PALABRA Y POESÍA

Leído en la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española

como parte del ciclo de Charlas de 2014

 

Agradezco la inesperada y generosa invitación de José Luis Vega, presidente de esta institución, a quien estimo como poeta y aprecio como amigo, y vice versa.  Palabra y Poesía es el título de mi ponencia. No me va el atuendo de conferenciante, así que voy a hablarles un poco de poesía y de mi oficio de poeta; luego leeré algunos poemas que aparecerán en un libro inédito, titulado Penultimatum.

Siempre he sido poeta; de niño lo intuía, pero lo supe claramente cuando comencé a escribir. Poeta es la persona que hace poemas con conocimiento de causa, impulsado por un peculiar temperamento, una condición congénita e inexplicable que se manifiesta en un exagerado interés en las palabras y, especialmente, en los sonidos de las palabras. Se nace con esa propensión, por eso, ser poeta no merece ningún elogio. Elogio, si acaso, merecen sus poemas o algunos de ellos. En mi caso, esa condición siempre ha estado unida a la sensación de ser extranjero, y sólo desaparece cuando estoy escribiendo o leyendo. Por eso, mi patria es, y siempre ha sido, el lenguaje.

Tengo dos patrias, la mayor y primordial es el español, la menor y secundaria es el inglés. Hice mi bachillerato en Lengua y Literatura Francesas, pero el francés nunca fue patria porque no va más allá de permitirme leer un periódico, un menú, rótulos callejeros, preguntar el precio de algo o dónde queda tal lugar. A diferencia del español y del inglés, no siento placer cuando leo francés. El placer en la lectura no surje de entender lo que se dice, sino de apreciar cómo se dice. Para eso es necesario vivir en un idioma y dentro de un idioma; yo nunca viví en francés porque no pasé suficiente tiempo en un lugar donde se habla francés.  Sólo se vive en una lengua dentro de su oralidad.

El español fue la única lengua que hablé hasta que fui a la escuela; es la lengua de mi familia puertorriqueña con la que me crié; es la lengua de mi niñez, la lengua de los juegos con amigos, y la lengua que siempre estaba presente. Por eso escribo poesía en español, casi exclusivamente. Y escribo en el español de Puerto Rico, que es distinto al español del resto del mundo hispanohablante.

Aprendí inglés en la escuela; allí se hablaba inglés en el salón, pero en el recreo se hablaba español. Luego de comenzar la escuela, hablaba inglés con mi padre norteamericano, por acuerdo expreso entre mi madre y él, para ayudar mi aprendizaje del inglés. Además, estudié bachillerato en Estados Unidos, y pasé los últimos nueve años de mi carrera de abogado litigando en inglés. A pesar de todo eso, y de haber escrito poemas en inglés, me parece que no lo entiendo lo suficiente. En mi libro Poemas de La Bestia, publicado en 1999, por primera vez incluí algunos poemas en inglés, el que me parece mejor se titula Cupid's Quarry ("La presa de Cupido"). Mi cupido no es un putto rosado, rechoncho y alado, sino un cazador hecho y derecho que usa un arco de alta tecnología y lanza flechas mortíferas. El poema está escrito desde el punto de vista de la presa, herida de muerte, que quiere regresar al pasado, a cuando no había recibido el flechazo que lo está matando, que quiere "return to his unwounded self". Este poema trágico (el narrador del poema no acepta su destino) es una metáfora extendida que es un recurso poético donde todo el poema, o gran parte del mismo, es una sola metáfora. Es un recurso que uso a menudo.

No fue hasta mucho tiempo después de que gente seria y entendida comenzara a llamarme poeta, que lo pude decir abiertmente, como lo he dicho aquí. Creo que es la primera vez que lo digo ante un público. Todavía y sin embargo, cuando alguien que no conozco me pregunta a qué me dedico, digo que soy escritor y, sí me pregunta qué escribo, digo que poesía; ahí, casi invariablemente, termina la conversación: a muy poca gente le interesa la poesía. Además sospecho que piensan que los poetas no son gente confiable. Quizás tengan razón. También responde mi reticencia a decir que soy poeta, porque en Puerto Rico, ¡Ay bendito!, se le llama poeta a cualquiera. Basta que en una fiesta alguien metido en tragos mal declame unos versos, que bien puede que ni sean suyos, para que le llamen poeta. Eso es una enorme falta de respeto, no al payaso, sino a la poesía. En Puerto Rico la poesía es una de las cosas importantes que no se toman en serio. Yo la tomo muy serio, tan en serio, que a veces me parece que no hay cosa que tome más en serio que la poesía.

No sé por qué comencé a hacer poemas. Probablemente mi abuela materna, Aba, tuvo mucho que ver. Aba solía leerme a Platero y Yo. Imposible saber si fue la belleza del lenguaje de Juan Ramón, o la muerte del burrito peludo, lo que tanto me emocionaba. Lo cierto es que Aba y yo llorábamos juntos cada vez que Platero moría. Además de leerme a Platero, Aba me cantaba canciones infantiles. Cuando en 1944 nos trasladamos al área metropolitana, me cuidada Ana, una campesina de Manatí. Pasaba la siesta con ella en el cuarto del servicio y escuchaba radionovelas. La impresión que tengo es que "El derecho de nacer" duró durante toda mi niñez.

Señalo estas experiencias pre-escolares con el lenguaje "literario" para subrayar la importancia de la oralidad. La poesía es un acontecimiento oral y acústico: es sonido sale por la boca y entra por el oído. Para gozar la poesía es esencial decirla en voz alta. Al menos pronunciarla en voz baja si hay gente cerca. Seguramente habrán dicho muchas veces: "Pobre Lcdo. Flax, está hablando solo otra vez." La poesía no se lee como se lee la prosa, aunque hay prosa que da ganas de decirla en voz alta. Y saber leer prosa no te enseña a leer poesía.

Comencé a hacer poemas a los once o doce años, 1953-1954, cuando despuntó mi pubertad y mi interés por las niñas. Pudiera atribuírse a los efectos de la testosterona. Para esta época, mis abuelos se habían mudado a una casa contigua a la nuestra, que yo visitaba con frecuencia. En la mesita al lado de su butaca, mi abuela tenía libros de poesía; recuerdo: Pomarrosas, de José De Diego; En voz baja y La amada inmóvil, de Amado Nervo; Azul, Prosas Profanas y Cantos de vida y esperanza, de Rubén Darío; Vendimia, de José Antonio Dávila; Aromas del terruño, de Virgilio Dávila; Oasis y Nuevo Oasis de José Ángel Buesa; y El romancero gitano, de García Lorca. Éstos fueron los primeros poemarios que leí.

Durante la escuela intermedia y superior, escribía poemas con regularidad. A ninguno de mis amigos le interesaba la poesía. Es más, consideraban que escribir poemas no era una actividad propia de varón. No lo decían así, por supuesto, eran mucho más rudos y crudos. "Eso es cosa de patos", decían, y peor: cuando se enteraban de que alguien escribía poemas, le cantaleteaban cuatro versos abominables: "Tú que eres poeta / y todo lo compones," / etc. Para los dos versitos finales, pueden consultarme en privado.

No obstante y menos mal, con mis amigas otro era el cantar. Pronto descubrí que a las niñas sí les interesaba la poesía y estaban muy dispuestas a leer mis poemas. Como a mí me interesaban las niñas y me interesaba enseñar mis poemas, se dio una situación maravillosa donde el sexo y la  poesía eran las dos alas del mismo pájaro.  (poema A Cuba, Lola Rodz. de Tió

En mi último año de escuela superior aprendí la lección más importante como aprendiz de poeta, fue una auténtica epifanía. A la clase de español llegó invitada la Doctora Margot Arce de Vázquez a hablarnos de Garcilaso de la Vega. Para que entendiéramos mejor, nos dio un mini curso de métrica y versificación. Distinguió los versos de arte mayor de los de arte menor. Yo sabía ya qué era una décima, un romance, una copla y un soneto; había escrito décimas, romances, coplas y sonetos. Ninguno de esos poemas existe, gracias a Dios y a mi sensatez.

Cuando Doña Margot habló de los endecasílabos clásicos y dijo que llevaban acentos en las sílabas cuarta y octava, o en la sílaba sexta, y dio ejemplos con varios versos de Garcilaso, haciéndonos notar que las sílabas acentuadas de las palabras importantes del verso correspondían a los acentos del verso, fue para mí como si sonaran claros clarines (poema Marcha triunfal, Darío) y me iluminara un rayo que no cesa (libro El rayo que no cesa, M.Hernández). De golpe y porrazo capté que los versos tienen acentos y que eso determina su ritmo. No lo sabía. No sabía por qué algunos de mis endecasílabos sonaban bien y otros mal, a pesar de que todos tenían once sílabas. Muchos años después pude decírselo a Doña Margot sentado en el balcón de su casa.

Cuando el poeta emplea versificación tradicional, en los tipos de versos que usa está la clave de cómo leerlos; a menudo el ritmo de un verso determina o aclara su sentido. Versificación tradicional se refiere a versos que tienen patrones métricos establecidos por la tradición, como el endecasílabo, el alejandrino, el octosílabo, el heptasílabo, y otros. 

Me detengo un momento en el alejandrino: tiene 14 sílabas y un hemistiquio, o pausa obligatoria, que lo divide en dos partes iguales.

Leo la primera estrofa de cuatro versos del maravilloso poema de Antonio Machado titulado: ELEGÍA DE UN MADRIGAL. Son versos alejandrinos que riman. En los primeros tres, la pausa después de la séptima sílaba cae naturalmente, no así en el último verso donde el hemistiquio obliga a una pausa inusual después de la palabra "pobre", lo que resalta el sentido de ausencia y carestía que permea todo el poema. Saber que es alejandrino da la clave de cómo leer ese verso.

 

"Recuerdo que una tarde de soledad y hastío

¡oh tarde como tantas! el alma mía era

bajo el azul monótono, un ancho y terso río

que ni tenía un pobre juncal en su ribera."

 

A fines del siglo 19 poetas como Walt Whitman, crearon un verso que se le llamó "verso libre", son versos que no riman ni usan métrica tradicional.  No obstante, eso no exime al poeta de hacer versos con ritmo. En poesía, el ritmo es fundamental. No es más fácil el verso libre que el verso tradicional, y puede resultar más difícil, tanto de escribir como de leer, porque el poeta debe inventarse el ritmo de sus versos y el lector debe esforzarse por descubrirlo. Si no hay ritmo, no hay poesía.

No sólo el poeta, sino también el buen lector de poesía conoce las reglas de versificacación y métrica. Una advertencia viene al caso: quien escribe versos aplicando correctamente reglas de métrica y versificación, como el albañil que levanta una pared de bloques, es un versificador. Hacer poesía, además del dominio del oficio, requiere algo más, que ni trataré de explicar aquí. La gran mayoría de quienes escriben versos y publican poemarios son versificadores, y muchos ni a eso llegan. Al final volveré a tocar este tema.

Sin embargo, la mejor manera de aprender el oficio de poeta es artesanalmente: imitar poemas sin intención de originalidad, pero con intención de reproducir con exactitud las formas poéticas en que están escritos: hacer romances, sonetos, décimas, silvas, tercetos encadenados, etc., como el albañil que levanta paredes, a veces de bloques, a veces de ladrillos. Es una tontería que un poeta en ciernes comience escribiendo en verso libre. Es querer correr sin saber gatear. Por supuesto, esas imitaciones no se deben publicar ni guardar por mucho tiempo. Son ejercicios de aprendizaje, escaramuzas perdidas con el lenguaje todopoderoso, torpes cartas de amor a las palabras veleidosas.

Leo un poema oportuno publicado en el 2003 cuyo tema es las palabras, aquí personificadas. Se titula:

 

 EXPOSICIÓN DE LAS PALABRAS             

 

A diario les hablo a las palabras

con tonos indagantes y sinceros.

(Al menos eso creo.)

Me responden a veces. (Pocas veces.)

Casi siempre me ponen en mi sitio

y se burlan de mí

Son putas todas,

putas muy viejas que parecen jóvenes.

No entregan sus encantos sin cobrarlos

y los cobran carísimos.

Han tenido magníficos amantes

que las han mantenido como reinas

(cuando son solamente cortesanas).

A ninguna jamás le ha hecho falta

que un pendejo con pocos talentos

quiera verlas desnudas, las invite a la cama.

 

A veces, desde lejos, las observo en silencio

con una leve mueca petulante

como si conociera una verdad oculta,

un secreto, un truco para someterlas.

Se dan cuenta enseguida que blofeo.

Se suben el escote y se bajan la falda,

me miran de reojo, me sacan la lengua

y se ocultan en el diccionario.

 

Entonces no hay más que hablar.

No hay nada que decir.

No hay nada.

 

Desde antes de comenzar a hacer poemas, las palabras me encantaban, no sólo por sus sonidos, sino por sus múltiples significados y por todo lo que sugerían. Una palabra puede tener varios significados y sugerir muchas cosas. El sonido de una palabra influye sobre su significado, como también influyen los significados de las partes de una palabra que a su vez son palabras o sugieren palabras. Para mí esto ha sido determinante, y siempre está presente cuando escribo. Consideren la palabra "sonido" en el poema que paso a leer: se titula:   

 

SOBRECITOS DE AZÚCAR.

 

Recuerdo cómo juntas tres, 

cómo los sacudes (suave sonido)

cómo los abres de un tirón

y haces llover azúcar en tu taza de café.

 

Aprendí a juntarlos

a sacudirlos (suave sonido)

a abrirlos de un tirón

y hacer llover azúcar en mi taza de café.

 

Hoy, en este lugar que te conoce,

los sacudo, uno a uno.

Oigo el suave sonido.

Miro llover azúcar que no endulza

el suave son ido de tu ausencia.

 

Se habrán dado cuenta de que "sonido" se compone de dos palabras: "son" "ido" y eso, que ha venido influyendo en todo el poema, surge claro en el último verso donde se escribe la palabra separada en sus dos partes.

Resulta delicioso cuando el sonido y el significado cooperan, como ocurre en la onomatopeya. Por ejemplo: "susurro", "claqueta", "bordón", "chillido", "aparatoso", "tronar", "burla", "filo", etc. Consideren la palabra "trono", que sugiere "tronar" y eso resalta el poder implícito en el significado de "trono".

También dan gusto las aliteraciones que cooperan con el verso. La aliteración es la repetición del mismo sonido. Por ejemplo: "pueblo mi corazón de quietas cárceles", "cuando camino, soy lo zapatos", "inmensas rosas malvas deshojadas", "poco a poco caduca cada cosa", "el tequila te aniquila".

Sin embargo, hay palabras donde su sonido, o una parte de esa palabra, conflije con su significado. A mí, "Ornato" me sugiere adornos charros, de mal gusto: como de fiestas patronales; "Dovela" me sugiere algo liviano, inestable y frágil, no la piedra bruta que le da estabilidad a un arco, a diferencia de la palabra inglesa: "keystone" que, por la "k" y la "t" suena como lo que es: algo duro y fuerte; "Iniquidad" no me sugiere "maldad", sino algo chiquito y cómico por las sucesión de "íes". Y ni hablar de "Ósculo" que significa beso pero sugiere "otra cosa". Me parece que la palabra cuyo sonido conflije con su significado desaparece del lenguaje hablado y sólo persiste escondida en el diccionario.

Creía yo que todo el mundo escucha el idioma. Pronto me di cuenta de que la mayoría no lo escucha y necesita que el poeta le abra los oídos.  Pero algunas personas son irremediablemente sordas, para estas personas el lenguaje sólo sirve para comunicar el dato, la noticia, la referencia, la cifra; para estas personas la poesía es incomprensible. No saben lo que se están perdiendo pero, como dice el aforismo: oídos que no escuchan, corazón que no siente.

Entre los recursos del oficio de poeta, la creación de metáforas  compite para el primer puesto con la creación de ritmos. Paso a leerles dos poemas que son metáforas extendidas.

Escribí el primero cuando estudiaba en Philadelphia. Se publicó en mi primer libro, 44 poemas (1969).  Se titula:

 

PHILADELPHIA

 

Es

una tarde muda

como una pizarra vieja.

 

Uno tras otro los techos están.

 


 

            El poema trata de la incomunicación: la ausencia de palabras que antes estaban escritas en una pizarra que, metafóricamente, puede ser la mente o el corazón del narrador del poema. En ese silencio, en la mudez de la tarde, surge la imagen aburrida de la ciudad. El ritmo staccato del último verso, que es un endecasílabo, imita la distribución monótona de los techos: [uno / tras otro / los techos / están].

Al ritmo de este endecasílabo se le llama "gaita gallega", ¿porqué?, no tengo idea. Otro endecasílabo que también tiene nombre, es el "provenzal" que lleva acentos en las sílabas cuarta y décima. Ejemplo: "Más que por bien, por malaventurado". Tampoco sé por qué le llaman "provenzal".

El segundo poema aparece en Poemas de La Bestia (1999) y se titula:

 

FUEGOS ARTIFICIALES

 

Poderosa alegría la esperanza

cuando uno espera al otro,

quieta en el corazón como diamante

en su estuche de terciopelo rojo,

callada como flor en su capullo,

sepultada como centavo nuevo

en el puño de un niño.

 

Todo se abre cuando el otro llega:

el estuche, el capullo, el puño, todo

abre indefensos brazos infinitos.


Todo se hace cristal por un instante,

suspendido, expandiéndose,

cayendo en aguacero de colores

sobre el tiempo, y las cosas,

la explosión retumbando

como el inmenso corazón de todo.

 

La clave de este poema está en el doble significado de "fuegos artificiales": el fenómeno pirotécnico que crea el espectáculo, y el artificio del oficio poético que recrea la emoción del narrador del poema. Le doy importancia a los títulos: casi siempre dan la clave del poema.

Es un error atribuirle al poeta la personalidad de la voz que narra sus poemas. Esa voz no es la de una persona con nombre y apellidos, dirección y teléfono, número de seguro social, pariente más cercano, etc. Esa voz es una invención del poeta similar a un personaje que inventa un dramaturgo, lo único que el poeta se inventa a sí mismo en cada poema que escribe.

Fernando Pessoa aclara todo esto magistralmente en su conocido poema, Autosicografía, que da las claves para comprender qué es poesía. Leo el poema, mía es la traducción del portugués y sus errores:

 

            El poeta es un fingidor.

Finge tan completamente

que hasta llega a fingir que es dolor

el dolor que de veras siente.

 

Y quienes leen lo que escribe,

en el dolor leído sienten,

no los dos que el poeta tuvo

sino un dolor que no tienen.

 

En esos dos rieles gira

y entretiene la razón,

ese trencito de cuerda

que se llama corazón.

 

Este poema es un mantra, debe aprenderse de memoria y decirse a menudo, deteniéndose a pensar después de cada estrofa.

Un poema debe contener todo lo necesario para que el lector lo entienda. Por supuesto, doy por sentado, en primer lugar, que ese lector sabe el significado de todas las palabras que aparecen en el poema, en segundo lugar, que reconoce la forma del poema y los tipos de versos en que está escrito, y en tercer lugar, que se da cuenta de las referencias culturales que están en el poema. 

Para poner en juego los artificios del oficio, encontrar las palabras precisas y las imágenes apropiadas, es esencial distanciarse de la experiencia originaria y recordarla desde una relativa tranquilidad. No se puede ecribir sangrando por la herida. Pero no se trata meramente de recordar, sino de revivir la experiencia para recuperar la emoción vivida. Es como escarbarse la cicatriz para que vuelva a sangrar. No es recomendable hacerlo si no eres poeta.

No es lo mismo recitar un poema que declamarlo. El que recita, lee el poema en voz alta atento a lo que escribió el poeta. El que declama, usa el poema como un parlamento de teatro, y sólo le interesa demostrar sus dotes de histrión, casi siempre deplorables. De declamadores, líbranos, Señor.

En poesía casi nunca se dice nada nuevo. Y digo casi por aquello de dejarme una salida. En verdad creo que nunca se dice nada nuevo. Lo que hace el poeta, aún los grandes poetas, es decir lo mismo de manera novedosa. El buen poeta le habla a su generación y, quizás, a la generación de sus hijos. El gran poeta le habla a todas las generaciones, a la suya y a las que vendrán después. Grandes poetas son muy pocos.

Todo cambia y la poesía también. Pero cambios favorables no se dan de la noche a la mañana y menos haciendo borrón y cuenta nueva de la tradición. El borrón y cuenta nueva está de moda y es, en tantos casos, una belicosa exaltación de la ignorancia. Está de moda referirse a la tradición, en literatura y en las demás artes, como algo opresivo y discriminatorio que hay que combatir y destruir.

Son muchos los "poetas" que sin conocer su tradición pretenden cambiarla. El único cambio valioso es el que se da desde adentro, desde el conocimiento, nunca desde afuera, desde la ignorancia. Muchos creen que un verso es un renglón en un papel. Para ellos, el verso ha perdido su función de unidad rítmica, y el rítmo, como dije, es esencial en la poesía. Lo único que conservan de la poesía es su apariencia sobre el papel, su apariencia de escalerita. Como los peldaños de esas escaleritas no son versos, al leer sus "poemas" tratan de imponer un ritmo que no surge de lo que han escrito; a menudo marcan ese ritmo con exagerados movimientos corporales y hasta cambiando los acentos de las palabras.  

El siguiente poema se titula "La escalerita explicada", es parte de un  poemario inédito titulado PENULTIMATUM que espero publicar pronto y sirve de cierre. Está dedicado a los portensosos programas de procesar palabras:

 

LA ESCALERITA EXPLICADA 

 

¡Qué gran ayuda es la computadora 

para el nuevo poeta que desprecia la métrica,

la versificación, la tradición.

Le basta con "setear" márgenes anchos

y romper a escribir, porque el programa

automáticamente crea la escalerita

que él siente que son versos!

 

¡Qué gran ayuda es la computadora

para el poeta rebelde que interesa

sacarse pa' fuera todo su coraje

contra "el cabrón sistema" que lo oprime.

Le basta con "setear" márgenes anchos

y romper a escribir, porque el programa

automáticamente crea la escalerita

que él siente que es poesía!

 

¡Qué gran ayuda es la computadora

para el poeta artístico que justifica al centro

todas las líneas de sus escaleritas

porque se ven tan bien y está de moda!

 

¡Qué gran ayuda es la computadora

para el feliz poeta que no sabe

de dónde viene ni hacia dónde va!

 

Debemos preguntarle:

     "Oye, ahora

que has trepado por tus escaleritas,

¿qué viste, qué encontraste?

¿Y tu abuela, la poesía, dónde está?".

 

                                                                         *  *  * 

 

Ahora paso a la lectura prometida. Leeré poemas de ese libro inédito.

 

TENACIDAD 

 

Va cada cual consigo mismo a cuestas 

por las altas y bajas de su propia existencia

instado por el ritmo de los días y las noches,

de semana en semana, de año en año.

Por su pequeña ruta,

tres o cuatro paradas, su rutina,

desperdiga su tiempo en poco, en nada.

Y sin embargo vive, como vive

todo ser su minúscula existencia.

 

Tiene vida la vida que el vivo ser no sabe,

y sin saber persiste: el cangrejo en su cueva,

el insecto en el árbol, el percebe incrustado,

la lombriz en la tierra, el ave, el pez, el cabro...

 

Algo tiene la vida que le viene de entonces y de cuando.

 

Pero el hombre, encumbrado,

con su abultado ganglio que delira,

se cree distinto al ave, al pez, al cabro,

superior al percebe, la lombriz, el insecto,

más libre que el cangrejo a la orilla del mar,

fantasea su existencia, rechaza su futuro,

pero muere en su tiempo, como todos.

 

Pueda yo ver la esencia de cada cosa inerte,

la especial maravilla de cada ser viviente

que comparte conmigo este espacio, este instante,

este aire, esta luz, este destino.


 

EN LA ORILLA                               

 

A veces el poema es un narciso ciego 

que sueña con su imagen y no encuentra caminos.

Se pierde dando tumbos entre palabras huecas

y expira en los silencios de sordos desatinos.

 

A veces el poema es un narciso blanco

con un pequeño sol en su centro amarillo

que ilumina las aguas del río que es la vida

y transporta al lector por luminoso trillo.

 

Tensado tantas veces entre esos dos extremos

está el poeta, ¡pobre!, esclavo del misterio.

Transformado su oficio en potro de tortura,

atormentado vive su vida en cautiverio.

 

No obstante y sin quejarse, el poeta persiste,

camina por las calles de la ciudad, almuerza

en fondas con amigos, o solo, y permanece,

y regresa a la orilla, y recomienza.

 

 

ES TARDE YA                                 

 

En mundo inmundo bebo puya y prieto 

café más que la vida negro

más que la noche negro y oscurece, y sucumbe

atumulada bajo sustantivos

adjetivos y verbos y también adverbios

preposiciones y posposiciones, entretanto

el tiempo, tiempo sordo, tiempo ciego.

 

Tuviese cuatro cosas que decirte,

que estoy vacío y giro sin cesar,

desamparado giro, y mis atributos

envejecen desequilibradamente,

que persisto en la idea que construyo

binómico irresuelto y redolido,

que sorbo a sorbos café prieto y puya

y doy todo por bueno y me detengo

a contemplar un chango en su negrura

que se allega y desllega con sus plumas.

 

Yo no tengo más día que mi día

ni más suelo que mi desconsuelo,

lo que mis suelas zapateras pisan

evitando la gracia de los perros.

 

Ayer café tomaba prieto y puya

y un pichón blanco con el pico azul

cagó mi boina y me dejó indefenso.

 

 

AGUAFUERTE

 

Deambulo por calles descosidas 

entre muertos que van pero no vienen,

reconociendo rostros que retienen

destellos de otros tiempos y otras vidas.

 

Junto a ciegos sonámbulos suicidas

que gambetean pero no entretienen

doy pasos suaves para que no suenen

por anchas y encharcadas avenidas.

 

Veteado muaré levanta vuelo,

triángulo de tordo terciopelo

una noctuela oculta en su reposo.

 

Cesa la lluvia, se dibuja el oso,

filo de cimitarra rasga el velo

y en otro suelo estoy, en otro cielo.

 

 

DESPERTAR

 

Adán, recién cuajado de la arcilla, 

desconoce que está en el Paraíso.

Se sienta. Se ve el cuerpo. Se levanta.

Da tres o cuatro pasos, vacilante.

Mira a su alrededor. Escucha. Tienta.

Todo le parece nuevo, extraño.

Su ignorancia es perfecta:

no sabe que no entiende nada.

 

Entonces Dios se le aparece.

Adán pregunta: ¿Eres yo?

Dios no contesta.

Ha venido a extirparle una costilla.

 

Despierta Adán, y Eva está a su lado.

Entonces habla Dios y dice: NO

 

 

MALOLVIDO            

         letra para bolero

 

Olvidé tu nombre 

pero no mi pena.

Sé que ya no eres

la misma que fuiste.

Ya no sé quién eres

y no eres ajena.

En mí ya no existe

ni saña ni maña.

Caducó el carisma.

Mas cuando me extraña

sentirme feliz,

sangro por la misma

vieja cicatriz.

 

 

LUZ Y SOMBRA

 

Entre tus piernas, luz, está el deseo 

y te circunda como el tibio aliento

del jaguar que reposa, soñoliento,

encima de su presa. Fantaseo

 

con intuir la imagen que no veo,

y al penetrar en la mirada invento

ser el jaguar que mira porque siento

desentumecimiento y cosquilleo.

 

Despertada la bestia a la belleza,

entre la sombra atisba nueva presa,

la misma que a su lado ya tenía.

 

Súbitamente, en un arranque eufórico,

da un salto inesperado y metafórico

y cae sobre su propia fantasía.

 

 

QUERIDA ABUELA              

 

En mi viaje hacia el vací

llego a una edad en que descubro

las enormes verdades de las cosas trilladas,

los estrechos confines del pensamiento lógico,

la terrible tristeza tras las modas,

la irrelevancia de la gran historia,

y la enorme importancia de lo efímero.

Hasta este juego al que rendí la vida

ya no entretiene tanto

como las voces y las risas de niñitos pequeños.

"¡Son tan graciosos!" me decías... 

y yo no comprendía.

Hoy sé que no hay nada más lleno de gracia

que los niños pequeños.

Los amo a todos con tierna compasión.

En sus caritas transparentes brilla

lo que pudimos ser y nunca fuimos,

lo que pronto perderán en la barbarie

que se llama humanidad.

 

 

VIDA DECIMADA 

 

Vive el Bobo en su bobera 

balbuceando boberías.

Vive el Loco fantasías

encerrado en su loquera.

El Patriota en su trinchera

sermonea sin cesar,

y el Político en su ciar

dice engaño tras engaño.

Si a veces me siento huraño,

nadie me puede culpar.

 

 

            INSTANTÁNEAS 

 

EL ASCENSOR 

El amor de su vida 

fue su amor de bajada.

 

EL SUICIDA   

Mientras caía de un décimo piso 

pudo repasar toda su vida:

había vivido poco.

  

EL ADOLESCENTE

Tenía el rostro cundido de acné 

y se masturbaba imprudentemente.

No podía separar el grano de la paja.

 

EL INVITADO

Lo invitaron a ingresar a un selecto cenáculo 

de poetas populistas llamado "La Plebéyade". 

Declinó por razones de salud.

  

EL VENIDO A MENOS

Concluyó que la impotencia 

es un problema del carajo.

 

EL CIRUJANO

Vivía en la pobreza 

porque no daba un tajo.

  

SORDERA PELIGROS

¿Qué dijo, doctor, 

metátesis o metástasis?

 

HOMILÍ

Dios es la hostia. 

 

                         "FOREVER YOUNG" 

(con Bob Dylan)                                   

Morir joven. 

Tengo setenta y dos años

y aún no pierdo las esperanzas.

 

 

ABLUCIÓ

 

Lavo mi cuerpo envejecido en este 

mismo cuarto de aseo donde hace

tantos años que vengo recreando

el grato ritual del baño cotidiano.

 

Cual si fueran familia, reconozco

las losetas del piso, el botiquín,

las luces fluorescentes que lo enmarcan,

los azulejos, la bañera, el inodoro,

los toalleros, el lavabo, en fin, todo...

todo salvo este cuerpo envejecido

que froto con jabón, enjuago con la ducha,

y me hace recordar tiempos mejores

perdidos en la estela nublosa de la vida.

 

Una vez más me agrede silenciosa

la ingrata permanencia de las cosas.

 

(publicado en La Jornada Semanal, México, D.F.)

 

El HOMBRE DETENIDO                             

 (foto en blanco y negro)

 

Sobre la plataforma de madera,

a tres metros del suelo, está de pie.

El cinturón de cuero que lo ciñe

le sujeta los brazos a los lados.

Grilletes le coartan los tobillos.

Insólita corbata, la ancha soga

le ajusta la capucha al cuello, casi

se distingue el contorno de su rostro.

Grueso le cuelga el nudo sobre el pecho.

No ve por la capucha, pero sabe

que está parado sobre la compuerta.

(¿Acaso la sintió ceder un poco?)

Hacia atrás, indistinto, un sacerdote

mira la Biblia con la boca abierta.

(¿Oyó las preces, encontró consuelo?)

Con la mano derecha en la palanca

mira el verdugo su muñeca izquierda.

(¿Aguardará que llegue el segundero

hasta el número doce?)

 

Sin embargo, aquí todo sigue estático.

El segundero nunca llega al doce.

La mano nunca mueve la palanca.

El cura nunca cierra la Biblia ni la boca.

Y el hombre encapuchado seguirá

parado en la compuerta, soga al cuello,

el vacío debajo de sus pies.

 

 

ESE ANIMAL

 

Somos ese animal que cuando duerme

sueña con ser humano,

ronda sin rumbo la ciudad de noche,

bebe sangre y se mancha la camisa,

amanece dormido en algún parque,

despierta y no recuerda

cómo llegó, qué hizo, y dónde estuvo.

 

Somos ese animal que ya despierto

quiere ser diferente,

estar en otro sitio, porque ve

cómo se le aproximan, poco a poco,

tres personas con gorras y uniformes

que le apuntan con armas

y sólo son las seis de la mañana.

 

Somos ese animal que vive como

cualquier depredador,

que no nació de los que comen yerba

y corren por los campos en manadas,

sino del animal que los persigue

los alcanza, los mata,

lame sangre, devora y sobrevive.

 

Somos ese animal que necesita

algo más que comida,

que le da por cantar cuando descansa,

contarles cosas a sus semejantes,

preguntarse misterios, explicárselos

de forma coherente,

aunque el razonamiento sea fantástico.

 

 

SALDO  

(en tono mayor para Harold Bloom)

 

Luego de tanto quehacer, 

hacer y rehacer y soportar

sobre la contundida espalda del espíritu

el peso enorme de la POESÍA;

movido y conmovido

por ritmos, melodías, peligrosas

palabras explosivas,

beligerantes versos sibilinos;

entregados los años

a golpear pedruscos chispeantes y sonoros,

a toda hora, a cualquier hora,

bajo influjos de soles o lunas; estrelladas

las alas temerarias en noches sin estrellas

(deforme somorgujo condenado

a zambullirse en oscuras aguas agitadas

para sobrevivir el litoral inhóspito,

la sorda y chata literalidad);

proyectada la vida como sombra de saguaro centenario;

miro el resto de mi sol ya casi puesto

y dejo esto...

sin de verdad saber si de algo valga,

porque desde hace un tiempo

sólo puedo leer lo que yo escribo.

 

 

Muchas gracias.
 

Hjalmar Flax

a 23 de septiembre de 2014

en la Academia Puertorriqueña de La Lengua

San Juan, Puerto Rico