Lo que más
me impresiona es que en cada libro logras un nivel aún
más
alto. Los poemas parecen construidos de chinos de río:
cada palabra limpia y sólida.
Por supuesto "Elegía"
es el vértice
del libro: de ése
no me atrevo ni a comentar.
No es lo mismo leer poemas sueltos o
un libro en proceso, como lo es leer un poemario de principio a fin como si uno
escuchara una obra musical. Poemas como "El hombre detenido", en el contexto del
libro adquieren un relieve que les da una fuerza que es, a veces, hasta incómoda
(Insólita
corbata, la ancha soga...).
Me parece interesante el contenido
metafísico
de algunos poemas. En "Periplo" hay ciertas resonancias que me recuerdan el zen.
Los sonetos, en mi opinión,
forman una especie de contrapunto a lo largo del poemario. "Cuando", "Aguafuerte"
y "Presagio" son mis favoritos.
Te felicito por tan bello libro.
Un fuerte abrazo,
Félix
Querido Hjalmar:
Acabo de recibir tu "penultimatum" y
no sé si echarme a reír... o a llorar. Será que me pongo sentimental, viejo,
como esos viejitos que se mueven -como pueden- entre tus versos, con sus
adoloridos huesos, mas hueso enamorado. Hueso iluminado por sus pocas certezas y
su mucho escepticismo.
Leo -releo- tus poemas. Un tour de
vie. ¿Qué otra cosa ha sido tu poesía sino una constante, atenta, a veces
despiadada, otras bendecida por la ironía, mirada sobre ti mismo? O mejor, desde
tú mismo, solitario o gregario; selectamente acompañado. Siempre desde esa
mismidad contaminante, irradiante hacia los otros. Nunca solipsista ni
tabernacular. Sutil compañero que completas y amplificas nuestra mirada. Porque,
querido amigo, la poesía no debería ser más que eso: descubrimiento de lo
inadvertido, completez del mundo (el sentimiento subyacente o la impostura del
sentimentalismo, la observación desveladora, la rasgadura del lugar común, la
secreta imantación que ocultan las palabras...), la uña que rasca y pone a
vibrar ante los ojos el milagro cotidiano y a veces terrible que la pereza
corrompe o esconde. Y tú lo consigues.
Sé que a veces la retórica de un
poema nos conduce adonde no quisimos ir. Así escribe el poema; "y nos hacemos
viejos y testigos / del tiempo nuestro no recuperable ni en la amistad". Pero
miente el poema. Tus poemas son una 'Grande Parade' donde habitan la abuela, la
madre, el padre, el fervor de la amistad, por un puñado que sea, y que tus
poemas no abandonan ni te abandonan. Recuperables todos en la fatigada memoria
del poeta y sus poemas.
No creo ser el único de tus lectores
que no se contenta con una lectura exterior de tu escritura. Siempre me siento
incumbido. Es como se ejercieras el método socrático de forzar en cada uno el
nacimiento de una nueva contemplación de la realidad que permanece latente y que
la provocación de tu escritura anima (le pone alma).
En fin, que con un fuerte abrazo te
queda agradecido,
pio e.
30 de junio de 2015
Leer la poesía de Hjalmar Flax es siempre
una aventura que exige, necesariamente, la relectura.
Por: Carmen Dolores Hernández
El Nuevo Día, San Juan, P.R., 5 de julio de 2015
Penultimatum
Hjalmar Flax
Mariana Editores, 2015, Cayey, PR
Leer la poesía de
Hjalmar Flax es una aventura: sorprende, confronta, irrita y –también– subyuga
con su ironía, sus equívocos, sus paradojas; con su inteligencia e intuiciones.
Hay más en ella de lo que a primera vista (o lectura) aparece. Se imponen las
relecturas.
Desde hace algún tiempo se ha ido
atemperando la ironía mordaz que primaba con la emoción cada vez más patente. La
mueca sarcástica que tapaba el dolor, la incertidumbre, el vacío, no consigue ya
disimular el sentimiento cada vez más trágico de la vida. Los que antes eran
atisbos que asomaban –contenidos, incluso sofocados– se han ido apoderando del
verso. Queda aún el pudor de quien asume el dolor, evitando que devengue en
espectáculo sentimental. Tal tensión le presta potencia y complejidad a esta
poesía.
No es que haya desaparecido el juego
– mucho menos la ironía. La sección titulada “Apotegmas” (dichos breves y
sentenciosos) lo demuestra. “Encerronas” conserva la sátira mordaz en poemas
como “Hora del Comemierda” o “Vida decimada”; la gracia irreverente en otros
–“Dominguesca al freso”, “Paraíso Para Lelo”, “Prodigio en La Hacienda”– y las
síntesis apretadas con juegos de palabras (como en "Epitafios II": Aquí yace por error/ un error ya corregido.)
Hay ecos aquí, además, de una
tradición cuyos temas perennes son –según se señala en las “Advertencias”
iniciales– el amor, la vida, la muerte y la poesía misma, cuyas formas clásicas
se incorporan. Maestro Flax del soneto –forma difícil, si alguna, por la
precisión que exige– éste suele aparecer súbitamente, sorpresivamente, en sus
libros como hitos felices que los vertebran. También aquí. Desde el titulado
“Puerto Rico”, que recuerda la saña de un Manuel del Palacio, hasta el
melancólico “Presagio”, pasando por el hermoso soneto de amor, “Cuando”, Flax
demuestra su dominio de la forma. (El primer cuarteto de éste dice: Cuando se cruce amor en tu camino,/ si se vuelve
a cruzar, abre los brazos./ Olvídate de penas y fracasos/ No pienses que se
trata del destino...)
La sección “Espejos”, reflexiva,
se centra en el misterio de la vida que nos hermana (Pueda
yo ver la esencia de cada cosa inerte,/ la especial maravilla de cada ser
viviente/ que comparte conmigo este espacio, este instante,/ este aire, esta luz,
este destino) y nos provoca. Resuena
insistentemente el lamento fatal de Rubén Darío, con diferente énfasis: Yo prefiero sentir que desde siempre/ estuvimos y
estamos en una nave cósmica/ que se desplaza por el universo/ y llega a todas
partes y a ninguna/ porque no se detiene, que el destino/ es un retorno
interminable/ a lo desconocido. Se insiste en lo
cósmico, en la visión de la muerte como retorno y de la vida como instante
suspendido sobre un vacío.
Aparece una emoción infrecuente en
poemarios anteriores: la ternura. En “Parquecito de Miramar” y “Querida abuela”
el poeta valora lo pequeño, lo cotidiano y la esperanza –amenazada por el tiempo-
que representa la niñez. Esa ternura, junto con el dolor de la orfandad,
universalmente reconocible, animan la “Elegía”, centro del libro. Crónica de una
muerte anunciada y del efecto sobre los sobrevivientes, irradia un sentido de
pérdida, de nostalgia por lo irrecuperable que conforma la tónica dominante del
poemario. Sencillo, casi escueto, este largo poema dividido en partes aspira a
una objetividad que lo elude; se impone la devastación íntima (Todo
estaba previsto y preparado .../ salvo los ojos para verlo muerto,/ y el corazón
para aceptarlo). El dolor contenido prorrumpe en
una hermosa letanía/oración a la madre tierra que nos acoge, muertos, en su seno.
El ritmo repetitivo de las preces es un doble de campanas que tañen.
El otro gran tema del libro –en la
sección “En la orilla”– es la poesía. Puente hacia el futuro –Por
él pasa la gloria de la vida/ y es, cuanto más, efímera la historia/ cuanto
mejor rimada y escandida– nos permite
distanciarnos brevemente de la realidad a la que luego nos devuelve –porque
al pulirla brotan tonos grises,/ suena la consabida barcarola/ sale mi soledad
bogando sola– y es salto eufórico de fantasía.
Cuerda tendida entre el logro y el fracaso, la poesía es oficio peligroso,
acechado por la falsedad del lenguaje, el artificio, las distorsiones académicas
y la vanidad de los poetas. No son ellos, sino su poesía, lo que debe permanecer: Ojalá dure en lengua de mi prójimo/ algún
poema mío, algún verso/ que espolée su pensamiento,/ que sople en su corazón.
Éstos,
de Hjalmar, permanecerán. Su gracia e ingenio nos alegran; su visión de la
condición humana nos ilumina. Su inteligencia mueve a la admiración; sus
intuiciones a la compasión que nos hermana.
________________
*
Nacida en San Juan, Carmen Dolores Hernández estudió su bachillerato en el
Colegio Universitario del Sagrado Corazón de esa ciudad; tiene una maestría en
literatura de New York University, un diploma de francés de la Univesidad de
Ginebra y un doctorado en Filosofía y Letras con especialidad en Literatura
Española de la Universidad de Puerto Rico. Después de enseñar brevemente en la
Universidad de Puerto Rico, se dedicó a la crítica literaria en el peridico El
Nuevo Día. Además de escribir artículos culturales y reseñas de libros con
frecuencia semanal desde el 1981, estuvo a cargo de las revistas culturales de
ese periódico, “Foro” y “Letras” (2002 - 2005).Colabora habitualmente en
revistas puertorriqueñas y del extranjero (Estados Unidos, México y Alemania) y
ha publicado los siguientes libros: Manuel Altolaguirre, vida y literatura
(Editorial de la UPR, 1974); De aquí y de allá. Libros de Puerto Rico y del
extranjero (Biblioteca de Autores Puertorriqueños, 1986), Puerto Rican
Voices in English. Interviews with Writers (Praeger Publishers, 1997),
Ricardo Alegría. Una vida (Plaza Mayor, 2002) y A viva voz (Grupo
Editorial Norma, 2008). Ha editado un libro de ensayos sobre literatura
puertorriqueña, Literatura puertorriqueña. Visiones alternas (Centro de
Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 2005) y un volumen que reúne los
cuentos ganadores del Certamen de Cuento de El Nuevo Día, que inició en 1997,
Convocados (2009). Un artículo suyo sobre la escritura de la diáspora
puertorriqueña se incluyó en la obra colectiva Literary Cultures of Latin
America, A Comparative History (Oxford University Press, 2004). Es miembro
de número de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española.
por Salvador
Villanueva*
No es
la primera vez que yo presento un libro de Hjalmar Flax. Lo hice hace
muchos años
en una librería
que estaba ubicada en la parte sur del antiguo casco de San Juan.
Ahora, cuando ya somos dos viejos y yo he perdido gran parte de mi
dentadura, Hjalmar vuelve a convidarme para que presente
éste
quehoy nos ocupa. Y, nada más
y nada menos, que en la sede del Colegio de Abogados.
Como es evidente, he accedido a
pesar de mi desdentada cavidad bucal y con un diente frontal roto. La
escena debe lucir realmente esperpéntica,
pero así
me sorprendió
el pedido y no he querido maquillar mis años
ni reponer lo que el tiempo se llevó,
para ejercer este acto de provocación
del apetito lectoril y, en cierto modo, de solidaridad con el amigo
poeta que ahora anda esgrimiendo su Penultimatum.
Lo primero que salta a la
vista -aparte del impecable trabajo de confección
e impresión
del libro- es ese título
retante, a dos voces y con insinuaciones de mal agüero.
¿A
quién
o a qué
le dirige Hjalmar su penúltimo-ultimatum?
¿O
son pronunciamientos que el poeta no sabe si serán
los últimos
y entonces recurre a la estratagema de la penultimidad para no caer en
el equívoco?
¿Quién
puede estar seguro de su
última
jugada en la vida a menos que se trate de un suicida? Y, evidentemente,
éste
no es el caso. Por lo tanto, Hjalmar sabe que no le queda otro remedio
que seguir viviendo en el mientras tanto, aunque está
consciente -como dijera el poeta germano-norteamericano, Charles
Bukowski, que ya no es
él,
el que va hacia el tiempo, sino que ahora es el tiempo, el que viene
hacia él.
Lo segundo que llamó
nuestra atención
fue esa fotografía
que Hjalmar, con toda intención
y complacencia, permitió,
autorizó
y, no pongo en duda, que hasta exigió
se infiltrara en la solapa de su reverberante opúsculo.
Esa mirada, esa sombra oscureciendo el lado izquierdo de su cara o la
mitad de su rostro, la calvicie y el poco pelo llevado con descuido,
los surcos o líneas
faciales pronunciadas, la papada como un tronco de raíces
milenarias visiblemente expuesta, la boca o los labios cerrados como
en un rictus de disgusto, la camisa negra, el fondo gris oscuro y,
otra vez la mirada, franca, desafiante, fija, atenta, brillante y
relumbrona y, no puedo omitirlo, algo asustada. Es la cabeza de un
prepotente que orgullosamente guarda la compostura ante la
inexorabilidad de la muerte.
Lo cierto es que este
libro de Hjalmar está
maculado por un ventisqueo del final que cada vez advierte más
cercano y presenta todos los signos de quien espera la segunda gran
fecha de que hablaba Borges. El momento de ser se aproxima. El círculo
se cierra para completar la figura. Hay un rumor de pájaro
agorero que viene y va de forma cada vez más
insistente. Es el momento de recapitular, de desechar lo inservible,
de responder a los misterios, de aceptar lo que no fue y debió
o pudo haber sido.
El libro opera como un
flagrante mosaico de vivencias, de recuerdos, de instancias
existenciales plurales y diversas que se desovillan en manifestaciones
de amor y desamor, en preguntas con y sin respuestas, en
reconocimiento de nuestra compartida animalidad, de nuestra fragilidad
y de su propia vanidad, sin que falte un cúmulo
de asco por la mediocridad, por la injusticia y un cuestionamiento
gracioso e incisivo por los horrores de Dios. Todo esto a pesar de que
el propio poeta nos madruga con la advertencia:
“Estos
poemas no son autobiográficos”
que nos recuerda aquella otra alegación
de Wilde cuando sostuvo que un libro no es moral ni inmoral, sino
simplemente un libro. Comprendemos su pudor y su renuencia a lo
confesional, pero en sus versos se trasluce siempre un sustrato
existencial que los pone a salvo de la mera bisutería.
Además,
se sirven cuantiosos platos, enriquecidos de humor y escepticismo, en
los que con inteligencia genial, discurre sobre las cosas con las
cuales ha desarrollado una consubstanciación
de identidad, sobre la madre desatenta que encarna en el poema
“Parquesito
de Miramar”,
el desglose de esa sabiduría
irónica
que contiene la
“Carta
a un hijo”,
sobre las incongruencias de la existencia, pero también
sobre sus muestras de equilibrio, sobre la vejez cuyos caracteres
traza en el poema
“Llegadura”,
sobre los procesos de creación
con sus tormentos y también
con la compensación
final cuando el poema deja de ser un
“narciso
ciego”
(la imagen es de
él)
para convertirse en
“narciso
blanco”¼
Cito: “que
ilumina las aguas del río
que es la vida y transporta al lector por luminoso trillo”.
He utilizado la expresión
“mosaico
de vivencias”.
Podría
parecer que no, sobre todo tratándose
de un moderno que en repetidas ocasiones le he escuchado esgrimir con
deleite y aceptación
la formulación
pessoana de que
“el
poeta es un fingidor”,
pero a mi me parece que sí.
El libro de Hjalmar es testimonial, anecdótico,
apegado al acontecer, pese a que el poeta va más
tras la gema que tras la recuperación
de los hechos. A
él
le apetece más
la relojería
que contar las horas. Pero la adhesión
al trabalenguas de Pessoa, cito:
“El
poeta es un fingidor,/finge tan enteramente/que llega a fingir que es
dolor/el dolor que en verdad
él
siente.”,
no nos impide reconocer una verdad de Perogrullo: Que entre el dolor
primario o experiencia emocional real y la realidad fingida en el
poema, media una alquimia, una transmutación
que no niega la necesidad de la primera y el carácter
depositario de la segunda. Si no qué
rayos hace en sus alforjas un poema como
“Waiting
for you”,
subtitulado “Cronología
del 26 de abril de 2012”,
en el que nos cuenta con parsimonioso lujo de detalles, desde lo que
pasa por su cabeza
“pensando
en la muerte del padre”,
su llegada a la habitación
en Washington donde su padre rendía
sus últimos
momentos, los detalles de ese encuentro hasta el postrer suspiro y los
eventos subsiguientes. O qué
demonios hacen en esas mismas alforjas poemas como los titulados
“Puerto
Rico”,
“Hora
del comemierda”,
“Sepa
usted”,
“En
tierra”,
“Dominguesca
al fresco”,
etc., que ya desde sus títulos
anuncian un sustrato real, unas circunstancias. En pocas palabras: El
poeta no puede eludir ser un testigo, un delator de sí
mismo. Tampoco considero que sea apropiado justificarlo desde las dos
vertientes que planteaba Borges: la del que le pasan cosas y la del
que las escribe. El yo de Hjalmar no se escinde en dicotomías
metafísicas.
Mucho menos se puede hablar de hablantes en el poema porque quien
habla siempre es
él.
El yo plural no existe en esta poesía
y gracias a esa prodigiosa voz suya, no se ha perdido en el formulismo
impersonal o en las exequias de la personalidad.
Más
adelante he mencionado a Dios. A Hjalmar también
le encanta juguetear con el muñeco
de infinitos traseros. Lo hace, como
él
mismo lo dice en uno de sus poemas en prosa,
“por
joder”,
pero de la lectura de esos dos textos que intercala seccionados como
“Dos
poéticas”,
se desprende que no le guarda mucho respeto al
“viejo
paternal”
tal cual lo llamaba otro antipoeta sin escuela que lo era el mejicano
Jaime Sabines. Por el contrario, Hjalmar disfruta y le saca partido a
lo que Richard Dawkins ha llamado
“El
espejismo de Dios”.
De igual forma quiero destacar la
irreprimible propensión
al conceptismo que aflora en los versos o en los textos de Flax. El
discurso ingenioso, el empleo de maridajes de palabras para dar lugar
a nuevos brotes semánticos,
los trastrueques sintácticos,
los acentos versales dirigidos a conseguir ritmos sincopados y
complejos que obliguen al lector a estar atento a riesgo, de no ser así,
de perderse en el manojo de retorcimientos estructurales, son algunos
de sus recursos más
usuales y característicos.
De suerte que Hjalmar es un moderno con tradición.
Su tradición
es más
que nada hispánica
y se remonta al barroco español
y, especialmente a Quevedo. De ahí
su humor a veces rayano en la sátira
más
descarada, su variedad formal que puede desplazarse desde el verso
libre hasta la ejecución
de un magnífico
soneto con sus sílabas
correctamente contadas, sus estrofas bien delimitadas y sus rimas
auxiliando el ritmo de la audacia. No obstante, partero es en clave
personal, escudriñador
de su a veces propia alma en pena y de sus momentos de felicidad.
En este Penultimatum de
Hjalmar se asienta el limo que lo justifica, lo que se repite fresca y
novedosamente, el cúmulo
de sus activos en el pleamar de la poesía
puertorriqueña
y más
allá
de ella.
No he sido pródigo
en citar versos o pasajes de este libro, en el que abundan con demasía
los de signo memorable, pues no he querido desvirginizar la lumbre de
sus textos. Además,
desde el principio, Hjalmar me requirió
que fuese breve.
En algunos instantes, el poeta
cometerá
el segundo gran pecado de lesa vanidad al citarse el mismo mediante la
lectura de sus poemas en público.
El primero ya lo fue haber publicado el libro.
Finalmente me nace de lo más
profundo decir que yo no vine hasta aquí
a presentar el libro de un poeta más,
sino el de un poeta hecho y torcido y retorcido para quien he
reservado siempre mis más
honrados respetos y a quien deseo que esos niños
de hoy, por los que
él
siente justificada compasión,
lo acojan algún
día
en la voz que salga de sus labios. Aunque advierto que es posible que
termine abominado y maldecido por los miembros de la Corte Celestial
destacados aquí
en la tierra que lo vio nacer y que no sabemos si lo verá
morir.
Salvador
Villanueva
16 de julio de 2015
Colegio de Abogados
San Juan, Puerto Rico
____________________________
*
Salvador Villanueva:
Arecibo, Puerto Rico, 1947. Cofundador y coeditor de la revista de
poesía,
Ventana;
cofundador y codirector de la revista literaria
En el país
de los tuertos;
cofundador y coeditor de Ediciones Ricardo
Garúa.
Ha publicado los siguientes poemarios: Poema
en alta tensión
(1974), Expulsado del paraíso
(1981), Fin (1987), Libro de los delirios / La comatosa
noche (1989), El corazón
en huelga
(2009) y Jodido (2012). Ha sido maestro de escuela e
investigador del Deptartamento de Asuntos del Consumidor de Puerto
Rico. Actualmente se desempeña
como gallero.
HERMOSO Y TREMENDO PENULTIMATUM
Hace un lustro tuve el privilegio de
presentar ObraBreve, libro que de breve tiene sólo el título, pues sobrepasa
quinietas páginas y abarca los primeros nueve poemarios de Hjalmar Flax. Creo
que la intensa intimidad que se logra al leer poesía no se da en ningún otro
género, así que hoy me honra decir que conozco la obra de Flax, uno de mis
poetas preferidos y en lo personal el más querido. A ObraBreve le siguió
Mientras tanto, publicado en el 2012 y ahora Penultimatum, recién
publicado por Mariana editores y hermosamente diseñado.
El amor por la poesía es el hilo que
ata los once libros compuestos a lo largo de cuarentaicinco años de cuidadoso
trabajo. Una de las advertencias con las que inicia Penultimatum señala
que:
Los grandes temas de la poesía son tres:
Amor, Vida y Muerte.
Quizás sean sólo dos:
Amor y Muerte.
Aunque, bien mirado, sólo hay uno:
Poesía.
En su undécimo libro
se funden los tres, pues la cercanía de la muerte incrementa el amor por la vida
y se vuelca en una mirada que todo lo observa con detenimiento. Nada hace tan
tangible la idea de la propia mortalidad como encarar la de los seres queridos:
madre, padre, amigos. La pregunta de qué es el amor, planteada en el poema
ESCENA FAMILIAR (p 43) , se va contestando a través del libro aun hasta en
los poemas cínicos que despotrican contra la pose de quienes no conocen la
autenticidad del amor: los pretenciosos académicos, los materialistas comemierda.
Aquí habla una voz completamente franca tanto en su ternura como en su crítica,
que hace a un lado el pudor para hablar del cuerpo anochecido y del país
agonizante.
La poesía de Flax se ha distinguido
siempre por el constante juego con la palabra. Con precisión de pinza cerebral
agarra cualquier vocablo, lo mira desde todos los ángulos hasta sacarle filo a
sus múltiples significados, lo literal, lo figurado, lo cómico, lo trágico, lo
obsceno, todo halla el escrutinio de esta incansable mirada poética. Una palabra,
un solo verso, el poema mismo no se puede leer de modo literal ni de una sola
vez, pues contienen mensajes múltiples, agazapados para conmover, deslumbrar,
mover a risa y hasta ofender al hipócrita lector según lo acusa con complicidad
Baudelaire.
Un ejemplo de esa capacidad lúdica es
el propio título, término inventado por Flax. Aunque parezca ominoso y sugiera
que el próximo libro será el último, no carece de humor e ironía. Sabemos que la
palabra ultimátum se refiere a una exigencia que debe cumplirse en un plazo
determinado para evitar consecuencias adversas; es decir, quien lo recibe debe
someterse a unas condiciones bajo amenaza y ello carga el término de una
terrible gravedad. Sin embargo, ningún amante dice a su amada: ¡Ésta es la
penúltima vez! Y la amada de Hjalmar siempre fue la poesía.
El libro se divide en siete secciones
que comentaré someramente. La primera se titula ESPEJOS (p 11) y plasma
reflexiones sobre la vida y nuestra ilusoria percepción de ella, su brevedad y
con ella el aprecio por lo vivido no en las presuntas grandes gestas sino en lo
más simple y cercano: la rutina, los objetos de uso diario como en el conmovedor
poema ABLUCIÓN (p 29), que habla del baño cotidiano, del cuidado del
cuerpo envejecido que no sobrevivirá a los objetos que le rodean: cual si fueran
familia por ordinarios que sean. Todo me parece milagroso, dice el poema que
inicia el conjunto y que expresa la dicha de empezar cada día con el regalo del
asombro y la paradoja de una inocencia sabia. La inminencia de la muerte no
tiene contundencia como la de EL HOMBRE DETENIDO (p 16), uno de los
poemas más extraordinarios del conjunto. En él se describe una foto de una
ejecución pendiente (pardon the pun) que es una alegoría exacta y tenaz. Culmina
con un Ubi sunt que evoca a Manrique: Adónde te fuiste, vida,/tan calladita y
así,/que no percibí tu ida/hasta que mi alma herida/de muerte en mi cama vi. (p
36)
La segunda sección, CORAZÓN
ABIERTO (p 37), habla dolorosamente de amores idos, de amores truncos, de
los que no fueron. Entre ellos predomina el tema de la familia. En QUERIDA
ABUELA (p 47) se estremece ante la comprensión tardía de que: Hoy sé que no hay
nada más lleno de gracia/que los niños pequeños. Reconoce que: Hasta este juego
al que rendí la vida/ya no entretiene tanto/como las voces y las risas de los
niños pequeños. La voz que en Mientras tanto, su libro anterior, afirmaba
que: ser poeta es menos importante que ser joven, ya no se lamenta por sí mismo,
sino por esos niños que apenas estrenan la vida y cuya belleza no había podido
absorber en toda su plenitud sino hasta andar en el otro cabo de la existencia.
El poeta entiende por primera vez: las enormes verdades de las cosas trilladas
() la irrelevancia de la gran historia/y la enorme importancia de lo efímero.
La misma ternura refleja su anécdota de PARQUECITO DE MIRAMAR (p 46), mientras
contempla jugar un niño cuya madre no le hace caso porque está leyendo. La madre
lee sin darse cuenta de que pierde un momento irrepetible, más importante que
las letras.
Más adelante, la CARTA A UN HIJO
(p 48) ofrece una serie de consejos para vivir. Entre ellos, la voz materna
dice: pero no te entretengas/con himnos y banderas,/ni con climas y topografías./Son
meros accidentes. (p 50) La poesía de Flax ha esquivado estos accidentes sin
dejar de ser puertorriqueña y universal.
ELEGÍA (p 53) es una
cronología de poemas narrativos sobre la muerte del padre, desde el
presentimiento de su inminencia, la despedida junto al lecho final y el entierro.
Sin incurrir en religiosidad, culmina con una estremecedora letanía a la Tierra
Madre para que reciba el cuerpo de su padre.
EN LA ORILLA (p 61) es el
título de la cuarta sección, en la que predomina el tema de la poesía, mas sin
abandonar los previos de la muerte y el amor, porque como ya vimos, son lo mismo.
Cuarentaicinco años de poesía siguen pareciendo la noche interminable que Jacob
pasó luchando con el ángel, pues: A veces el poema es un narciso ciego/que sueña
con su imagen y no encuentra caminos (p 64) y el poeta es un pobre esclavo del
misterio cuyo oficio es un potro de tortura. Pero ese potro de tortura es
también un corcel elegantísimo, como demuestra el impecable ritmo con que desde
siempre ha forjado sonetos y que alcanza una cúspide brillante en AGUAFUERTE (p
65), en el que declara: Deambulo por calles descosidas () Junto a ciegos
sonámbulos suicidas y cuyo final es tan hermoso que no lo puedo citar.
El poeta busca rabiosamente la
belleza y manifiesta enfado contra la belleza artificiosa de la academia. Por
eso declara que: ¡Feo estás Orfeo flotando en las aulas! El poema
PAPELES (p 76) habla de la destrucción de cartas y obras inconclusas para
que no caigan –Dios libre- en manos de hacedores de tesis pues el deseo de
permanecer en los ojos y el corazón del prójimo excluye de sus prójimos a los
pomposos y opacos profesores. Ataca despiadadamente a la poesía contemporánea
que desprecia la tradición, el amoroso cuidado del ritmo y de la métrica
engañándose con el uso de versificación provista por un procesador de palabras
para vaciar temas cliché como “la denuncia de la opresión del cabrón sistema” (p
78) en la cual Flax no ha incurrido durante sus casi cinco décadas de producción
poética, no desde consignas comunes. Ello no descarta la reflexión sobre la
injusticia y la denuncia burlona hacia los que ostentan el poder.
La quinta sección se titula DOS
POÉTICAS (p 81) y está escrita en prosa; la segunda de ellas aclara al
lector que su intención, y cito: ha sido joder con toda seriedad, solemnemente.
Para poner en práctica lo antedicho, se luce con los APOTEGMAS (p 85) que
componen la siguiente sección. Un apotegma es un dicho breve y sentencioso. Flax
lo convierte en aguda plataforma para jugar con las palabras, a veces como broma
inocua cuando dice que: el cirujano vivía en la pobreza porque no daba un tajo;
a veces como saeta que asesta en el corazón de la ironía como en FOREVER YOUNG:
Morir joven. /Tengo setenta y dos años/y aún no pierdo las esperanzas.
El libro concluye con ENCERRONAS (p 91), una mirada adolorida y a veces
sarcástica a los males de nuestro presente: la superficialidad, la estupidez,
entre otros temas.
Penultimatum es un libro de
muchos tonos: va desde el dolor más serio hasta el chiste verbal para comunicar
su ingenio, su emoción y su angustia. Como ha dicho el autor:
Los mejores poemas se parecen
a los tremendos choques de automóviles
La gente se detiene ante ellos
a asombrarse, a emocionarse
a pensar en la vida y en la muerte.
El lector no podrá dejar de emocionarse ante este hermoso y tremendo accidente que es Penultimatum.
Kattia Chico*
San Germán, Puerto Rico
5 septiembre 2015
__________________________________
* Kattia Chico, poeta puertorriqueña, nació en Costa Rica
en 1969. Posee un grado de Maestría en Estudios Hispánicos y se desempeña como
profesora en la Universidad de Puerto Rico. Cursa un doctorado en el Centro de
Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Su poesía ha sido laureada y
publicada en antologías, periódicos y revistas en Puerto Rico y el extranjero
tales como El Nuevo Día, Sótano 00931, La Jornada Semanal (México) y Hostos
Review (Nueva York). Tiene un poemario publicado, Efectos secundarios (2004). Su
poemario inédito, Mala luz, obtuvo el Premio Nacional de Poesía otorgado por el
PEN Club de Puerto Rico, y será publicado por el Instituto de Cultura
próximamente.
The Academic reads
“Advertencias”
and finds authorial presence
Email: 9/25/2015, 8:20 am
Darlingcito,
I have been reading your latest book,
here and there, now and then, in bits and pieces, sometimes a few
pages, sometimes ten, going backwards, going forwards ‑- about six
times now, in its entirety. Some of the poems I have read twenty
times.
You are by now a very polished poet,
and you have, it seems to me, several well established styles and
themes. There is the epigrammatic, at which you excel (here it shines
in the title, as well as elsewhere); the oxymoronic turn of phrase and
thought, always interesting; the narrator's self‑deprecating tone, in
many of the poems; the nostalgia, far from sentimental; the humor,
often turned against the first person speaker in the poem; the shift
in linguistic register, from Latinate elegance to scatological slang.
You do all of that very, very well, and you surely know that.
Although every poem is a new thing, and probably frightening at some
point (before, during, or after composition --or perhaps at all points
of its production), your self‑confident craft shines throughout the
book. This is not a young poet's book, with its occasional stumbles
and fumbles; it's a mature poet's book, with its polished
craft.
So I won't talk about that.
Instead I will talk about the
presence of the author in the book.
You invite me to do this when you
start off, in "Advertencias," by saying "Estos poemas no son autobiográficos."
So either they are something else (autofictional, perhaps?), or
perhaps it is something else, and not these poems, that is indeed
autobiographical. In response to your negatively voiced invitation, I
go looking for the autobiographical, for the author. And, as I will
tell you later on, I do find him.
I then hit upon the second line of "Advertencias":
"No hay índice
analfabético,"
and, appreciating the joke, I go looking at the indices just for the
fun of it, since my attention has been called to them, to see what
there is. There are plenty of indices, both at the front and the back
of theback of the book. I read them and make interesting
discoveries. More about that later, too.
And then the speaker of "Advertencias"
gets serious (or as Hemingway would say, he puts on the long white
whiskers), to make a pronouncement about poetry: "Los grandes temas de
la poesía
son tres", and then this solemn pronouncement is undermined in a
backwards count to conclude that there is only one: art is about art,
with which of course I agree one hundred percent. And art has to stand
up to scrutiny. So I scrutinize.
The book's opening salvo, "Advertencias,"
is, as I saw when I looked at the index at the back of the book,
included among the poems (in capital letters, as are all the other
poems). So that "Advertencias" is not, as I had assumed, a paratext,
as its title and tone and position suggest. (I run the danger here of
being classified among the "hacedores de tesis doctorales, /de
pomposos y opacos profesores" (76) but that doesn't bother me in the
least, because I am by now and at long last, "libre / de las /
expectativas/ de los / demás"
(115) and so I continue on my way, convinced that being an analytic,
academic reader is a worthwhile thing to be.) But then in the same "Indice
alfabético"
I see that its first line ("Estos poemas no son autobiográficos")
is NOT included in the index at the back of the book, and also that
the poem is not included in the index at the front of the book. So
are the indices playing games with me? Or are the indices analfabéticos
after all, unable to read and index their own text consistently?
This first poem, which does and
doesn't appear in the indices it draws attention to, is divided in
three, not just by spaces between its sections, as normally occurs
between stanzas, but by numbers as well. And then there is a play
with the reversal of numbers. I think to myself, if the poem has
three stanzas, separated by a lot of space, and a plural title, "Advertencias",
there was no need to number the sections. This seems to me an
authorial intrusion: the author telling me how to read,or how to
count. And then, the author having so insistently drawn my attention
to what occurs between the poem's sections, I look at other items that
occur between sections: the internal title pages.
I found it very interesting at how
many of these there are: seven. Eight, if one counts the last one (Indice
alfabético),
which even appears in the Index at the front of the book, dignified
with the same indentation, capitalization, and bolding as the other
internal titles (an index indexing itself). But only seven of these
internal titles have entire pages to themselves, with drawings and
borders to draw attention to them and to distinguish them from other
pages. I went to look at your earlier books, and I see internal title
pages there as well (though less elaborate): from Los pequeños
laberintos (1978) to Confines peligrosos (1985) to Poemas de La Bestia
(1999), here the internal pages carry Roman numerals, not words, but
they serve the same purpose of grouping poems together and separating
one group of poems from another) and even in as slim a volume as
Mientras tanto (2012). So I wonder, what, in the often‑disparaged
language of the academic, do these authorial intrusions signify?
Surely they are so important, and they seem to gain in importance as
the author writes and publishes more. Why is this poet showing himself
at work, showing himself organizing his materials? Obviously the book
cannot exist without this organizing activity, because one poem has to
come first, another second, this one before this one, these six
together. The reader knows that the author (no editor has been named,
so it has to be the author) has had to do this organizing type of
work, but why is it foregrounded? What is the significance of the
authorial intrusion? Is the author revealing his own reading of his
poems? Or trying to help the reader read, or perhaps trying to
control the reader's reading?
Obviously I don't know the answers to
these questions, all I can tell you is that these internal title
pages, like the numbers in"Advertencias," make me aware of your
presence, inside the book. This is neither pleasant nor unpleasant,
it is just there. You are there, in the poems and between the poems
and between me and the poems. Both as poet, because your poetic voice
is so strong and well‑defined, and as author/editor/constructor of
your book. But you are not letting the poems stand alone, and you are
not encouraging the reader to deduce your themes.You are naming your
themes, just as you named your book. Perhaps you are making books
within a book, or chapters within a book.
The title pages each carry a drawing
(by Javier Martínez,
presumably approved by you?): it looks to me like a series of books
upon a shelf, perhaps to emphasize that the sections are separate? Or
that the poems within the section are separate? And a different
drawing, though in the same spare style, adorns the first and second
title pages, first smaller and then larger. It seems to show framed
empty canvases, or framed mirrors, perhaps? of different shapes and
sizes, some standing, some lying on their faces, some on stands or
tables, some of the floor, with a couple of pages all the way to the
right . Again, this seems to emphasizes a collection of items, each
one separate, but all put together into this larger drawing, itself
open and unframed.
You see that I like to read paratexts,
or more precisely, intratexts. I think they mean something.
Everything in a book means something. Especially in one as carefully
crafted as this one.
Besos (y sonrisas, I hope),
Miriam
Miriam B.
Mandel
Department of English and American Culture
Tel Aviv University
Ramat Aviv, Israel
The Center
Holds
Email: 9/25/2015, 8:29 am
Dearest Hjalmar,
One thing that the use of organizing
principles like numbers and internal title pages, does, for me, is to
make me think of structure. This is reinforced by the first (well, maybe
it's the second) poem,"Despertar" a childlike, even infantile or perhaps
embryonic awakening; and the last, “Epitafios”, a look at a post death
event or at more than one post death possibility: even post death is
undefinable to the living mind. In between these extremes, there is just
about everything, all the things you know how to do (already listed in
the other email) - now, at this late date of life, they appear sometimes
in a softer tone, and sometimes in a darker tone. But they are the work
of the poet Hjalmar Flax, and those who have accompanied this poet for
decades find his voice and mind recognizably there.
HOWEVER: At the very center, at the
mathematical heart of the book, in a section that is unique because it
carries only one poem and because even the drawing on its title page is
different, is the longest poem of the book and, it seems to me, the most
emotionally powerful. Here there is no contemplation of one's own aging
self, or speculation about the meaning or meaningless of one's own
death, or a discussion of aging or of death or of love in the abstract.
Here there is real death, real pain, and also real, naked, undisguised
love ("Quizás son sólo dos: Amor y Muerte") - but mainly, I find, death:
the death of an individual, of the father, of the intimate other - the
death of the Other is perhaps the only death that we can even start to
hope to comprehend, emotionally or otherwise, for we cannot possibly see
or comprehend our own. No matter how much we think of death, in the
abstract or in terms of ourselves, all we know is that it is coming but
even its coming eludes us. In this poem-drama, however, the poet has
given the reader access to the event itself. Instead of discussing it,
he has shown it, in dramatic scenes before, during, and after. The
speaker has moved to the side, to be an observer, and the death itself
is the focus. And so, the strength of the event and of the emotion are
transparently available. I think it is a powerful poem.
The book prepares for it well. In the
preceding section, “Corazón abierto”, the heart was opened to feel.
Intellectual prowess, wordplay, cynicism, self observation and self
evaluation are put aside here, and the focus is on the Other. This leads
up to “Waiting for you”, in which the first person narrator who
dominates so many of the poems of this book becomes spectator: periphery
and not center. The center is the dying Other, the dead Other, the
buried Other. With this poem you knocked me over. You really did. The
poetic voice is strong, of course; but it is respectfully toned down to
let the scene appear with as little interference as possible.
To me, the book turns on the drama,
pain and love of this poem, and the organizing devices that point to it
and emphasize it do their work well. The internal title page, "Elegía,"
the drawing on that page, different from all the others, the central
position of the poem, the unwonted length of the poem, the foregrounding
of drama and the minimalizing of the narrative voice all these tell me,
the reader, PAY ATTENTION: this one is different. I think it's even a
new genre for you, this drama poem, this first person spectator who is
not the center. It is almost there in "Carta a un hijo," and the list at
the end of that one, like the list at the end of "Waiting for you" is
Whitmanesque and familiar. And powerful narrative poems, like Frost's
"Death of a Hired Man," are also familiar. But I don't think I've seen
you approach these dramatic genres before: your poetry is generally
pithy, sharp, intellectual; given to language and wit, to irony and
distance. And you return to that in later sections, especially in "Apotegmas."
Here you are dramatic.
There has been a building up and then
a lessening of tension in the rhythm of the book. But in this book,
Yeats notwithstanding, the center holds. There has never before been a
center like this.
Te felicito,
Miriam
Miriam B. Mandel
Department of English and American Culture
Tel Aviv University
Ramat Aviv, Israel