Publicado en 2015 por Mariana Editores, Cayey, Puerto Rico, 124 págs. La imagen en la portada es un políptico en lienzo de gran tamaño creado por la artista y calígrafa inglesa Rosella Garavaglia a partir de un poema del autor.

 

Selección de PENULTIMATUM

 

POETA EN TIERRA 

 Cuando trató de alzar el vuelo 
dio con sus huesos en el suelo
y ya no tuvo m
ás consuelo
que su desvelo.
Helo. 

 

TENACIDAD 

Va cada cual consigo mismo a cuestas 
por las altas y bajas de su propia existencia
instado por el ritmo de los d
ías y las noches,
de semana en semana, de año en año.

Por su pequeña ruta,
tres o cuatro paradas, su rutina,
desperdiga su tiempo en poco, en nada.
Y sin embargo vive, como vive
todo ser su min
úscula existencia. 

Tiene vida la vida que el vivo ser no sabe,
y sin saber persiste: el cangrejo en su cueva,
el insecto en el
árbol, el percebe incrustado,
la lombriz en la tierra, el ave, el pez, el cabro... 

Algo tiene la vida que le viene de entonces y de cuando. 

Pero el hombre, encumbrado,
con su abultado ganglio que delira,
se cree distinto al ave, al pez, al cabro;
superior al percebe, la lombriz, el insecto,
m
ás libre que el cangrejo a la orilla del mar;
fantasea su existencia, rechaza su futuro,
pero muere en su tiempo, como todos.

Pueda yo ver la esencia de cada cosa inerte,
la especial maravilla de cada ser viviente
que comparte conmigo este espacio, este  instante,
este aire, esta luz, este destino.

 

El HOMBRE DETENIDO 
(foto en blanco y negro)   
 

Sobre la plataforma de madera, 
a tres metros del suelo, est
á de pie.
El cintur
ón de cuero que lo ciñe
le sujeta los brazos a los lados.
Grilletes le coartan los tobillos.
Ins
ólita corbata, la ancha soga
le ajusta la capucha al cuello, casi
se distingue el contorno de su rostro.
Grueso le cuelga el nudo sobre el pecho.
No ve por la capucha, pero sabe
que est
á parado sobre la compuerta.
(¿Acaso la sinti
ó ceder un poco?)
Hacia atr
ás, en la sombra, un sacerdote
mira la Biblia con la boca abierta.
(¿Oy
ó las preces, encontró consuelo?)
Con la mano derecha en la palanca
mira el verdugo su mu
ñeca izquierda.
(¿Aguardar
á que llegue el segundero
hasta el n
úmero doce?)

Sin embargo aquí todo sigue estático.
El segundero nunca llega al doce
La mano nunca mueve la palanca.
El cura nunca cierra ni el libro ni la boca.
Y el hombre encapuchado seguir
á
parado en la compuerta, soga al cuello,
el vac
ío debajo de sus pies.

 

                        ÁNIMA ALADA 

Mi alma tiene piel de cocodrilo. 
Est
á tan adaptada a superar catástrofes
que soporta su historia como duras escamas.

Vagabundeaba mi alma por la tierra
desde antes que al inquieto alquimista primordial,
en las salobres miasmas de una ci
énaga tibia,
se le ocurriera unir carbono, hidr
ógeno,
ox
ígeno, nitrógeno y potasio
a ver qu
é resultaba... Y resultamos.

Mi alma y la de todo ser que vive,
que mora y morir
á,
surgi
ó en el estallido originario,
es parte de una sola que se hizo pedacitos
anticipando millones de milenios.

Por eso se entristece mi alma cuando mira
el pobre simulacro de un fuego artificial,
y sus duras escamas se ablandecen,
y vuelve a recordar aquel instante
de posibilidades infinitas,
y vuelve a revivir su nacimiento
cuando ten
ía todo por delante.

  

ABLUCIÓN 

Lavo mi cuerpo envejecido en este 
mismo cuarto de aseo donde hace
tantos a
ños que vengo recreando
la grata ceremonia del ba
ño cotidiano.

Cual si fueran familia, reconozco
las losetas del piso, el botiqu
ín,
las luces fluorescentes que lo enmarcan,
los azulejos, la ba
ñera, el inodoro,
los toalleros, el lavabo, todo...
todo salvo este cuerpo envejecido
que froto con jab
ón, enjuago con la ducha,
y me hace recordar tiempos mejores
perdidos en la estela nublosa de la vida.

Una vez más me agrede silenciosa
la ingrata permanencia de las cosas.
 

MUERTE DE LA AMADA 
                                                                        grief...

De la muerte él sabía lo que todos sabemos: 
que nos apresa y sume en un silencio oscuro.
Mas cuando ella (no arrancada de su lado, no,
sino tan suavemente desprendida de sus ojos)
se encamin
ó hacia sombras que él no conocía,
fue entonces (al sentir que all
á brillaba ahora,
cual luna en las praderas, su sonrisa de ni
ña,
y all
á estaba su amable corazón generoso)
que conoci
ó a los muertos, cual si, por ella, él fuera
el pariente cercano de cada uno de ellos. 
Dej
ó hablar a los vivos, pero no nos creyó
Y nombr
ó a aquel país como el mejor situado,
eternamente dulce... y a tientas exploraba
buscando en los caminos las huellas de sus pies.
  

CINEMATOGRÁFICA 

El buen cine te lleva de la mano 
a sitios solitarios donde una vez amaste,
hasta la tumba llana donde el amor reposa
como un tierno vampiro esperando la noche.
Te recuerda aventuras que nunca acontecieron
y que tal vez pudiste haber vivido.
Te muestra los caminos que te negaste a andar.
Te ilumina el instante de absoluto abandono:
la muerte de la madre, del padre, del hermano,
del amigo entra
ñable, de la gran ilusión.
Te conduce al encierro, al horror, al abismo.
Te despega los p
árpados sonámbulos
y te obliga a fijar los ojos anegados
sobre tu coraz
ón incógnito que oculta
todo lo mencionado y mucho m
ás. 

 

AGUAFUERTE 

Deambulo por calles descosidas 
entre muertos que van pero no vienen,
reconociendo rostros que retienen
destellos de otros tiempos y otras vidas. 

Junto a ciegos sonámbulos suicidas
que gambetean pero no entretienen,
doy pasos suaves para que no suenen
por anchas y encharcadas avenidas. 

Veteado muaré levanta vuelo,
triángulo de tordo terciopelo–
una noctuela oculta en su reposo.  

Cesa la lluvia, se dibuja el oso,
filo de cimitarra rasga el velo
y en otro suelo estoy, en otro cielo. 

 

                         DEFINICIÓN DE UN CUERPO 

 A veces un cuerpo es una rada 
donde bajar el ancla; una d
ársena
donde amarrar el bote, pisar tierra
y tomarse una cerveza; un rescoldo
donde arrimar el coraz
ón. 

A veces un cuerpo es un recuerdo
que cambia con el tiempo;

un rimero de dudas;
un punto de partida desde donde
distanciar el coraz
ón. 

A veces un cuerpo es sólo un cuerpo;
y basta. 

 

QUERIDA ABUELA 

 En mi viaje hacia el vacío 
llego a una edad en que descubro
las enormes verdades de las cosas trilladas,
los estrechos confines del pensamiento l
ógico,
la terrible tristeza tras las modas,
la irrelevancia de la gran historia,
y la enorme importancia de lo ef
ímero.
Hasta este juego al que rend
í la vida
ya no entretiene tanto
como las voces y las risas de ni
ñitos pequeños.
"¡Son tan graciosos!" me dec
ías... 
y yo no comprend
ía.
Hoy s
é que no hay nada más lleno de gracia
            que los ni
ños pequeños.
Los amo a todos con tierna compasi
ón.
En sus caritas transparentes brilla
lo que pudimos ser y nunca fuimos,
lo que pronto perder
án en la barbarie
que se llama humanidad.

 

EN LA ORILLA 

 

A veces el poema es un narciso ciego 
que sue
ña con su imagen y no encuentra caminos.
Se pierde dando tumbos entre palabras huecas
y expira en los silencios de sordos desatinos.

A veces el poema es un narciso blanco
con un peque
ño sol en su centro amarillo
que ilumina las aguas del r
ío que es la vida
y transporta al lector por luminoso trillo.

Tensado tantas veces entre esos dos extremos
est
á el poeta, ¡pobre!, esclavo del misterio.
Transformado su oficio en potro de tortura,
atormentado vive su vida en cautiverio. 

No obstante y sin quejarse, el poeta persiste,
camina por las calles de la ciudad, almuerza
en fondas con amigos, o solo, y permanece,
y regresa a la orilla, y recomienza. 

 

ES TARDE YA 

 En mundo inmundo bebo puya y prieto 
caf
é más que la vida negro,
m
ás que la noche negro y oscurece
y sucumbe la noche atumulada
bajo verbos, adverbios, adjetivos
y tambi
én sustantivos, entretanto
preposiciones y posposiciones,
y el tiempo, tiempo sordo, tiempo ciego. 

Tuviese cuatro cosas que decirte:
que estoy vac
ío y giro sin cesar,
desamparado giro, y mis atributos
envejecen desequilibradamente;
que persisto en la idea que construyo
bin
ómico irresuelto y redolido;
que sorbo a sorbos caf
é prieto y puya
y doy todo por bueno y me detengo
a contemplar un chango en su negrura
que se allega y desllega con sus plumas. 

Yo no tengo más día que mi día
ni m
ás suelo que mi desconsuelo,
lo que mis suelas zapateras pisan
evitando la gracia de los perros. 

Ayer café tomaba puya y prieto
y un pich
ón blanco con el pico azul
cag
ó mi boina y me dejó indefenso.

 

SALDO 
                                                    (con H. Bloom)

Luego de tanto quehacer, 
hacer y rehacer y soportar
sobre la contundida espalda del esp
íritu
el peso enorme de la P O E S
Í A;
movido y conmovido
por ritmos, melod
ías, peligrosas
palabras explosivas,
beligerantes versos sibilinos;
entregados los a
ños
a golpear pedruscos chispeantes y sonoros,
a toda hora, a cualquier hora,
bajo influjos de soles o lunas; estrelladas
las alas temerarias en noches sin estrellas
(deforme somorgujo condenado
a zambullirse en oscuras aguas agitadas
para sobrevivir el litoral inh
óspito,
la sorda y chata literalidad);
proyectada la vida
                        como sombra de saguaro  centenario;
miro el resto de mi sol ya casi puesto
y dejo esto...
sin de verdad saber si de algo valga,
porque desde hace un tiempo
s
ólo puedo leer lo que yo escribo.
 


Comentario de Félix Rivera Guzmán

 Email: 19/6/2015

Hjalmar,
        Lo que m
ás me impresiona es que en cada libro logras un nivel aún más alto. Los poemas parecen construidos de chinos de río: cada palabra limpia y sólida. Por supuesto "Elegía" es el vértice del libro: de ése no me atrevo ni a comentar.
        No es lo mismo leer poemas sueltos o un libro en proceso, como lo es leer un poemario de principio a fin como si uno escuchara una obra musical. Poemas como "El hombre detenido", en el contexto del libro adquieren un relieve que les da una fuerza que es, a veces, hasta inc
ómoda (Insólita corbata, la ancha soga...).
        Me parece interesante el contenido metaf
ísico de algunos poemas. En "Periplo" hay ciertas resonancias que me recuerdan el zen.
        Los sonetos, en mi opini
ón, forman una especie de contrapunto a lo largo del poemario. "Cuando", "Aguafuerte" y "Presagio" son mis favoritos.
        Te felicito por tan bello libro.
Un fuerte abrazo,
F
élix


Nota de Pío E. Serrano


Querido Hjalmar:
        Acabo de recibir tu "penultimatum" y no sé si echarme a reír... o a llorar. Será que me pongo sentimental, viejo, como esos viejitos que se mueven -como pueden- entre tus versos, con sus adoloridos huesos, mas hueso enamorado. Hueso iluminado por sus pocas certezas y su mucho escepticismo.
        Leo -releo- tus poemas. Un tour de vie. ¿Qué otra cosa ha sido tu poesía sino una constante, atenta, a veces despiadada, otras bendecida por la ironía, mirada sobre ti mismo? O mejor, desde tú mismo, solitario o gregario; selectamente acompañado. Siempre desde esa mismidad contaminante, irradiante hacia los otros. Nunca solipsista ni tabernacular. Sutil compañero que completas y amplificas nuestra mirada. Porque, querido amigo, la poesía no debería ser más que eso: descubrimiento de lo inadvertido, completez del mundo (el sentimiento subyacente o la impostura del sentimentalismo, la observación desveladora, la rasgadura del lugar común, la secreta imantación que ocultan las palabras...), la uña que rasca y pone a vibrar ante los ojos el milagro cotidiano y a veces terrible que la pereza corrompe o esconde. Y tú lo consigues.
        Sé que a veces la retórica de un poema nos conduce adonde no quisimos ir. Así escribe el poema; "y nos hacemos viejos y testigos / del tiempo nuestro no recuperable ni en la amistad". Pero miente el poema. Tus poemas son una 'Grande Parade' donde habitan la abuela, la madre, el padre, el fervor de la amistad, por un puñado que sea, y que tus poemas no abandonan ni te abandonan. Recuperables todos en la fatigada memoria del poeta y sus poemas.
        No creo ser el único de tus lectores que no se contenta con una lectura exterior de tu escritura. Siempre me siento incumbido. Es como se ejercieras el método socrático de forzar en cada uno el nacimiento de una nueva contemplación de la realidad que permanece latente y que la provocación de tu escritura anima (le pone alma).
        En fin, que con un fuerte abrazo te queda agradecido,
pio e. 
30 de junio de 2015


POESÍA DE ALTOS Y ARRIESGADOS VUELOS

Leer la poesía de Hjalmar Flax es siempre
una aventura que exige, necesariamente, la relectura.

Por: Carmen Dolores Hernández
El Nuevo Día, San Juan, P.R., 5 de julio de 2015

Penultimatum

Hjalmar Flax
Mariana Editores, 2015, Cayey, PR

        Leer la poesía de Hjalmar Flax es una aventura: sorprende, confronta, irrita y –también– subyuga con su ironía, sus equívocos, sus paradojas; con su inteligencia e intuiciones. Hay más en ella de lo que a primera vista (o lectura) aparece. Se imponen las relecturas.
        Desde hace algún tiempo se ha ido atemperando la ironía mordaz que primaba con la emoción cada vez más patente. La mueca sarcástica que tapaba el dolor, la incertidumbre, el vacío, no consigue ya disimular el sentimiento cada vez más trágico de la vida. Los que antes eran atisbos que asomaban –contenidos, incluso sofocados– se han ido apoderando del verso. Queda aún el pudor de quien asume el dolor, evitando que devengue en espectáculo sentimental. Tal tensión le presta potencia y complejidad a esta poesía.
        No es que haya desaparecido el juego – mucho menos la ironía. La sección titulada “Apotegmas” (dichos breves y sentenciosos) lo demuestra. “Encerronas” conserva la sátira mordaz en poemas como “Hora del Comemierda” o “Vida decimada”; la gracia irreverente en otros –“Dominguesca al freso”, “Paraíso Para Lelo”, “Prodigio en La Hacienda”– y las síntesis apretadas con juegos de palabras (como en "Epitafios II": Aquí yace por error/ un error ya corregido.)
        Hay ecos aquí, además, de una tradición cuyos temas perennes son –según se señala en las “Advertencias” iniciales– el amor, la vida, la muerte y la poesía misma, cuyas formas clásicas se incorporan. Maestro Flax del soneto –forma difícil, si alguna, por la precisión que exige– éste suele aparecer súbitamente, sorpresivamente, en sus libros como hitos felices que los vertebran. También aquí. Desde el titulado “Puerto Rico”, que recuerda la saña de un Manuel del Palacio, hasta el melancólico “Presagio”, pasando por el hermoso soneto de amor, “Cuando”, Flax demuestra su dominio de la forma. (El primer cuarteto de éste dice: Cuando se cruce amor en tu camino,/ si se vuelve a cruzar, abre los brazos./ Olvídate de penas y fracasos/ No pienses que se trata del destino...)
         La sección “Espejos”, reflexiva, se centra en el misterio de la vida que nos hermana (Pueda yo ver la esencia de cada cosa inerte,/ la especial maravilla de cada ser viviente/ que comparte conmigo este espacio, este instante,/ este aire, esta luz, este destino) y nos provoca. Resuena insistentemente el lamento fatal de Rubén Darío, con diferente énfasis: Yo prefiero sentir que desde siempre/ estuvimos y estamos en una nave cósmica/ que se desplaza por el universo/ y llega a todas partes y a ninguna/ porque no se detiene, que el destino/ es un retorno interminable/ a lo desconocido. Se insiste en lo cósmico, en la visión de la muerte como retorno y de la vida como instante suspendido sobre un vacío.
        Aparece una emoción infrecuente en poemarios anteriores: la ternura. En “Parquecito de Miramar” y “Querida abuela” el poeta valora lo pequeño, lo cotidiano y la esperanza –amenazada por el tiempo- que representa la niñez. Esa ternura, junto con el dolor de la orfandad, universalmente reconocible, animan la “Elegía”, centro del libro. Crónica de una muerte anunciada y del efecto sobre los sobrevivientes, irradia un sentido de pérdida, de nostalgia por lo irrecuperable que conforma la tónica dominante del poemario. Sencillo, casi escueto, este largo poema dividido en partes aspira a una objetividad que lo elude; se impone la devastación íntima (Todo estaba previsto y preparado .../ salvo los ojos para verlo muerto,/ y el corazón para aceptarlo). El dolor contenido prorrumpe en una hermosa letanía/oración a la madre tierra que nos acoge, muertos, en su seno. El ritmo repetitivo de las preces es un doble de campanas que tañen.
        El otro gran tema del libro –en la sección “En la orilla”– es la poesía. Puente hacia el futuro –Por él pasa la gloria de la vida/ y es, cuanto más, efímera la historia/ cuanto mejor rimada y escandida– nos permite distanciarnos brevemente de la realidad a la que luego nos devuelve –porque al pulirla brotan tonos grises,/ suena la consabida barcarola/ sale mi soledad bogando sola– y es salto eufórico de fantasía. Cuerda tendida entre el logro y el fracaso, la poesía es oficio peligroso, acechado por la falsedad del lenguaje, el artificio, las distorsiones académicas y la vanidad de los poetas. No son ellos, sino su poesía, lo que debe permanecer: Ojalá dure en lengua de mi prójimo/ algún poema mío, algún verso/ que espolée su pensamiento,/ que sople en su corazón.
       
Éstos, de Hjalmar, permanecerán. Su gracia e ingenio nos alegran; su visión de la condición humana nos ilumina. Su inteligencia mueve a la admiración; sus intuiciones a la compasión que nos hermana.

 ________________
* Nacida en San Juan, Carmen Dolores Hernández estudió su bachillerato en el Colegio Universitario del Sagrado Corazón de esa ciudad; tiene una maestría en literatura de New York University, un diploma de francés de la Univesidad de Ginebra y un doctorado en Filosofía y Letras con especialidad en Literatura Española de la Universidad de Puerto Rico. Después de enseñar brevemente en la Universidad de Puerto Rico, se dedicó a la crítica literaria en el peridico El Nuevo Día. Además de escribir artículos culturales y reseñas de libros con frecuencia semanal desde el 1981, estuvo a cargo de las revistas culturales de ese periódico, “Foro” y “Letras” (2002 - 2005).Colabora habitualmente en revistas puertorriqueñas y del extranjero (Estados Unidos, México y Alemania) y ha publicado los siguientes libros: Manuel Altolaguirre, vida y literatura (Editorial de la UPR, 1974); De aquí y de allá. Libros de Puerto Rico y del extranjero (Biblioteca de Autores Puertorriqueños, 1986), Puerto Rican Voices in English. Interviews with Writers (Praeger Publishers, 1997), Ricardo Alegría. Una vida (Plaza Mayor, 2002) y A viva voz (Grupo Editorial Norma, 2008). Ha editado un libro de ensayos sobre literatura puertorriqueña, Literatura puertorriqueña. Visiones alternas (Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 2005) y un volumen que reúne los cuentos ganadores del Certamen de Cuento de El Nuevo Día, que inició en 1997, Convocados (2009). Un artículo suyo sobre la escritura de la diáspora puertorriqueña se incluyó en la obra colectiva Literary Cultures of Latin America, A Comparative History (Oxford University Press, 2004). Es miembro de número de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española.


PRESENTACIÓN DE PENULTIMATUM

por Salvador Villanueva*
 

          No es la primera vez que yo presento un libro de Hjalmar Flax. Lo hice hace muchos años en una librería que estaba ubicada en la parte sur del antiguo casco de San Juan. Ahora, cuando ya somos dos viejos y yo he perdido gran parte de mi dentadura, Hjalmar vuelve a convidarme para que presente éste quehoy nos ocupa. Y, nada más y nada menos, que en la sede del Colegio de Abogados.
         Como es evidente, he accedido a pesar de mi desdentada cavidad bucal y con un diente frontal roto. La escena debe lucir realmente esperp
éntica, pero así me sorprendió el pedido y no he querido maquillar mis años ni reponer lo que el tiempo se llevó, para ejercer este acto de provocación del apetito lectoril y, en cierto modo, de solidaridad con el amigo poeta que ahora anda esgrimiendo su Penultimatum.
          Lo primero que salta a la vista -aparte del impecable trabajo de confecci
ón e impresión del libro- es ese título retante, a dos voces y con insinuaciones de mal agüero. ¿A quién o a qué le dirige Hjalmar su penúltimo-ultimatum? ¿O son pronunciamientos que el poeta no sabe si serán los últimos y entonces recurre a la estratagema de la penultimidad para no caer en el equívoco? ¿Quién puede estar seguro de su última jugada en la vida a menos que se trate de un suicida? Y, evidentemente, éste no es el caso. Por lo tanto, Hjalmar sabe que no le queda otro remedio que seguir viviendo en el mientras tanto, aunque está consciente -como dijera el poeta germano-norteamericano, Charles Bukowski, que ya no es él, el que va hacia el tiempo, sino que ahora es el tiempo, el que viene hacia él.
          Lo segundo que llam
ó nuestra atención fue esa fotografía que Hjalmar, con toda intención y complacencia, permitió, autorizó y, no pongo en duda, que hasta exigió se infiltrara en la solapa de su reverberante opúsculo. Esa mirada, esa sombra oscureciendo el lado izquierdo de su cara o la mitad de su rostro, la calvicie y el poco pelo llevado con descuido, los surcos o líneas faciales pronunciadas, la papada como un tronco de raíces milenarias visiblemente expuesta, la boca o los labios cerrados como en un rictus de disgusto, la camisa negra, el fondo gris oscuro y, otra vez la mirada, franca, desafiante, fija, atenta, brillante y relumbrona y, no puedo omitirlo, algo asustada. Es la cabeza de un prepotente que orgullosamente guarda la compostura ante la inexorabilidad de la muerte.
          Lo cierto es que este libro de Hjalmar est
á maculado por un ventisqueo del final que cada vez advierte más cercano y presenta todos los signos de quien espera la segunda gran fecha de que hablaba Borges. El momento de ser se aproxima. El círculo se cierra para completar la figura. Hay un rumor de pájaro agorero que viene y va de forma cada vez más insistente. Es el momento de recapitular, de desechar lo inservible, de responder a los misterios, de aceptar lo que no fue y debió o pudo haber sido.
         El libro opera como un flagrante mosaico de vivencias, de recuerdos, de instancias existenciales plurales y diversas que se desovillan en manifestaciones de amor y desamor, en preguntas con y sin respuestas, en reconocimiento de nuestra compartida animalidad, de nuestra fragilidad y de su propia vanidad, sin que falte un c
úmulo de asco por la mediocridad, por la injusticia y un cuestionamiento gracioso e incisivo por los horrores de Dios. Todo esto a pesar de que el propio poeta nos madruga con la advertencia: Estos poemas no son autobiográficos que nos recuerda aquella otra alegación de Wilde cuando sostuvo que un libro no es moral ni inmoral, sino simplemente un libro. Comprendemos su pudor y su renuencia a lo confesional, pero en sus versos se trasluce siempre un sustrato existencial que los pone a salvo de la mera bisutería. Además, se sirven cuantiosos platos, enriquecidos de humor y escepticismo, en los que con inteligencia genial, discurre sobre las cosas con las cuales ha desarrollado una consubstanciación de identidad, sobre la madre desatenta que encarna en el poema Parquesito de Miramar, el desglose de esa sabiduría irónica que contiene la Carta a un hijo, sobre las incongruencias de la existencia, pero también sobre sus muestras de equilibrio, sobre la vejez cuyos caracteres traza en el poema Llegadura, sobre los procesos de creación con sus tormentos y también con la compensación final cuando el poema deja de ser un narciso ciego (la imagen es de él) para convertirse en narciso blanco¼ Cito: que ilumina las aguas del río que es la vida y transporta al lector por luminoso trillo.
        He utilizado la expresi
ón mosaico de vivencias. Podría parecer que no, sobre todo tratándose de un moderno que en repetidas ocasiones le he escuchado esgrimir con deleite y aceptación la formulación pessoana de que el poeta es un fingidor, pero a mi me parece que sí. El libro de Hjalmar es testimonial, anecdótico, apegado al acontecer, pese a que el poeta va más tras la gema que tras la recuperación de los hechos. A él le apetece más la relojería que contar las horas. Pero la adhesión al trabalenguas de Pessoa, cito: El poeta es un fingidor,/finge tan enteramente/que llega a fingir que es dolor/el dolor que en verdad él siente., no nos impide reconocer una verdad de Perogrullo: Que entre el dolor primario o experiencia emocional real y la realidad fingida en el poema, media una alquimia, una transmutación que no niega la necesidad de la primera y el carácter depositario de la segunda. Si no qué rayos hace en sus alforjas un poema como Waiting for you, subtitulado Cronología del 26 de abril de 2012, en el que nos cuenta con parsimonioso lujo de detalles, desde lo que pasa por su cabeza pensando en la muerte del padre, su llegada a la habitación en Washington donde su padre rendía sus últimos momentos, los detalles de ese encuentro hasta el postrer suspiro y los eventos subsiguientes. O qué demonios hacen en esas mismas alforjas poemas como los titulados Puerto Rico, Hora del comemierda, Sepa usted, En tierra, Dominguesca al fresco, etc., que ya desde sus títulos anuncian un sustrato real, unas circunstancias. En pocas palabras: El poeta no puede eludir ser un testigo, un delator de sí mismo. Tampoco considero que sea apropiado justificarlo desde las dos vertientes que planteaba Borges: la del que le pasan cosas y la del que las escribe. El yo de Hjalmar no se escinde en dicotomías metafísicas. Mucho menos se puede hablar de hablantes en el poema porque quien habla siempre es él. El yo plural no existe en esta poesía y gracias a esa prodigiosa voz suya, no se ha perdido en el formulismo impersonal o en las exequias de la personalidad.
        M
ás adelante he mencionado a Dios. A Hjalmar también le encanta juguetear con el muñeco de infinitos traseros. Lo hace, como él mismo lo dice en uno de sus poemas en prosa, por joder, pero de la lectura de esos dos textos que intercala seccionados como Dos poéticas, se desprende que no le guarda mucho respeto al viejo paternal tal cual lo llamaba otro antipoeta sin escuela que lo era el mejicano Jaime Sabines. Por el contrario, Hjalmar disfruta y le saca partido a lo que Richard Dawkins ha llamado El espejismo de Dios.
        De igual forma quiero destacar la irreprimible propensi
ón al conceptismo que aflora en los versos o en los textos de Flax. El discurso ingenioso, el empleo de maridajes de palabras para dar lugar a nuevos brotes semánticos, los trastrueques sintácticos, los acentos versales dirigidos a conseguir ritmos sincopados y complejos que obliguen al lector a estar atento a riesgo, de no ser así, de perderse en el manojo de retorcimientos estructurales, son algunos de sus recursos más usuales y característicos. De suerte que Hjalmar es un moderno con tradición. Su tradición es más que nada hispánica y se remonta al barroco español y, especialmente a Quevedo. De ahí su humor a veces rayano en la sátira más descarada, su variedad formal que puede desplazarse desde el verso libre hasta la ejecución de un magnífico soneto con sus sílabas correctamente contadas, sus estrofas bien delimitadas y sus rimas auxiliando el ritmo de la audacia. No obstante, partero es en clave personal, escudriñador de su a veces propia alma en pena y de sus momentos de felicidad.
        En este Penultimatum de Hjalmar se asienta el limo que lo justifica, lo que se repite fresca y novedosamente, el c
úmulo de sus activos en el pleamar de la poesía puertorriqueña y más allá de ella.
        No he sido pr
ódigo en citar versos o pasajes de este libro, en el que abundan con demasía los de signo memorable, pues no he querido desvirginizar la lumbre de sus textos. Además, desde el principio, Hjalmar me requirió que fuese breve.
        En algunos instantes, el poeta cometer
á el segundo gran pecado de lesa vanidad al citarse el mismo mediante la lectura de sus poemas en público. El primero ya lo fue haber publicado el libro.
        Finalmente me nace de lo m
ás profundo decir que yo no vine hasta aquí a presentar el libro de un poeta más, sino el de un poeta hecho y torcido y retorcido para quien he reservado siempre mis más honrados respetos y a quien deseo que esos niños de hoy, por los que él siente justificada compasión, lo acojan algún día en la voz que salga de sus labios. Aunque advierto que es posible que termine abominado y maldecido por los miembros de la Corte Celestial destacados aquí en la tierra que lo vio nacer y que no sabemos si lo verá morir.

Salvador Villanueva
16 de julio de 2015
Colegio de Abogados
San Juan, Puerto Rico

____________________________
*
Salvador Villanueva: Arecibo, Puerto Rico, 1947. Cofundador y coeditor de la revista de poesía, Ventana; cofundador y codirector de la revista literaria En el país de los tuertos; cofundador y coeditor de Ediciones Ricardo Garúa. Ha publicado los siguientes poemarios: Poema en alta tensión (1974), Expulsado del paraíso (1981), Fin (1987), Libro de los delirios / La comatosa noche  (1989), El corazón en huelga (2009) y Jodido (2012). Ha sido maestro de escuela e investigador del Deptartamento de Asuntos del Consumidor de Puerto Rico. Actualmente se desempeña como gallero.


 


HERMOSO Y TREMENDO PENULTIMATUM


        Hace un lustro tuve el privilegio de presentar ObraBreve, libro que de breve tiene sólo el título, pues sobrepasa quinietas páginas y abarca los primeros nueve poemarios de Hjalmar Flax. Creo que la intensa intimidad que se logra al leer poesía no se da en ningún otro género, así que hoy me honra decir que conozco la obra de Flax, uno de mis poetas preferidos y en lo personal el más querido. A ObraBreve le siguió Mientras tanto, publicado en el 2012 y ahora Penultimatum, recién publicado por Mariana editores y hermosamente diseñado.
        El amor por la poesía es el hilo que ata los once libros compuestos a lo largo de cuarentaicinco años de cuidadoso trabajo. Una de las advertencias con las que inicia Penultimatum señala que:

Los grandes temas de la poesía son tres:
Amor, Vida y Muerte.
Quizás sean sólo dos:
Amor y Muerte.
Aunque, bien mirado, sólo hay uno:
Poesía.

        En su undécimo libro se funden los tres, pues la cercanía de la muerte incrementa el amor por la vida y se vuelca en una mirada que todo lo observa con detenimiento. Nada hace tan tangible la idea de la propia mortalidad como encarar la de los seres queridos: madre, padre, amigos. La pregunta de qué es el amor, planteada en el poema ESCENA FAMILIAR (p 43) , se va contestando a través del libro aun hasta en los poemas cínicos que despotrican contra la pose de quienes no conocen la autenticidad del amor: los pretenciosos académicos, los materialistas comemierda. Aquí habla una voz completamente franca tanto en su ternura como en su crítica, que hace a un lado el pudor para hablar del cuerpo anochecido y del país agonizante.
        La poesía de Flax se ha distinguido siempre por el constante juego con la palabra. Con precisión de pinza cerebral agarra cualquier vocablo, lo mira desde todos los ángulos hasta sacarle filo a sus múltiples significados, lo literal, lo figurado, lo cómico, lo trágico, lo obsceno, todo halla el escrutinio de esta incansable mirada poética. Una palabra, un solo verso, el poema mismo no se puede leer de modo literal ni de una sola vez, pues contienen mensajes múltiples, agazapados para conmover, deslumbrar, mover a risa y hasta ofender al hipócrita lector según lo acusa con complicidad Baudelaire.
        Un ejemplo de esa capacidad lúdica es el propio título, término inventado por Flax. Aunque parezca ominoso y sugiera que el próximo libro será el último, no carece de humor e ironía. Sabemos que la palabra ultimátum se refiere a una exigencia que debe cumplirse en un plazo determinado para evitar consecuencias adversas; es decir, quien lo recibe debe someterse a unas condiciones bajo amenaza y ello carga el término de una terrible gravedad. Sin embargo, ningún amante dice a su amada: ¡Ésta es la penúltima vez! Y la amada de Hjalmar siempre fue la poesía.
        El libro se divide en siete secciones que comentaré someramente. La primera se titula ESPEJOS (p 11) y plasma reflexiones sobre la vida y nuestra ilusoria percepción de ella, su brevedad y con ella el aprecio por lo vivido no en las presuntas grandes gestas sino en lo más simple y cercano: la rutina, los objetos de uso diario como en el conmovedor poema ABLUCIÓN (p 29), que habla del baño cotidiano, del cuidado del cuerpo envejecido que no sobrevivirá a los objetos que le rodean: cual si fueran familia por ordinarios que sean. Todo me parece milagroso, dice el poema que inicia el conjunto y que expresa la dicha de empezar cada día con el regalo del asombro y la paradoja de una inocencia sabia. La inminencia de la muerte no tiene contundencia como la de EL HOMBRE DETENIDO (p 16), uno de los poemas más extraordinarios del conjunto. En él se describe una foto de una ejecución pendiente (pardon the pun) que es una alegoría exacta y tenaz. Culmina con un Ubi sunt que evoca a Manrique: Adónde te fuiste, vida,/tan calladita y así,/que no percibí tu ida/hasta que mi alma herida/de muerte en mi cama vi. (p 36)
        La segunda sección, CORAZÓN ABIERTO (p 37), habla dolorosamente de amores idos, de amores truncos, de los que no fueron. Entre ellos predomina el tema de la familia. En QUERIDA ABUELA (p 47) se estremece ante la comprensión tardía de que: Hoy sé que no hay nada más lleno de gracia/que los niños pequeños. Reconoce que: Hasta este juego al que rendí la vida/ya no entretiene tanto/como las voces y las risas de los niños pequeños. La voz que en Mientras tanto, su libro anterior, afirmaba que: ser poeta es menos importante que ser joven, ya no se lamenta por sí mismo, sino por esos niños que apenas estrenan la vida y cuya belleza no había podido absorber en toda su plenitud sino hasta andar en el otro cabo de la existencia. El poeta entiende por primera vez: las enormes verdades de las cosas trilladas () la irrelevancia de la gran historia/y la enorme importancia de lo efímero. La misma ternura refleja su anécdota de PARQUECITO DE MIRAMAR (p 46), mientras contempla jugar un niño cuya madre no le hace caso porque está leyendo. La madre lee sin darse cuenta de que pierde un momento irrepetible, más importante que las letras.
        Más adelante, la CARTA A UN HIJO (p 48) ofrece una serie de consejos para vivir. Entre ellos, la voz materna dice: pero no te entretengas/con himnos y banderas,/ni con climas y topografías./Son meros accidentes. (p 50) La poesía de Flax ha esquivado estos accidentes sin dejar de ser puertorriqueña y universal.
        ELEGÍA (p 53) es una cronología de poemas narrativos sobre la muerte del padre, desde el presentimiento de su inminencia, la despedida junto al lecho final y el entierro. Sin incurrir en religiosidad, culmina con una estremecedora letanía a la Tierra Madre para que reciba el cuerpo de su padre.
        EN LA ORILLA (p 61) es el título de la cuarta sección, en la que predomina el tema de la poesía, mas sin abandonar los previos de la muerte y el amor, porque como ya vimos, son lo mismo. Cuarentaicinco años de poesía siguen pareciendo la noche interminable que Jacob pasó luchando con el ángel, pues: A veces el poema es un narciso ciego/que sueña con su imagen y no encuentra caminos (p 64) y el poeta es un pobre esclavo del misterio cuyo oficio es un potro de tortura. Pero ese potro de tortura es también un corcel elegantísimo, como demuestra el impecable ritmo con que desde siempre ha forjado sonetos y que alcanza una cúspide brillante en AGUAFUERTE (p 65), en el que declara: Deambulo por calles descosidas () Junto a ciegos sonámbulos suicidas y cuyo final es tan hermoso que no lo puedo citar.
        El poeta busca rabiosamente la belleza y manifiesta enfado contra la belleza artificiosa de la academia. Por eso declara que: ¡Feo estás Orfeo flotando en las aulas! El poema PAPELES (p 76) habla de la destrucción de cartas y obras inconclusas para que no caigan –Dios libre- en manos de hacedores de tesis pues el deseo de permanecer en los ojos y el corazón del prójimo excluye de sus prójimos a los pomposos y opacos profesores. Ataca despiadadamente a la poesía contemporánea que desprecia la tradición, el amoroso cuidado del ritmo y de la métrica engañándose con el uso de versificación provista por un procesador de palabras para vaciar temas cliché como “la denuncia de la opresión del cabrón sistema” (p 78) en la cual Flax no ha incurrido durante sus casi cinco décadas de producción poética, no desde consignas comunes. Ello no descarta la reflexión sobre la injusticia y la denuncia burlona hacia los que ostentan el poder.
        La quinta sección se titula DOS POÉTICAS (p 81) y está escrita en prosa; la segunda de ellas aclara al lector que su intención, y cito: ha sido joder con toda seriedad, solemnemente. Para poner en práctica lo antedicho, se luce con los APOTEGMAS (p 85) que componen la siguiente sección. Un apotegma es un dicho breve y sentencioso. Flax lo convierte en aguda plataforma para jugar con las palabras, a veces como broma inocua cuando dice que: el cirujano vivía en la pobreza porque no daba un tajo; a veces como saeta que asesta en el corazón de la ironía como en FOREVER YOUNG: Morir joven. /Tengo setenta y dos años/y aún no pierdo las esperanzas.
El libro concluye con ENCERRONAS (p 91), una mirada adolorida y a veces sarcástica a los males de nuestro presente: la superficialidad, la estupidez, entre otros temas.
        Penultimatum es un libro de muchos tonos: va desde el dolor más serio hasta el chiste verbal para comunicar su ingenio, su emoción y su angustia. Como ha dicho el autor:

Los mejores poemas se parecen
a los tremendos choques de automóviles
La gente se detiene ante ellos
a asombrarse, a emocionarse
a pensar en la vida y en la muerte.

        El lector no podrá dejar de emocionarse ante este hermoso y tremendo accidente que es Penultimatum.

Kattia Chico*
San Germán, Puerto Rico
5 septiembre 2015

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* Kattia Chico, poeta puertorriqueña, nació en Costa Rica en 1969. Posee un grado de Maestría en Estudios Hispánicos y se desempeña como profesora en la Universidad de Puerto Rico. Cursa un doctorado en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Su poesía ha sido laureada y publicada en antologías, periódicos y revistas en Puerto Rico y el extranjero tales como El Nuevo Día, Sótano 00931, La Jornada Semanal (México) y Hostos Review (Nueva York). Tiene un poemario publicado, Efectos secundarios (2004). Su poemario inédito, Mala luz, obtuvo el Premio Nacional de Poesía otorgado por el PEN Club de Puerto Rico, y será publicado por el Instituto de Cultura próximamente.
 


 

The Academic reads Advertencias and finds authorial presence  
Email: 9/25/2015, 8:20 am

Darlingcito,
        I have been reading your latest book, here and there, now and then, in bits and pieces, sometimes a few pages, sometimes ten, going backwards, going forwards ‑- about six times now, in its entirety.  Some of the poems I have read twenty times.
        You are by now a very polished poet, and you have, it seems to me, several well established styles and themes.  There is the epigrammatic, at which you excel (here it shines in the title, as well as elsewhere); the oxymoronic turn of phrase and thought, always interesting; the narrator's self‑deprecating tone, in many of the poems; the nostalgia, far from sentimental; the humor, often turned against the first person speaker in the poem; the shift in linguistic register, from Latinate elegance to scatological slang.  You do all of that very, very well, and you surely know that.  Although every poem is a new thing,  and probably frightening at some point (before, during, or after composition --or perhaps at all points of its production), your self‑confident craft shines throughout the book.  This is not a young poet's book, with its occasional stumbles and fumbles; it's a mature poet's book, with its polished craft.               
        So I won't talk about that.     
        Instead I will talk about the presence of the author in the book.  
        You invite me to do this when you start off, in "Advertencias," by saying "Estos poemas no son autobiogr
áficos." So either they are something else (autofictional, perhaps?), or perhaps it is something else, and not these poems, that is indeed autobiographical.  In response to your negatively voiced invitation, I go looking for the autobiographical, for the author.  And, as I will tell you later on, I do find him. 
        I then hit upon the second line of "Advertencias":  "No hay
índice analfabético," and, appreciating the joke, I go looking at the indices just for the fun of it, since my attention has been called to them, to see what there is.  There are plenty of indices, both at the front and the back of theback of the book.  I read them and make interesting discoveries.  More about that later, too.    
        And then the speaker of "Advertencias" gets serious (or as Hemingway would say, he puts on the long white whiskers), to make a pronouncement about poetry: "Los grandes temas de la poes
ía son tres", and then this solemn pronouncement is undermined in a backwards count to conclude that there is only one: art is about art, with which of course I agree one hundred percent. And art has to stand up to scrutiny.  So I scrutinize. 
        The book's opening salvo, "Advertencias," is, as I saw when I looked at the index at the back of the book, included among the poems (in capital letters, as are all the other poems).  So that "Advertencias" is not, as I had assumed, a paratext, as its title and tone and position suggest.  (I run the danger here of being classified among the "hacedores de tesis doctorales, /de pomposos y opacos profesores" (76) but that doesn't bother me in the least, because I am by now and at long last, "libre / de las / expectativas/ de los / dem
ás" (115) and so I continue on my way, convinced that being an analytic, academic reader is a worthwhile thing to be.)  But then in the same "Indice alfabético" I see that its first line ("Estos poemas no son autobiográficos") is NOT included in the index at the back of the book, and also that the poem is not included in the index at the front of the book.  So are the indices playing games with me? Or are the indices analfabéticos after all, unable to read and index their own text consistently?   
        This first poem, which does and doesn't appear in the indices it draws attention to, is divided in three, not just by spaces between its sections, as normally occurs between stanzas, but by numbers as well.  And then there is a play with the reversal of numbers.  I think to myself, if the poem has three stanzas, separated by a lot of space, and a plural title, "Advertencias", there was no need to number the sections. This seems to me an authorial intrusion: the author telling me how to read,or how to count.  And then, the author having so insistently drawn my attention to what occurs between the poem's sections, I look at other items that occur between sections: the internal title pages.
        I found it very interesting at how many of these there are: seven. Eight, if one counts the last one (Indice alfab
ético), which even appears in the Index at the front of the book, dignified with the same indentation, capitalization, and bolding as the other internal titles (an index indexing itself).  But only seven of these internal titles have entire pages to themselves, with drawings and borders to draw attention to them and to distinguish them from other pages. I went to look at your earlier books, and I see internal title pages there as well (though less elaborate): from Los pequeños laberintos (1978) to Confines peligrosos (1985) to Poemas de La Bestia (1999), here the internal pages carry Roman numerals, not words, but they serve the same purpose of grouping poems together and separating one group of poems from another) and even in as slim a volume as Mientras tanto (2012).  So I wonder, what, in the often‑disparaged language of the academic, do these authorial intrusions signify?  Surely they are so important, and they seem to gain in importance as the author writes and publishes more. Why is this poet showing himself at work, showing himself organizing his materials?  Obviously the book cannot exist without this organizing activity, because one poem has to come first, another second, this one before this one, these six together.  The reader knows that the author (no editor has been named, so it has to be the author) has had to do this organizing type of work, but why is it foregrounded?  What is the significance of the authorial intrusion? Is the author revealing his own reading of his poems?  Or trying to help the reader read, or perhaps trying to control the reader's reading?         
        Obviously I don't know the answers to these questions, all I can tell you is that these internal title pages, like the numbers in"Advertencias," make me aware of your presence, inside the book.  This is neither pleasant nor unpleasant, it is just there.  You are there, in the poems and between the poems and between me and the poems.  Both as poet, because your poetic voice is so strong and well‑defined,  and as author/editor/constructor of your book.  But you are not letting the poems stand alone, and you are not encouraging the reader to deduce your themes.You are naming your themes, just as you named your book.  Perhaps you are making books within a book, or chapters within a book. 
        The title pages each carry a drawing (by Javier Mart
ínez, presumably approved by you?):  it looks to me like a series of books upon a shelf, perhaps to emphasize that the sections are separate?  Or that the poems within the section are separate? And a different drawing, though in the same spare style, adorns the first and second title pages, first smaller and then larger.  It seems to show framed empty canvases, or framed mirrors, perhaps? of different shapes and sizes, some standing, some lying on their faces, some on stands or tables, some of the floor, with a couple of pages all the way to the right .  Again, this seems to emphasizes a collection of items, each one separate, but all put together into this larger drawing, itself open and unframed.    
        You see that I like to read paratexts, or more precisely, intratexts.  I think they mean something. Everything in a book means something.  Especially in one as carefully crafted as this one.
        Besos (y sonrisas, I hope),
        Miriam

Miriam B. Mandel
Department of English and American Culture
Tel Aviv University
Ramat Aviv, Israel

 


The Center Holds
Email: 9/25/2015, 8:29 am

Dearest Hjalmar,
        One thing that the use of organizing principles like numbers and internal title pages, does, for me, is to make me think of structure. This is reinforced by the first (well, maybe it's the second) poem,"Despertar" a childlike, even infantile or perhaps embryonic awakening; and the last, “Epitafios”, a look at a post death event or at more than one post death possibility: even post death is undefinable to the living mind. In between these extremes, there is just about everything, all the things you know how to do (already listed in the other email) - now, at this late date of life, they appear sometimes in a softer tone, and sometimes in a darker tone. But they are the work of the poet Hjalmar Flax, and those who have accompanied this poet for decades find his voice and mind recognizably there.
        HOWEVER: At the very center, at the mathematical heart of the book, in a section that is unique because it carries only one poem and because even the drawing on its title page is different, is the longest poem of the book and, it seems to me, the most emotionally powerful. Here there is no contemplation of one's own aging self, or speculation about the meaning or meaningless of one's own death, or a discussion of aging or of death or of love in the abstract. Here there is real death, real pain, and also real, naked, undisguised love ("Quizás son sólo dos: Amor y Muerte") - but mainly, I find, death: the death of an individual, of the father, of the intimate other - the death of the Other is perhaps the only death that we can even start to hope to comprehend, emotionally or otherwise, for we cannot possibly see or comprehend our own. No matter how much we think of death, in the abstract or in terms of ourselves, all we know is that it is coming but even its coming eludes us. In this poem-drama, however, the poet has given the reader access to the event itself. Instead of discussing it, he has shown it, in dramatic scenes before, during, and after. The speaker has moved to the side, to be an observer, and the death itself is the focus. And so, the strength of the event and of the emotion are transparently available. I think it is a powerful poem.
        The book prepares for it well. In the preceding section, “Corazón abierto”, the heart was opened to feel. Intellectual prowess, wordplay, cynicism, self observation and self evaluation are put aside here, and the focus is on the Other. This leads up to “Waiting for you”, in which the first person narrator who dominates so many of the poems of this book becomes spectator: periphery and not center. The center is the dying Other, the dead Other, the buried Other. With this poem you knocked me over. You really did. The poetic voice is strong, of course; but it is respectfully toned down to let the scene appear with as little interference as possible.
        To me, the book turns on the drama, pain and love of this poem, and the organizing devices that point to it and emphasize it do their work well. The internal title page, "Elegía," the drawing on that page, different from all the others, the central position of the poem, the unwonted length of the poem, the foregrounding of drama and the minimalizing of the narrative voice all these tell me, the reader, PAY ATTENTION: this one is different. I think it's even a new genre for you, this drama poem, this first person spectator who is not the center. It is almost there in "Carta a un hijo," and the list at the end of that one, like the list at the end of "Waiting for you" is Whitmanesque and familiar. And powerful narrative poems, like Frost's "Death of a Hired Man," are also familiar. But I don't think I've seen you approach these dramatic genres before: your poetry is generally pithy, sharp, intellectual; given to language and wit, to irony and distance. And you return to that in later sections, especially in "Apotegmas." Here you are dramatic.
        There has been a building up and then a lessening of tension in the rhythm of the book. But in this book, Yeats notwithstanding, the center holds. There has never before been a center like this.
        Te felicito,
Miriam
 

Miriam B. Mandel
Department of English and American Culture
Tel Aviv University
Ramat Aviv, Israel