Publicado en 2003 por
Editorial Plaza Mayor, Río Piedras, Puerto Rico, 112 págs. Contiene un
prólogo de Pío E. Serrano. Recibió el primer premio del Instituto de
Literatura Puertorriqueña en la categoría de "Creación literaria" para obras
publicadas en 2003; y el primer premio del PEN Club de Puerto Rico en la
categoría de "Poesía" para obras publicadas en 2003. |
Selección de ABRAZOS PARTIDOS Y OTROS
POEMAS
He sobrevivido
los impulsos de la juventud,
mantenido en jaque
la buenas intenciones,
rehusado pagar cuotas,
defendido mi persona,
patrullado los límites, atento.
He dicho siempre mi verdad
y soportado las consecuencias.
He llegado
solo hasta mi edad,
hasta mi soledad,
poeta.
Y YA
Y ya. Se fue. Duró sólo un instante.
Una visión que cruza la ventana.
Un reflejo fugaz en el espejo.
Eso es todo. Fue nada. Pero es todo
lo que le queda aun al más atento.
¡Si tuviese más lenta la mirada,
menos impetüosos los recuerdos!
Y si mi corazón se conformara
con tocar un andante sosegado
en la vieja marimba de mis huesos.
Yo traté, créanme, más que los otros,
varias veces, de abandonarme lejos
y regresar a ser sólo un buen hombre,
con mujer, hijos, casa, obligaciones,
deudas, planillas y quizás un perro,
y agradecerle a Dios cada domingo
pequeñas bendiciones, tibios besos.
Yo traté, créanme, más que ninguno,
de ser un hombre sabio,
conducir mi celosa calavera
por las aguas serenas
de equilibrados pensamientos.
Pero caía la noche, ese mar infinito
. . .
Yo traté, créanme, pero no pude.
PLEGARIA DEL POETA VIEJO
Dios, envejezco, y a nadie le importa.
Sentado aquí conmigo solamente,
hoy ni consigo ser mi propio público.
Hoy contra mí se han agolpado todas
mis pérdidas presentes y pasadas.
De todos los caminos no escogidos,
hoy me salen al paso los umbrales.
Y es demasiado el precio que he pagado
por haber sido y ser cómo y quién soy.
Hoy se vuelven preguntas mis consuelos probados.
Y parece que todo
estaba de antemano ya dispuesto,
que mi albedrío siempre fue el de una bestia lúcida
obligada a vivir en su jaula de pérdidas,
y escribir testimonios de su dura condena.
Hoy no sé dónde estoy ni cómo llegué aquí.
Sólo sé que envejezco, Dios, y a nadie le importa.
Ni a Ti.
"Il pleur dans mon coeur
comme il pleut sur la ville,
. . ."
Paul Verlaine¿Será la artritis, o será otra cosa
ajena a los caprichos de este clima,
esto que me entristece y desanima
en la tarde nublada y silenciosa?
¿A qué raíz de amor menesterosa
alimenta esta lluvia repentina,
cuando en mi vieja herida clandestina
hunde su lenta garra dolorosa?
¿Quién (nadie) toca ya frente a mi puerta?
¿Quién (nadie) espera ya que yo le abra?
¿Quién (nadie) llega y entra - si está abierta-
en busca de mi abrazo y mi palabra?
Es la lluvia, la lluvia indiferente,
que cae sobre San Juan como un torrente.
RESUMEN
Con ella aprendí tres cosas:
que el amor es uno.
IMPERFECTO
(para mí, buen amigo y mejor enemigo)
Fruta es su corazón, amarga y huera,
por una costra dulce abrillantado,
armadura vidriosa que agujera
el diente memorioso del pasado.
Es la rata de viejos desconsuelos
que en soledad su prole multiplica.
Le tiende en vela su razón señuelos
que dormido su sueño descomplica.
Mientras tanto, más triste que contento,
deambula por la vida con las manos
en los bolsillos de su sentimiento,
creyendo que sus juegos cotidianos
con las palabras que aprendió de niño
recompensan la falta de cariño.
ESPERANZA
Agradecer este pasar.
Comprender que sólo hay pasantía.
Mirar hacia atrás, reírse
(con ternura burlona) de uno mismo.
Saborear la madurez:
magro fruto de la lucha.
Estar en paz.
Morir.
"PLAISIR D'AMOUR"
(para La Bella)
Si aún llega su belleza y su dulzura
desde el pasado hasta mi pensamiento,
si aún evoco su olor, su movimiento,
y de su voz la clara tesitura;
si a pesar de la vida, de la cura
que el tiempo presupone, aún la siento,
y el corazón transita, tiento a tiento,
ciego de ausencia, sordo de amargura;
¿valdrá la euforia del amor, la inmensa
pena de amor cuando el amor termina
y ese otro amor, el desamor, comienza?
Responderé mañana. Hoy preciso
volver a recordar el paraíso
perdido en el desierto de su ruina.
ABRAZO PARTIDO
(para Carlos Varona)
Ya nos hemos contado muchas cosas
en todas sus variantes varias veces,
y nuestras vidas ya no nos sorprenden.
Nos hemos comprobado que no somos
perfectos, ni aun extraordinarios.
Entre nosotros lo que piensen otros
es justamente eso, y nada importa.
Nos hemos reducido al buen tamaño
de cómodos caber en un abrazo.
Conmovidos y alegres aceptamos
este regalo que nos dio la vida,
y nos llevamos sobre el corazón
como amuleto de la buena suerte,
ineficaz, ya lo sé, contra la muerte.
SOBRECITOS DE AZÚCAR
(para Ángela)
Recuerdo cómo juntas tres,
cómo los sacudes (suave sonido),
cómo los abres de un tirón
y haces llover azúcar en tu taza de café.
Aprendí a juntarlos,
a sacudirlos (suave sonido),
a abrirlos de un tirón
y hacer llover azúcar en mi taza de café.
Hoy, en este lugar que te conoce,
los sacudo, uno a uno.
Oigo el suave sonido.
Miro llover azúcar que no endulza
el suave son ido de tu ausencia.
DESNUDO EN LA AVENIDA
Pizca de inspiración, tonel de oficio,
maniático obsesivo, pobre esposo,
a veces energúmeno horroroso,
y siempre adicto al solitario vicio.
¿Así que poemitas? ¡Mal indicio!
¿Actitud melancólica? ¡Espantoso!
¿Regusto por el límite? ¡Morboso!
¿Renunciar al trabajo? ¡Poco juicio!
Se ha puesto viejo ya, sus actitudes
le corresponden mal a su figura.
Sus bromas tienen trazos de amargura.
Sus sentencias atisban senectudes.
Helo ahí, mírenlo. Ninguno olvide
que es menos lo que da que lo que pide.
LECCIÓN DE FILANTROPÍA
Ama la mediocridad.
(para Ángel Hermida
con el saltimbanqui de Palés)Torva tristeza cierta, descontento
especial y constante lo margina
del resto de la gente y lo destina
a lograr o morir en el intento.
Batiente el corazón, falto el aliento,
las más veces se pierde y desatina.
Mas cuando acierta, brilla adamantina
la vida misma presa en el invento.
Explorador del aire más precario,
fisgón mañoso de anticuadas tretas,
cansado maromero temerario,
es, además, esclavo de su vicio:
se inyecta realidad y hace piruetas
en la línea que cruza el precipicio.
SON DE ABERRANTE
1.
Cree
el ave errante
que un animal terrestre
es un aberrante.
2.
Cree
el animal terrestre
que un ave errante
es un aberrante.
3.
Cree
el aberrante
que un animal terrestre
es un ave errante.
SCHEHEREZADE
Era una mujer de las mil y una noches:
los dos años, nueve meses y dos días
que duran las más bellas relaciones.
ELLA ME DIJO
No sé lo que es el amor,
pero me comería
una barquilla de chocolate.
EXPOSICIÓN DE LAS PALABRAS
(con Octavio Paz)
A diario le hablo a las palabras
con tonos indagantes y sinceros.
(Al menos eso creo.)
Me responden a veces. (Pocas veces.)
Casi siempre me ponen en mi sitio,
y se burlan de mí.
Son putas todas,
putas muy viejas que parecen jóvenes.
No entregan sus encantos sin cobrarlos
y los cobran carísimos.
Han tenido magníficos amantes
que las han mantenido como reinas
(cuando son solamente cortesanas).
A ninguna jamás le ha hecho falta
que un pendejo con pocos talentos
quiera verlas desnudas, las invite a la cama.
A veces, desde lejos, las observo en silencio
con una leve mueca petulante,
como si conociera una verdad oculta,
un secreto, un truco para someterlas.
Se dan cuenta enseguida que blofeo.
Se suben el escote y se bajan la falda,
me miran de reojo, me sacan la lengua,
y se ocultan en el diccionario.
Entonces no hay más que hablar.
No hay nada que decir.
No hay nada.
(PRÓLOGO DE ABRAZOS PARTIDOS Y OTROS POEMAS)
HJALMAR FLAX EN EL PANORAMA POÉTICO PUERTORRIQUEÑO
por: Pio E. Serrano*
“Pizca de inspiración, tonel de oficio” es el primer verso de un soneto –uno de
los once de este libro-, “Desnudo en la avenida”, en el que Hjalmar Flax, como
quien no quiere la cosa, y en su tangencial manera, nos deposita lo que
constituye el secreto de su ars poetica: el obsesivo laboreo sobre el lenguaje,
la obstinada voluntad por alcanzar una expresión propia, la tenaz fatiga que
rehuye el fácil guiño de la inspiración, esa falaz palanca que ha movido tanto
horrísono verso. ésta es la línea maestra sobre la que se articula la dicción de
una de las voces más auténticas y singulares de su generación.
Las señas de identidad de la dicción poética de Hjalmar Flax están presentes
desde su primeros libros. El moroso segregar de sus poemas, la pausada
articulación de sus libros requieren del autor una atención inusual en el género.
Desde sus inicios, Flax es consciente de que la poesía exige la porfiada
atención del "fabro". No se distrae.
Vale la pena recorrer, aunque sólo sea someramente, la trayectoria poética de
Hjalmar Flax porque Abrazos partidos es, en muchos sentidos, la culminación de
una summa en la que progresivamente Flax se nos ha dejado ver como un virtuoso;
es decir, el que aplica de modo extraordinario la técnica de su instrumento.
Hjalmar Flax aparece en el escenario de la poesía puertorriqueña en un momento
clave. Se trataba del enfrentamiento, entonces aparentemente apocalíptico, de,
por una parte, la llamada poesía de compromiso o poesía social, cuya vocación
primera se sustentaba en la denuncia política, económica y social, la protesta
bajo consigna, pero que descuidaba la especificidad del lenguaje poético para
arroparse en una retórica sabida y sobada, desbordante de una estentórea
proclamación de justicia social pero precaria de justicia poética; y de la otra,
un moderado grupo de poetas que, ante todo, anhelaba recuperar para el lenguaje
poético una capacidad expresiva más intensa y específica, a la vez que en sus
temas huían de lo extraordinario estridente para encontrar refugio en los
laberintos de la conciencia, las sorpresas de lo cotidiano, los desgarramientos
existenciales provenientes del amor, de la muerte, del sentido de la vida, todo
ello sin abandonar una conciencia de solidaridad y de responsabilidad política.
La década del 70 será testigo de los distintos posicionamientos en que los
poetas de la época instalan sus respectivas poéticas. En ese contexto conocí a
Hjalmar Flax y a algunos de sus amigos poetas más cercanos. Pienso en José Luis
Vega y en Salvador Villanueva, alentadores del necesario rescate de una
expresión poética libre de las ataduras formales de criollistas y comprometidos,
de neorrománticos y bohemios trasnochados. La seriedad y el rigor con que
abordaban la plural temática que los convocaba –la dignidad del hombre, la
solidaridad, el desamparo, el amor y lo erótico, la amistad, el murmullo de la
calle- y el novedoso y provocador empleo del lenguaje poético con que se
expresaban, ofrecía una idea de por dónde se imponían los derroteros más
exigentes de la joven poesía puertorriqueña. A los tres primeros, pronto se
unieron Manuel Martínez Maldonado, la inolvidable Olga Nolla y ese espléndido
narrador que es Edgardo Rodríguez Juliá. Entre ellos y otros amigos de entonces,
como Etnairis Rivera o Aurea María Sotomayor, encontré lo que consideré la
cantera más lúcida y auténtica de la más reciente literatura puertorriqueña.
Hjalmar Flax, sin embargo, siempre ha sido un caso. Su propio nombre parece
ocultar su identidad puertorriqueña y dificulta que sea fácilmente asimilado al
medio. Proveniente de una familia judeo-latvia-germano-hispana-criolla, de padre
norteamericano y madre puertorriqueña, Flax pasa cuatro años en la Universidad
de Pennsylvania (1960-64), cursa estudios en el Programa de Estudios Hispánicos
de la Universidad de Puerto Rico (1964-66) y obtiene un doctorado en Derecho por
la misma universidad. Desde muy temprano distingue entre el modus vivendi de su
profesión y su verdadera y única vocación, la poesía. Alejado de grupos
literarios de presión, de capillas partidistas, de gestores de revistas y
conciliábulos; fiel a la amistad, se ha mantenido siempre como un francotirador.
Una suerte de lobo estepario de la escritura y poco amigo de confederaciones
bajo consigna, las que fueren. Su compromiso primero es con el lenguaje.
Artesano de la palabra, orfebre de la sintaxis y la semántica es un relojero de
los que organizan meticulosos artefactos siempre listos a explosionar ante la
distraída conciencia del lector poco avisado.
Desde su primer libro, 44 poemas, publicado en el volumen 144 poemas en 2 libros
(1969), con 100 poemas de Arturo Trías, Hjalmar Flax nos deja saber de su
proclividad hacia el rescate de la oralidad como instrumento de exploración y
elaboración de una poética muy personal, configurando un lenguaje rítmica y
sintácticamente superior a cierto conversacionalismo en boga, retórica de lo
obvio. Sin abandonar un hondo y personal lirismo, desconocedor del tono meloso y
del fácil acomodo romanticoide, Flax se adentra, en este primer libro, en una
escritura depositada en la combinación de breves poemas certeros como dardos,
reflexivas composiciones de mayor aliento y dos sonetos de corte quevedesco que
anuncian ya su atracción por esta tan exigente forma poética. En sus 44 poemas
Flax aborda implacable la memoria personal y sus desgarramientos; deja fluir un
cierto escepticismo que lo aleja de cualquier precipitado entusiasmo; concede
espacio al amor y sus desgarraduras, a la conciencia de la soledad, al
ineludible paso del tiempo, a la vez que explora el territorio inquietante de su
propio cuerpo. Todavía en este primer libro no aparecen su peculiar sentido del
humor ni el estilete de su ironía; tampoco se aprecia esa riqueza libérrima del
habla que habrán de incorporarse a su poética en las entregas siguientes y que
pasarán a formar una de sus más significativas señas de identidad. Buen lector
de la poesía puertorriqueña, en especial de Luis Palés Matos, acusa, igualmente,
la lectura del siglo de oro español, en especial Quevedo, y la huella
anglosajona recuerda a Robert Frost y Cummings; de los hispanoamericanos se
aprecia su trato con Jaime Sabines y el primer Cardenal.
En Los pequeños laberintos (Madrid, 1978), Hjalmar Flax se arriesga a una
aventura del lenguaje audaz, ingeniosa y llena de sorpresas para el lector.
Evidentemente ha leído al Parra de Poemas y antipoemas y sus Canciones rusas,
adivinamos la resonancia del Cardenal de Oración por Marilyn Monroe y otros
poemas, así como los ecos de la poesía beatnik. También ha descubierto el
universo de paronomasia, calambur, hipérbole, equívoco, paradoja, retruécano,
ironía y parodia de Guillermo Cabrera Infante; un orbe del que se apropia como
recursos para la desacralización, con ánimo transgresor y revulsivo. Hay en sus
poemas un evidente desplazamiento hacia lo urbano inmediato, que viene a unirse
hacia el constante paladeo de su propia intimidad. Se apropia de los territorios
del amor, del erotismo y del sexo desde una distancia lúdica y el léxico se abre
descarnadamente al habla puertorriqueña. Igualmente se acerca, incluso, a cierto
culto de lo grotesco. No le teme, pues, al lenguaje malsonante ni a la
apropiación del habla no ya coloquial, sino populachera y vulgar, pero no la
convierte en retórica identificativa, es sólo un registro más en el rico
repertorio de sus exploraciones lingüísticas. A este repertorio incorpora
ingeniosos juegos de palabras como los siguientes:
SINANESTESIA
La quería bella
pero
la bellaquería...
ALUSIÓN
El mar es ancho y ajeno, sin duda,
como el mundo. Gozo de la amplitud,
disfruto el vuelo,
pero si se apaga el motor:
Cero Alegría.
O esta “Crítica cinematográfica”, dedicada a G. Caín:
Roberto Taylor,
como actor,
era un desastre.
Se le veían las costuras,
perdía el hilo a cada rato.
Pero no todo, por supuesto, es fuego de artificios ni juegos verbales, por ingeniosos y provocadores que resulten. En este libro se aprecian también, y con una presencia notable, poemas de aliento lírico, exploraciones reposadas sobre la intimidad del poeta y reflexiones de carácter artístico-literario. Véase este espléndido poema:
UN CIERTO DESPERTAR
Esta mañana de metales mórbidos
la brisa duerme. El humo de las fábricas
inserta el horizonte
de inmensas rosas malvas deshojadas.
Pero mi corazón está tranquilo.
La noche le rindió sus apagadas
distancias, sus luceros
iluminaron besos y miradas.
Se levantan los ruidos. Resplandece
el sol de la ciudad.
La brisa duerme aún y malvas rosas
adornan las montañas.
No alzaré las cortinas. Ella duerme
y el recuerdo del sueño dura en mí.
Como se puede apreciar, en el lirismo de Flax no hay espacio para escapismos
retóricos. Su palabra fluye con sobriedad, de manera sutil, protegida por un
secreto pudor que huye del histrionismo y del sentimiento como espectáculo.
Con motivo de la publicación y presentación de este libro, Flax pasó varios
meses en España, oportunidad que le valió para conocer a otros poetas
hispanoamericanos cercanos a su poética, como el boliviano Pedro Shimose, los
argentinos Mario Trejo y Santiago Sylvester, los cubanos Gastón Baquero y
Armando Alvarez Bravo, entre otros. Descubrió entonces a los poetas españoles
del 50 y fijó su predilección en dos de sus más notables representantes: Jaime
Gil de Biedma y Ángel González. Este alejarse del entorno insular, vivir una
existencia más allá de las incidencias localistas, y abrir un diálogo personal
con poetas de otras latitudes y experiencias enriqueció notablemente su
imaginario poético. A ello habría de añadir los sucesivos viajes de errabundeo
indagatorio por Italia, Francia, Inglaterra y la antigua Yugoslavia. En todas
partes Hjalmar fue consigo mismo, pero en todas partes aprendió de la unanimidad
universal del ser humano: sus amores, su miedo a la muerte, su estremecimiento
poético, la lealtad a la amistad, las pasiones inútiles, la obscenidad de la
violencia...
Los dos libros siguientes de Hjalmar Flax, Tiempo adverso (Barcelona, 1982) y
Confines peligrosos (Madrid, 1987) revelan a un poeta maduro, dueño de sus
recursos, eficaz en sus propuestas. Y así lo reconoció la crítica, tanto la
española como la puertorriqueña. De Tiempo adverso pudo escribir Jorge Rodríguez
Padrón, quizá el crítico español con mayor conocimiento de la poesía
hispanoamericana:
“Tiempo adverso es el libro de la sabiduría final... por eso, la ironía que se ha establecido en la escritura de Hjalmar Flax como característica fundamental, resulta mucho más sutil... Su palabra se ha hecho más sabia y se ofrece cargada de mayores recursos... Quiero destacar ese sentido agresivo y peligroso que ha ido adquiriendo la palabra de Hjalmar Flax”.
Sobre el mismo libro Edgardo Rodríguez Juliá precisaba:
“Si el neorromanticismo de Neruda concibió la poesía como mural, este intimismo de Hjalmar Flax concibe la poesía como miniatura que nos revela la infinita extrañeza del mundo”.
Carmen Dolores Hernández al referirse a Confines peligrosos subraya la precisión en el uso de ciertos resortes poéticos en el volumen:
“Ubicada en la tradición contemporánea de poesía hispánica... tradición que busca en el prosaísmo, la ironía y la parodia una clave más certera para transmitir la situación del hombre de hoy, la poesía de Hjalmar Flax incorpora aquí esos recursos de manera eficaz”.
A estas alturas Hjalmar Flax ya había leído y asimilado a nuevos poetas
anglosajones que habrían de marcar nuevas actitudes poéticas: Dylan Thomas,
Eliot, Auden, Wallace Stevens y Pound –Carmen Dolores Hernández apunta con
acierto a Alexander Pope- ; y se había enriquecido con el trato textual de
poetas hispanoamericanos de la generación anterior, como Juan Gelman, Enrique
Lihn y Roque Dalton. Riguroso y constante lector de poesía se acercó a la
vanguardia brasileña y al portugués Pessoa; a los grandes maestros italianos,
Saba, Campana, Ungaretti, Montale y Quasimodo; a su contemporáneo norteamericano
Mark Strand; a los novísimos españoles, además de volver sobre los clásicos de
la modernidad como Baudelaire, Jules Laforgue y Yeats.
De escritura lenta y reposada; meditada; escrita y vuelta a escribir, sus
entregas no sufren de la precipitación. Así, para 1995, ocho años después de su
libro anterior, prepara un volumen subtitulado “Poemas nuevos y selectos”, una
suerte de muestra antológica de los que el autor considera los más logrados
poemas de su producción, a la que añade 39 nuevas piezas, todo ello bajo el
título, siempre perturbador y ambiguo, de Razones de envergadura. Su antólogo y
prologuista, el escritor y crítico puertorriqueño Julio Marzán, nos advierte de
que, a pesar de sus múltiples y variadas lecturas universales, de sus estancia
en el extranjero, la escritura de Hjalmar Flax no pierde su identidad
puertorriqueña:
“Flax trabaja una voz sencilla que habla para sí misma y sin embargo resulta ser esencialmente colectiva y puertorriqueña. Es la mañana después del bembé. Es la voz de un tipo blanco, y también la voz del Macho Camacho ya cansado de tocar su guaracha y luego de varias sesiones de sicoterapia”.
La recepción de este volumen vino a consolidar el sitio de Hjalmar Flax en la
poesía ya no sólo insular sino dentro del marco de la lengua. Para entonces, su
obra, recogida en numerosas antologías en Puerto Rico, España, México y Estados
Unidos había ganado la atención de la crítica más allá de los círculos
inmediatos.
Con motivo de la publicación de Razones de envergadura, Gerald Guinness
comentaba en el San Juan Star uno de los aspectos de la poesía de Flax más
contantes en su escritura de los últimos años, el de su sobriedad y continencia:
“Flax puede mostrar una delicada reserva y sobriedad que recuerda al lector a Antonio Machado. Se puede afirmar que Flax es quizá el menos declamatorio de nuestros poetas y por ello se le lee con una gratitud mezclada con la risa. Aun cuando nos recuerda verdades incómodas, como en “Poema en tu cumpleaños”, cuando nos dice que después de los 50 debemos aceptar el hecho de que somos huérfanos desde el nacimiento”.
Ampliando esta zona de mayor gravedad en la poesía de Flax, su compañero generacional, José Luis Vega, apuntaba en sus palabras de presentación al volumen antológico:
“El sujeto poético en la obra de Hjalmar Flax reproduce la figura del hombre moderno que duda de la dimensión trascendente del mundo. El mito, el milagro, la fábula, la edad de oro y la utopía quedan fuera del campo de su legitimidad. Besar al sapo no conduce al príncipe, sólo al sapo, a su estoica figura agazapada. Así sin ilusiones y sin consolaciones mayores, el poeta urde su respuesta ética ante la opacidad de un mundo que no tiene otra esperanza que la que pueda nacer de la propia imperfección”.
Como reconocimiento a la labor de creación realizada por Flax a lo largo de casi tres décadas, en 1998 la Editorial de la Universidad de Puerto Rico pidió al poeta una colaboración para su colección Aquí y Ahora. Para tal ocasión Flax seleccionó un puñado de poemas ya editados y ocho inéditos, todos ellos agrupados en torno al tema de la poesía. El volumen venía a ser, pues, la expresión de una poética, por eso lo tituló Cuestión de oficio. En su Prólogo, y a manera de explicitación tangencial de sí mismo, Flax se detiene en la lectura interesada de poemas de Bécquer, Antonio Machado, Palés Matos, Dylan Thomas y Jacques Prévert para, a través de su hermenéutica, tratar de dilucidar la función del poeta en el poema y la desesperada lucha por alcanzar la expresión de lo esencial. En estas palabras prologales Flax pone al descubierto una clave decisiva para la interpretación de su propia escritura. Tiene que ver con la distinción entre la “voz autoral” y el “narrador” del poema. Una distinción en extremo importante porque revela, en el caso de Flax, su capacidad para asimilar experiencias poéticas no necesariamente vinculadas a su propia existencia o en cualquier caso a su capacidad para desdoblarse, asumir la otredad y concederle voz. Escribe Flax:
“Al igual que no debe confundirse al dramaturgo con su personaje, no se debe confundir al “poeta”, autor del poema, con el “narrador” o el personaje creado por el autor para que diga el poema... El narrador de un poema es siempre un personaje o pose del poeta, un rol que el poeta desempeña en el poema y que puede cambiar de poema en poema, de libro en libro”.
Ahora bien, precisa Flax, cuando el poema tiene como tema la propia poesía el sujeto poético es siempre el autor. Detengámonos un momento en uno de estos poemas, a mí entender, su más estremecida confesión sobre la experiencia de la escritura :
POIESIS
Escribe el escritor y al escribir
desde la más profunda soledad
donde se empoza impuro el sedimento
del sueño y la vigilia que es su vida,
a ese rincón de olvidos, a ese sótano
secreto acude, escarba, yace, busca
consigo estar callado en su desorden
entre sus trastos como un trasto más.
Entonces, quizá entonces, sólo a veces,
alguna oblicua luz que no le llega
de sol ni de bombilla, le relumbra
el papel sobre el cual junta sonidos,
cadencias de palabras, que no caen
desde el distante mundo, sino desde
su propia sangre viva, hasta su mano
menguada ya la fuerza originaria,
dejando trazos que parecen versos.
Si bien el tema del amor, del erotismo y del sexo en todos su grados ha sido una zona siempre presente en la obra Flax, todavía nos sorprenderá con un libro monográfico sobre una obsesión amorosa. Poemas de la Bestia (Madrid, 1999) es precisamente eso: el relato lírico del nacimiento, la pasión y la muerte de un amor desesperado. Como si de un largo bolero unitario se tratara, Flax deshoja ante nosotros las luminarias del encuentro y del reconocimiento; los estremecimientos de la exaltación, los desencuentros, la desesperación y la nostalgia del fuego convertido en humo y cenizas. El poeta mexicano, Hugo Gutiérrez Vega, su prologuista, nos da cuenta de la singularidad de este poemario:
“Sorprende que un poeta tan mesurado, tan exacto en su ironía, y tan complicadamente sencillo, nos entregue ahora este libro lleno de exaltaciones y de excesos del cuerpo y del alma. Al leerlo nos acercamos a una tumultuosa sinceridad y a unas formas poéticas que corren todos los riesgos y salen limpias y enriquecidas de la aventura, gracias al carácter liberador del verdadero lirismo”.
Carmen Dolores Hernández escribió una bella y aguda crónica sobre este libro que
calificó como “un hermoso texto que sale airoso y fortalecido de la más dura
prueba” y se detenía en algunos de sus registros más notables: la incorporación
del mundo del bolero, la asunción de una tradición desde la contemporaneidad, la
gran variedad de modalidades formales, la eficacia en el uso de las antítesis y
los juegos verbales, la oportunidad de las interrogaciones retóricas, lo
acertado de sus finales reveladores y concisos, y la aplicada desvalorización
consciente de las metáforas amorosas, como era de esperarse en este autor. No en
balde, Hernández seleccionó este libro entre los mejores de 1999.
Ahora, con este nuevo título, Abrazos partidos y otros poemas, Hjalmar Flax da
otra vuelta de tuerca a su escritura. Siempre entre la palabra testimonial y la
urgencia libérrima del lenguaje, entre un puñado de cálidas lealtades y el
luminoso escepticismo, entre el humor desconsolado y la estimulante ironía... Un
lenguaje siempre en estado de alerta, un lenguaje que no agota sus fronteras
porque siempre las dilata para el disfrute de nosotros, sus lectores.
Pío E. Serrano
Madrid, diciembre de 2002
* Pio E. Serrano (Cuba, 1941). Escritor y editor. Ha publicado cuatro volúmenes de poesía: A propia sombra (1978), Cuaderno de viaje (1981); Segundo cuaderno de viaje (1987) y Poesía reunida ((1987). Espera publicar en 2004 Tercer cuaderno de viaje. Reside en España desde 1976. Director de Editorial Verbum, fundada en 1990. Ha dado conferencias y dirigido seminario sobre literatura hispanoamericana en universidades de Europa, Estados Unidos y Asia (Corea del Sur). Sus ensayos han aparecido en numerosos volúmenes colectivos.
(PRESENTACIÓN DE ABRAZOS PARTIDOS Y OTROS POEMAS)
LIBERTAD BAJO PALABRA: LA POESÍA DE HJALMAR FLAX
por: Mercedes López-Baralt *
Esta noche me regocija presentar un libro que ya es mío desde que fuera naciendo,
poema a poema, en los últimos tres años. Se trata del poemario más reciente de
Hjalmar Flax, publicado hace unos meses en este año de 2003 por Plaza Mayor.
Libro que culmina - por el momento tan sólo, pues siempre esperamos el próximo -
la trayectoria poética de Flax, contundente en una oferta de ya ocho libros. Lo
anteceden 44 poemas (1969), Los pequeños laberintos (1978), Tiempo adverso
(1982), Confines peligrosos (1987), Razones de envergadura (1995),
Cuestión de
oficio (1998) y Poemas de la bestia (1999).
Este amigo del alma, hermano al que me gusta llamar incestuoso (para no
aburrirnos), desde que en los años universitarios hiciéramos el negocio redondo,
con mi hermana Luce, de intercambiar el pon que nos ofrecía a las dos peatonas
por la suculenta cena de Mami, se ha dedicado como pocos a la locura de la
poesía. Con escasas interrupciones, para ejercer con desgano la carrera legal o
para emprender viajes interminables por Europa, donde tampoco la abandonaba. Con
él he continuado aquel diálogo que comenzara hace años con nuestro mutuo amigo,
el inolvidable Edwin Reyes, sobre el consuelo de la belleza. Con la que nos
deslumbrara Hjalmar a Luce y a mí en aquellas tertulias en la calle Alhambra de
Hato Rey, tanto desde el teclado (había compuesto una melodía incantatoria) como
desde la palabra, con un conmovedor poema de ecos darianos, que comenzaba: "He
aquí lo fatal". Para nuestra desgracia, ambos, la melodía y el poema, ya sueñan
en el pozo del olvido. Pero su nostalgia me hace amenazar a Hjalmar a cada rato
con llevarlo a un hipnólogo para que lo duerma y los rescate, por las buenas o
por las malas. Pena que Fasman ya no resida en este planeta.
Supe desde entonces que era poeta, y de los buenos. Lo que confirmé años más
tarde con la más temible de las pruebas de fuego a la que lo pueda someter el
oficio, más allá de emprender un soneto: ceder a la tentación de escribirle a la
madre. Prueba que pasó con altísimas calificaciones al eludir el melodrama
siempre acechante en un hermosísimo poema de 1978, "Metafísica":
Si algo me anima, si mi alma
fuese inmortal, sería por simpatía,
porque no estás en Puerto Rico
ni en ninguna parte de este mundo.
Porque no es cosa de ir a visitarte.
Porque no es cosa de coger el automóvil,
o el avión, o la nave espacial
y llegar en veinte minutos a la Calle Luhn,
o en tres horas a París.
Es algo mucho más complejo, mucho más difícil,
más inconcebible que llegar a Saturno.
No te imaginas que soy aviador.
Tu recuerdo no puede imaginarse lo que he hecho
después de aquel abrazo,
ni lo que he pensado,
ni lo que he sentido.
Tu recuerdo sabe muchas cosas pero no sabe eso.
Se ha quedado detenido, como las estatuas,
como el final de una película.
Si algo me anima, mi alma sería
por toda la simpatía que te tengo,
inmortal.
Comienzo con este poema de Los pequeños laberintos no sólo porque la muerte es
visitante tan asidua de sus versos, que hace que Hjalmar confiese en ese mismo
libro que le ha "cogido cariño a la Funeraria Ehret". Sino porque la orfandad es
un tema persistente en su poesía: "Yo nací para huérfano.../...Porque ser
huérfano es un estilo, una actitud / vital, existencial: saberse solo, / irremediablemente
desligado, es / tener al mundo al frente, atrás, encima, / debajo, alrededor, pero
jamás / estar dentro del mundo". Así lo proclama en Confines peligrosos. Y es que
la orfandad es una forma primaria de la soledad, el gran núcleo de su obra
poética. Coherente como pocos, Hjalmar me envió por email hace un año su poema
favorito de un poeta compartido por ambos, Edgard Allan Poe. Titulado "Alone",
allí el autor de "The Fall of the House of Usher", tras confesar, "From
childhood's hour I have not been / as others were, [...]" propone como eje de su
vida a la soledad, única llave que puede entreabrir la puerta del misterio. Que
encarna, cómo dudarlo, en la poesía. Soledad que Hjalmar Flax lleva tatuada en
la piel, y que iza ufano como estandarte de libertad en el primer poema de
Abrazos partidos, "Y ya": "Yo traté, créanme, más que los otros,
/ varias veces,
de abandonarme lejos / y regresar a ser sólo un buen hombre, / con mujer, hijos,
casa, obligaciones, / deudas, planillas y quizás un perro, / y agradecerle a Dios
cada domingo / pequeñas bendiciones, tibios besos. // Pero caía la noche, ese mar
infinito... // Yo traté, créanme, pero no pude". He citado un fragmento.
Desde el primer volumen de sus memorias, Ernesto Cardenal llamó a su existencia
célibe y pobre Vida perdida, citando a San Lucas, quien propusiera que el
sacrificio de los placeres mundanos trocaban la pérdida en ganancia de Dios.
Hjalmar no ha renunciado a ninguno, pero ciertamente sí dejó de lado la
serenidad de la vida burguesa por convertirse en monje contemplativo de la
belleza. No sin conciencia de la pérdida, otro de los motores de su poesía. No
puedo menos que recordar al cantor uruguayo Alfredo Zitarrosa, cuando en "Milonga
del desdichado", y con versos de Washington Benavides, pone en boca de un viejo
gaucho solitario, que contempla por el camino a un hombre con su chiquilín en
una carreta, el siguiente lamento: "Y se dice convencido / yo podría andar así
/ porque
sólo es desdichado / el que supo presentir / que otra vida lo esperaba / y la perdió
por ahí...".
Como lo advirtiera en el citado poema de Abrazos partidos, que no por casualidad
abre el libro, nuestro poeta resiente los límites cual barrotes de prisión. Pero
la libertad por la que opta también pesa; así lo confiesa en un poema de Los pequeños laberintos, "Alcohol IV": "Me tomé la libertad, toda la libertad.
/ Solo
y borracho estoy / en esta cárcel cósmica / donde el espacio apesta". Son muchas las
cárceles en su poesía, desde la más amplia - el cosmos - hasta las más
inmediatas. Su casa misma - un acogedor apartamiento de Miramar - simula
fronteras que lo aíslan de los demás. El intercomunicador dañado le ofrece una
conveniente coartada al poeta solitario: nadie lo visita por la falta de timbre.
"Coño, tan chévere que está esto aquí, / y el día que está tan bonito / con la bahía
y la música". Y es que, como él mismo afirma en otro verso, el hombre es "prisionero
de sus propios confines peligrosos". "Galerías somos / inmensas y cerradas". De
ahí que el amor no sea posible; la pareja se reduce necesariamente a, y cito,
"tan sólo una mujer y un hombre, / cada uno, en su pequeña soledad, / encerrado",
como lee otro "Testimonio" de Confines peligrosos. Pero al poeta no le queda
otra que vivir en la nostagia de sus pérdidas, que también constituyen prisión,
la más cruel de todas: cárcel de amor. Así lo reconoce en el "Poema sin futuro"
de Tiempo adverso: "Yo también estoy preso en los recuerdos / de un pasado
demasiado fugaz". Pasado reciente que llora en Poemas de la bestia, en el que
Hjalmar se nombra a sí mismo, en un poema en inglés, como "Caged beast". Es en
este poemario en el que cuaja una de sus más conmovedoras imágenes carcelarias;
la del corazón preso en el tórax. Me refiero a "Poema en San Valentín":
Tu recuerdo me vive a su albedrío.
Hoy levanta ante mí mi propia imagen
feliz cuando contigo:
es un fantasma ilusionado, alegre,
que me sale del cuerpo
y abraza tu recuerdo, y enlazados
bailan en el espacio de la vida,
en ese espacio hueco donde habito
desde que por razones racionales
llevé a cabo los actos rigurosos
de cortar y arrancar
y echar a andar sin voltear el rostro,
para dejar atrás lo inconveniente.
Pero mi corazón, torpe animal,
sin comprender por qué se lo llevaban
como si nada grave aconteciese,
se volteó en su jaula de costillas
para ver a su amor permanecer
de pie, tras un portón,
en una calle ingrata, para siempre.
Piedra de sal no me volví, del todo.
Pero mi bruto corazón
piedra de sal se hizo en ese instante.
Por eso es que a pesar de tantos años,
boto sal por los ojos
pruebo sal en la boca
trago sal,
cuando en atardeceres soleados,
o mañanas lluviosas, o noches estrelladas,
en el espacio hueco que es mi vida
baila un fantasma alegre, ilusionado,
con tu recuerdo vivo.
Y yo los miro.
Los sufro con paciencia.
Los perdono.
Pero, para decirlo en palabras de Miguel Hernández, "las cárceles vuelan" cuando
las perfora la palabra. Si el mismo oficio poético se le figuraba cual prisión
en el poema "Desayuno" de Confines peligrosos, en él está la escala de estrellas
construida sílaba a sílaba para emerger del otro lado del espejo: "Prosigo
/ con
ciego y sordo oficio carcelario, / tragando en soledad café con leche, / marcando en
soledad papel en blanco". Místico de la belleza, su relación con el Dios que
niega es irrenunciablemente estética: en Tiempo adverso advierte, que si fuera a
pedirle alguna cosa, "le pediría / que me diga en un verso el universo". No dudó
Hjalmar en retar a Dios, forzándolo a someterse El mismo al trance místico en
que todo es UNO en el amor, y gracias al cual las fronteras espaciales y
temporales desaparecen. De paso lo conmina a convertirse en poeta, para contarlo.
Cuando Hjalmar me pidió que presentara su libro - si no lo hace lo mato, pues
presido su fan-club - sabía que tenía ante mí el banquete de sumergirme en su
poesía, de manera muy otra a la que estaba acostumbrada: leerla a solas, o
leerla al alimón en mi casa o en la suya. Tuve que pasar de lectora a estudiosa.
Claro que la relectura cuidadosa de la obra de un poeta ya comienza a brindarnos
claves y señales que la poesía misma gentilmente ofrece. Hay que dejarla hablar,
decir, sin imponerle absurdos esquemas teóricos o camisas de fuerza que mal
disimulan la falta de olfato literario y de pasión del lector. Su poesía me
habló, y fue contundente. Lo que hasta aquí he dicho sirve de antesala al libro
que nos ocupa, y que, como todo poemario, supone un diálogo intertextual con sus
antecesores. La imaginería carcelaria de la obra de Hjalmar Flax, que va de la
mano con una irrenunciable pasión libertaria, se me hizo tan evidente, que
comencé a buscarle título al presente ensayo. Fueron varios los finalistas,
entre ellos, "Hjalmar Flax: de la cárcel de amor a la gran fuga". Pero otras
frases hicieron sus pininos por ingresar en el título: desde la sanjuanina "Salí
sin ser notado", la sorjuanina "Sílabas las estrellas compongan", la
miguelhernandiana ya citada, "Las cárceles vuelan", hasta la cursilada de la
canción que cantaba Perry Como, "Prisoner of love" o el jocoso título de una
vieja ranchera, "El preso número nueve". Que por cierto, era un hombre muy
cabal. Pero nada, no podía excederme de un título, y lo dejé como ya ustedes
saben.
Esa "libertad bajo palabra" en la que vive nuestro Hjalmar figura contundente en
el segundo poema de Abrazos partidos. Se trata de un soneto, metáfora carcelaria
por excelencia en el campo de la métrica, que obliga al poeta a disciplinarse, a
constreñir su dolor en el corsé de los límites rítmicos, como lo ha visto la
crítica de Miguel Hernández en el caso de El rayo que no cesa. Titulado
"Imperfecto", comienza aludiendo a aquel corazón enjaulado de Poemas de la
bestia, ahora preso en una armadura confitada: "Fruta es su corazón, amarga y
huera, / por una costra dulce abrillantado, / armadura vidriosa que agujera / el
diente memorioso del pasado". El poeta, solitario en su cárcel de amor, apunta a
la poesía como única llave capaz de abrirle una salida: "creyendo que sus juegos
cotidianos / con las palabras que aprendió de niño / recompensan la falta de
cariño". El tercer poema del libro, y uno de los más poderosos, regresa a la
imagen del corazón preso en la jaula de costillas del "Poema en San Valentín",
en una originalísima reflexión sobre el envejecer. Se titula "Plegaria del poeta
viejo", y dice así:
Dios, envejezco, y a nadie le importa.
Sentado aquí conmigo solamente,
hoy ni consigo ser mi propio público.
Hoy contra mí se han agolpado todas
mis pérdidas presentes y pasadas.
De todos los caminos no escogidos,
hoy me salen al paso los umbrales.
Y es demasiado el precio que he pagado
por haber sido y ser cómo y quién soy.
Hoy se vuelven preguntas mis consuelos probados.
Y parece que todo
estaba de antemano ya dispuesto,
que mi albedrío siempre fue el de una bestia lúcida
obligada a vivir en su jaula de pérdidas,
y escribir testimonios de su dura condena.
Hoy no sé dónde estoy ni cómo llegué aquí.
Sólo sé que envejezco, Dios, y a nadie le importa.
Ni a Ti.
Reitero tres versos: que mi albedrío siempre fue el de una bestia
lúcida / obligada a vivir en su jaula de pérdidas, / y escribir testimonios de su
dura condena", para subrayar la correlación, de causa y efecto, entre esta
cárcel de amor y la libertad cifrada en la palabra escrita.
Abrazos partidos se divide en cuatro partes:
Umbrales, Abrazos partidos, En el
circo y Juego porque no juego. Ya en los tres primeros poemas de Umbrales
Hjalmar Flax vuelve a la disyuntiva que anima su poesía. Sólo que ésta, a partir
de Poemas de La Bestia, añade otras razones para alimentar la melancolía, más
allá de la orfandad, la soledad y el amor perdido: la del deterioro físico del
propio cuerpo. En Abrazos partidos serán la de la vejez como heraldo de la
muerte, la muerte presentida del padre, la de amigos idos a destiempo y la
amistad vivida desde la ausencia. Y como en toda su obra, persistirá la
conciencia del oficio poético como problema esencial.
Exitoso atentado contra la solemnidad, la poesía de Hjalmar Flax ha oscilado,
desde sus comienzos, entre polarizaciones: la ternura y la ironía, el desafío y
la vulnerabilidad, el desamparo y la autosuficiencia, el lirismo y el humor. El
libro que esta noche presentamos no es excepción. El humor, antídoto por
excelencia de la melancolía, preside las secciones En el circo y Juego porque no
juego, pero también dice presente en la sección central del libro, Abrazos
partidos, dedicada a las despedidas. En ella el poeta incluye hermosas elegías a
la muerte de cuatro amigos: Carlos Varona, Marcos Irizarry, Nemesio Vargas
Acevedo y Edwin Reyes, muerte que partió en dos la posibilidad de "cómodos caber
en un abrazo"; también poemas sobre la nostalgia de la amistad, como el dedicado
a Angela. Y cómo no, un hermoso soneto al amor perdido, que el poeta titula
"Plaisir d'amour", y dedica a la Bella del poemario anterior:
Si aún llega su belleza y su dulzura
desde el pasado hasta mi pensamiento,
si aún evoco su olor, su movimiento,
y de su voz la clara tesitura;
si a pesar de la vida, de la cura
que el tiempo presupone, aún la siento,
y el corazón transita, tiento a tiento,
ciego de ausencias, sordo de amargura;
¿valdrá la euforia del amor, la inmensa
pena de amor cuando el amor termina
y ese otro amor, el desamor, comienza?
Responderé mañana. Hoy preciso
volver a recordar el paraíso
perdido en el desierto de su ruina.
Sin embargo, en la misma sección del libro, la pérdida del amor se toma en
broma, en el estupendo haikú titulado "Pequeño ballet doméstico": "Nos movemos
en silencio por la casa, / sin hablarnos, sin mirarnos, / sin tropezar el uno con el
otro. // ¡Qué salga el coreógrafo!".
En el circo contiene uno de los poemas más geniales de Hjalmar Flax, también
escrito en clave de humor. En el fondo se trata de una reflexión sobre la
soledad, que al sumirse desde el desafío gozoso de la gula, mueve tanto a
compasión como a risa. En su "Homenaje a Teresita", el poeta, voyeur que también
come de fonda en soledad, mira desde su mesa cómo otra comensal, esta vez
pantagruélica, despacha el cocido de garbanzos, los macarrones con queso, el
plato de ternera con patatas (obviamente estamos en Madrid) y una botella de
vino, para concluir con una discreta natilla, fino mentís del hartazgo anterior.
Juego porque no juego cierra el poemario. Abundante en haikús, siempre
humorísticos. En "Tempus fugit" el poeta se burla de su decadencia: "Yo tomaba
café, / hoy tomo té: manzanilla. / Ya usted ve". En "Ella me dijo", el rechazo de la
propuesta amorosa asume la máscara frívola del antojo: "No sé lo que es el
amor. / Pero me comería / una barquilla de chocolate". El último parece un
manifiesto anti-ecologista. Titulado "Pensamiento en la Plaza de Armas", tiene
un solo verso: "Me cago en las palomas".
El penúltimo poema del libro, "Exposición de las palabras, retoma, en clave
irónica, la propuesta del soneto inicial, de que los juegos cotidianos con las
palabras que aprendió de niño son la estrategia compensatoria de la cárcel
inexorable que supone el vivir. Pero esta salida verbal no es fácil. A ella le
había destinado Los pequeños laberintos, en el que dedicaba el libro "a las
ineludibles A B C Ch D E F G H I J K L Ll M N Ñ O P Q R S T U V W X Y y Z, sin
quienes no hubiese podido ser". Pero ahora, aunque para el poeta se trata de una
cuestión de vida o muerte, o precisamente por ello, decide trivializar el
asunto, tratando lúdicamente a las palabras como putas caras que le juegan malas
pasadas:
A veces, desde lejos, las observo en silencio
con una leve mueca petulante,
como si conociera una verdad oculta,
un secreto, un truco para someterlas.
Se dan cuenta enseguida que blofeo.
Se suben el escote y se bajan la falda,
me miran de reojo, me sacan la lengua,
y se ocultan en el diccionario.
Permítanme una coda final antes de cederle la palabra a su dueño, Hjalmar Flax.
El poeta que hoy presentamos goza de un reconocimiento que va más allá del
ámbito nacional, en el que Carmen Dolores Hernández reconoció Poemas de La
Bestia como uno de los mejores libros de 1999. Celebrado en Madrid por Pío
Serrano, en New York por Julio Marzán y en México por otro poeta imprescindible,
Hugo Gutiérrez Vega, ha publicado sus versos en revistas puertorriqueñas,
españolas, norteamericanas e hispanoamericanas, y ha participado en antologías
tan prestigiosas como la neuyorquina Inventing a Word. An Anthology of Twentieth
Century Puerto Rican Poetry, de 1980. Acaba de regresar de un congreso celebrado
en México, donde honró nuestro país con la maravilla de su verbo. Y todo ello,
como lo ha visto Pío Serrano, gracias a lo que, como quien no quiere la cosa, el
poeta llama, en uno de los sonetos del libro que nos ocupa: "Pizca de
inspiración, tonel de oficio". Esta su sempiterna alergia a la retórica,
propulsora de una extraordinaria poesía en tono menor, hace que Edgardo
Rodríguez Juliá afirme: "Si el neorromanticismo de Neruda concibió la poesía
como mural, este intimismo de Hjalmar Flax concibe la poesía como miniatura que
nos revela la infinita extrañeza del mundo". Para Serrano las fuentes literarias
de Hjalmar Flax van desde Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Roque Dalton, Palés y
Quevedo, hasta Dylan Thomas, Auden, Pound, Eliot, Ungaretti y Pessoa. Gerald
Guinness añade a Machado. Julio Marzán también señala a Luis Rafael Sánchez:
"Flax trabaja una voz sencilla que habla para sí misma y sin embargo resulta ser
esencialmente colectiva y puertorriqueña. Es la mañana después del bembé. Es la
voz de un tipo blanco, y también la voz del Macho Camacho ya cansado de tocar su
guaracha y luego de varias sesiones de picoterapia".
Yo, por mi parte, quisiera apuntar, no ya a los modelos literarios de Hjalmar
Flax, sino a una clave fundamental de su acierto poético, más allá del enorme
talento y del trabajado oficio. Nuestro autor, de quien dijera con profundo tino
Serrano, "en todas partes Hjalmar fue consigo mismo", no es un poeta
enmascarado. Tal vez porque como persona no lo es. Alérgico tanto a la pose
literaria como a los ritos del poder, asume su desnudez con valentía. De ahí la
maravilla de su poesía, construida a partir de una introspección profunda que no
se alarma ante la propia precariedad, y que le permite desarrollar su potencial
a plenitud. Tiene por ello muchas razones - entre ellas, sus próximos poemas, de
los que desde ahora le pido que lea "Escudo para un depredador" - para celebrar
su plenitud. Y termino citando su "Poema para celebrar sesenta":
He sobrevivido
los impulsos de la juventud,
mantenido en jaque
las buenas intenciones,
rehusado pagar cuotas,
defendido mi persona,
patrullando los límites, atento.
He dicho siempre mi verdad
y soportado las consecuencias.
He llegado
solo hasta mi edad,
hasta mi soledad,
poeta.
Mercedes López-Baralt.
Ateneo Puertorriqueño
28 de octubre del 2003
* Doctorada por Cornell, Mercedes López-Baralt tiene a su haber libros sobre diversos temas de literatura colonial: El mito taíno (1977, 1985, 1999), El retorno del Inca rey: mito y profecía en el mundo andino, (1987), Icono y conquista: Guaman Poma de Ayala (1988), Guaman Poma, autor y artista (1993), y una edición anotada de los Comentarios reales y La Florida del Inca Garcilaso (2003); sobre José María Arguedas (Las cartas de Arguedas, que editó junto a John Murra en 1996) y sobre literatura puertorriqueña: La poesía de Luis Palés Matos: edición crítica (1995), El barco en la botella: la poesía de Luis Palés Matos (1997), Sobre ínsulas extrañas: el clásico de Pedreira anotado por Tomás Blanco (2001) y Literatura puertorriqueña del siglo veinte: Antología (2004), entre otros. Sobre Benito Pérez Galdós publicó en 1992 La gestación de Fortunata y Jacinta: Galdós y la novela como re-escritura. Sus libros más recientes son Para decir al Otro: literatura y antropología en nuestra América (2005), Llévame alguna vez por entre flores (2006), que rinde homenaje a la belleza en la poesía, la canción popular y el cine, y Orfeo mulato: Palés ante el umbral de lo sagrado (2009). Ha sido profesora visitante en las universidades de Cornell (Nueva York), Emory (Atlanta), Simón Bolívar (Quito), así como de la Casa de América de Madrid. Es miembro de número de la Academia Puertorriqueña de la Lengua y correspondiente de la de Madrid y ha sido jurado de los premios Juan Rulfo de México y José Donoso de Chile. Recibió la Medalla del Instituto de Cultura Puertorriqueña y un Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Puerto Rico, donde se desempeña como catedrática y donde dirigió el Seminario Federico de Onís. Fue nombrada Humanista del Año en el 2001 por la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades. Es miembro del Comité Científico de la revista América sin Nombre, de la Universidad de Alicante, y del Comité Editorial del Centro de Estudios Hispánicos de Amiens. Es autora de varios ensayos sobre Miguel Hernández, entre ellos uno que forma parte del catálogo de la Exposición del Centenario del poeta en la Biblioteca Nacional de Madrid (2010). Es miembro del Comité Editorial de la revista Mitología Hoy de la Universidad Autónoma de Barcelona. Es miembro del Comité Editorial de la revista Mitología Hoy de la Universidad Autónoma de Barcelona. Terminó un libro titulado El Inca Garcilaso, traductor de culturas.
EL JUEGO FINAL DE LA POESÍA
Por: Carmen Dolores Hernández
*
Hay un momento -no llega siempre, no
les llega a todos- en que un escritor, un artista, un poeta alcanza una cumbre
en su talento; es un momento de integración de sus posibilidades y de la
capacidad para realizarlas. El creador empuja los límites de su arte hasta
colmarlos y rebasarlos; sus visiones dan paso a auténticas revelaciones y su
expresión adquiere el equilibrio admirable de quien camina -en alto- por una
cuerda floja.
En ese momento se encuentra Hjalmar
Flax. En Abrazos partidos el poeta de lo coyuntural, lo contextual y lo
contingente, el de la visión irónica sobre los supuestos que para otros eran
intocables, ha llegado al meollo más radical de la existencia humana: su
inapelable fugacidad. La ironía inherente en la consciencia de que había
estado, precisamente, poniendo el dedo en la llaga durante una trayectoria que
arranca de finales de los sesenta, da pie a una actitud deportiva, de buen
perdedor. El jugador ha llegado al final del juego y lo acepta con resignación
tristemente risueña, sin aspavientos ni tragedias, sólo -a veces- con cierta
perplejidad: "Hoy se vuelven preguntas mis consuelos probados". Su actitud es
la de quien "... más triste que contento / deambula por la vida con las manos
/ en los bolsillos de su sentimiento...".
La emoción que siempre ha habitado
-subyacente- su poesía, subordinada por lo que se ha descrito como un cierto
pudor que embrida el sentimiento, alcanza aquí una tensión extrema que, a su
vez, refleja la tensión continua de la vida, cuyo fluir se nos escapa de entre
las manos. Incapaces de hacer otra cosa que observarla, somos impotentes para
detenerla. "¡Cómo se pasa la vida!", exclamó Jorge Manrique y Hjalmar Flax,
contemporáneamente: "Y ya. Se fue. Duró sólo un instante / Una visión que
cruza la ventana. / Un reflejo fugaz en el espejo / Eso es todo. Fue nada.
Pero es todo / lo que queda aun al más atento".
El poeta y su quehacer ocupan el
centro de la escritura. Esta vez el poeta se enfrenta no sólo a las
diferencias de perspectiva que siempre ha tenido con visiones convencionales,
sino también con su propia trayectoria: "De todos los caminos no escogidos, /
hoy me salen al paso los umbrales", dice, con menos seguridad que Robert Frost
pero con menos nostalgia que el Darío que sufrió por "el dolor de no ser lo
que yo hubiera sido / la pérdida del reino que estaba para mí...". No hay
reino aquí que valga, ni para el poeta ni para nadie. "Yo traté, créanme, más
que ninguno, / de ser un hombre sabio... / Pero caía la noche, ese mar
infinito": destino que nos aguarda, indistintamente, a todos.
La noción de pérdida -sean éstas
consumadas o inminentes- es constante. Se refieren a la juventud, al amor, a
la amistad, a la familia. La segunda parte del poemario, que le da su título
al libro, incluye una serie de elegías de sensibilidad muy actual. Una de las
más hermosas -formulada en un soneto reminiscente del dolorido sentir de
Garcilaso- alude a un amor: "Si aún llega su belleza y su dulzura / desde el
pasado hasta mi pensamiento, / si aún evoco su olor, su movimiento, / y de su
voz la clara tesitura; // si a pesar de la vida, de la cura / que el tiempo
presupone, aún la siento, / y el corazón transita, tiento a tiento, / ciego de
ausencia, sordo de amargura; // ¿valdrá la euforia del amor, la inmensa / pena
de amor cuando el amor termina / y ese otro amor, el desamor, comienza? //
Responderé mañana. Hoy preciso / volver a recordar el paraíso / perdido en el
desierto de su ruina". Una de las más impresionantes es "Landmarks", en donde
llora la pérdida de tres amigos. Por ellos doblan -como campanas- sus versos
resonantes.
De nuevo surge la figura de Manrique.
Hjalmar caracteriza a uno de esos amigos -como aquel poeta a su padre- pero
con diferente proyección. Señala, con humor, rasgos que van de lo prosaico a
lo admirable: "Nemesio, observador de muchedumbres, / Nemesio, gozador de los
recuerdos. / Nemesio, biografista de transeúntes. / Nemesio, materialista
declarado. / Nemesio, reinventor de realidades. /Nemesio, amigo desprendido y
fiel. / Nemesio, maestro de sus estudiantes...". Más adelante, los dobles se
vuelven insistentes en una referencia temporal precisa -"el tiempo ya no
existe para ellos"- que recuerda una gran elegía de nuestra lengua, el "Llanto
por Ignacio Sánchez Mejías" de Federico García Lorca.
Ante el panorama desolador de las
pérdidas, sólo cabe el "juego cotidiano" de la poesía, que intenta inscribir
"tatuajes en el tiempo". El bellísimo soneto titulado "Tatuajes" nos prepara, en
los umbrales del poemario, para su tercera y cuarta secciones: "En el circo" y
"Juego porque no juego" (título alusivo también, si alguno). La poesía es una
maroma sobre el vacío: el poeta "... hace piruetas / en la línea que cruza el
precipicio" y, cuando acierta, "... brilla adamantina / la vida misma presa en
el invento".
Ese espíritu lúdico impera en las
últimas dos partes del libro, en que el poeta vuelve con brío a su antiguo
quehacer. Sus retruécanos, sus juegos de palabras, sus epigramas recuerdan a
otros tantos maromeros de la palabra: Quevedo, Valle Inclán, Gómez de la
Serna, Nicanor Parra, e.e.cummings, Ogden Nash. También los recuerda la
mordacidad matizada por una cierta ternura, como en "Homenaje a Teresita" y
"Homenaje con amarillo hervido". Pero el sugerente poema que casi cierra el
libro, "Exposición de las palabras", avisa sobre un posible final del juego.
Una síntesis, una summa de la poesía
de Hjalmar Flax -que ha ido ensanchando el círculo de su alcance a la vez que
ha ido sensibilizando a sus lectores para que accedan a su particular visión
de vida-, Abrazos partidos es un poemario de grandes tensiones. La emoción
pugna por henchir el verso y hacerlo rebasar los límites autoimpuestos, pero
la veterana costumbre de embridarlo y rebajar los niveles del sentimiento
logra restringirlo a través -en ocasiones- de una frase hecha, de una
formulación prosaica: "y uno ni se da cuenta", "así van las cosas", "el costo
adicional". De manera justamente contraria, en el esquema general del libro
los sonetos -verdaderamente extraordinarios- se escapan del conjunto como
flechas que quiebran el cerco de la vigilancia y de la distancia irónica para
dar en el blanco de la emoción con golpe directo, certero y puro.
Lúcido, lúdico, Hjalmar Flax ha
llegado aquí a una cima que alcanzan tan sólo unos pocos poetas: los que se
han entregado de lleno a ese exigente oficio.
Carmen Dolores Hernández
Especial para El Nuevo Día
REVISTA DOMINGO
domingo, 11 de enero de 2004
________________
*
Nacida en San Juan,
Carmen Dolores Hernández estudió su bachillerato en el Colegio Universitario
del Sagrado Corazón de esa ciudad; tiene una maestría en literatura de New
York University, un diploma de francés de la Univesidad de Ginebra y un
doctorado en Filosofía y Letras con especialidad en Literatura Española de la
Universidad de Puerto Rico. Después de enseñar brevemente en la Universidad de
Puerto Rico, se dedicó a la crítica literaria en el peridico El Nuevo Día.
Además de escribir artículos culturales y reseñas de libros con frecuencia
semanal desde el 1981, estuvo a cargo de las revistas culturales de ese
periódico, “Foro” y “Letras” (2002 - 2005).Colabora habitualmente en revistas
puertorriqueñas y del extranjero (Estados Unidos, México y Alemania) y ha
publicado los siguientes libros: Manuel Altolaguirre, vida y literatura
(Editorial de la UPR, 1974); De aquí y de allá. Libros de Puerto Rico y del
extranjero (Biblioteca de Autores Puertorriqueños, 1986), Puerto Rican
Voices in English. Interviews with Writers (Praeger Publishers, 1997),
Ricardo Alegría. Una vida (Plaza Mayor, 2002) y A viva voz (Grupo
Editorial Norma, 2008). Ha editado un libro de ensayos sobre literatura
puertorriqueña, Literatura puertorriqueña. Visiones alternas (Centro de
Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 2005) y un volumen que reúne
los cuentos ganadores del Certamen de Cuento de El Nuevo Día, que inició en
1997, Convocados (2009). Un artículo suyo sobre la escritura de la
diáspora puertorriqueña se incluyó en la obra colectiva Literary Cultures
of Latin America, A Comparative History (Oxford University Press, 2004).
Es miembro de número de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española.